
Un “otro lugar” que es él mismo quiere el mundo, ya que el Mesías no es nada mas que las mismas
cosas, él no puede ser cosa entre cosas pues es el cumplimiento de la queja de
ellas. No puede ser queja. “No penseis que yo he venido a
destruir la doctrina de la Ley, ni de los Profetas: no he venido a destruirla,
sino a darle su cumplimiento”, Mat. V: 17. La relación tensionante se presenta de este modo: “Así, pues, lo profano no es por
cierto una categoría del reino, sino una categoría (y de las más certeras) de su aproximación silenciosa” (Benjamin, 2007e: 207). El Nombre del Mesías no posee pronunciación positiva, pero es la muerte, el sufrimiento, la desdicha (Cfr.
Benjamin, 2007e. 207) aquello que le viene diciendo así en negativo, silentemente. Le viene diciendo como queja constante
(Cfr. Salazar, 2013), como autorebasamiento, le viene diciendo
interjectivamente. Entre estertores se configura la nueva palabra. La mera
muerte, que podría persistir en su autonomía, crea el escenario de aparición del Mesías, en cuanto este es el canto que la palabra muerte en su
apretujamiento quiere decir y desde cuyo mero ser no puede ser dicho. La frenética muerte tiene como objetivo des-decirse en el Mesías.
El hecho de esta posible palabra, que el balbuceo de
la muerte tenga el objeto de la palabra de Cristo,
es lo que coordina, desde esta palabra mas no desde aquel balbuceo, la
posibilidad de la desesperación (no es casual que la religión se halla pensado como aquello que permite la redención de las culpas, cfr Benjamin XXXX). Esta debe pensarse bajo el umbral
que ella siempre se halla, bajo ser muerte para la vida o ser el morir de la
muerte. “La desesperacion que es consciente de ser desesperación, consciente por lo tanto de tener un yo en el cual hay algo eterno,
y ahora desesperadamente no quiere ser ella misma, o desesperadamente quiere
ser ella misma” (Agamben, 31). Vista con los ojos del Paraíso, la mera muerte, su furiosa
autonomía, es la tartamudez de una palabra que viene diciendose en su negación. Es el marco que estalla y no da cabida mas que a los fragmentos que
del mismo emanan en su furia. La multitud genera la fantasía de la plenitud que la muerte “quejaba”, y el Mesías es trocado por la pluralidad, por lo ostentoso del mundo mismo. La
palabra que quería ser dicha solo será entonces queja global y ominosa.
En la forma de esta desesperación dicho Verbo se mantiene siempre
en el intersticio, siempre a punto de salir y nunca dicho, siempre urgido y
nunca satisfecho: un Mesías en perpetuo nacimiento y en
constante muerte, una dilatación siempre de la palabra. Es
muerte constante en nacimiento doloroso en morir inacabable:
[...] morir
eternamente, morir sin poder morir sin embargo, morir de muerte. Pues morir
quiere decir que todo ha terminado [una presencia mesiánica en
negativo], pero morir la muerte significa vivir la propia muerte; y vivirla un
solo instante, es vivirla eternamente[...] En la desesperación el morir
se transforma continuamente en vivir. Quien desespera no puede morir; “como un puñal no sirve
de nada para matar pensamientos”, nunca la desesperación, gusano
inmortal, inextinguible fuego, no devora la eternidad del yo, que es su propio
soporte. Pero esta destrucción de sí misma que
es la desesperación, es
impotente y no llega a sus fines. Su voluntad propia está en
destruirse, pero no puede hacerlo, y esta impotencia misma es una segunda forma
de destrucción de sí misma, en
la cual la desesperación no logra
por segunda vez su finalidad, la destrucción del yo; por el contrario, es
una acumulación de ser o
la ley misma de esa acumulación. Es ella
el acido, la gangrena de la desesperación, el suplicio cuya punta,
dirigida hacia el interior, nos hunde cada vez mas en una autodestrucción
impotente. Lejos de consolar al desesperado, el fracaso de su desesperación para
destruirse es, por el contrario, una tortura que reaviva su rencor, su ojeriza;
pues acumulando incesantemente en la actualidad desesperación pasada,
desespera de no poder devorarse ni de deshacerse de ser yo, ni de aniquilarse,
tal es la formula de la acumulación de la desesperación, el
crecimiento de fiebre en esa enfermedad del yo” (Kierkegaard, XXX: 28-29).
La muerte es el único refugio que le quedará al Gesto que quería allí mismo aparecer, pero incluso
dicha muerte no es tal (el morir físico es un consuelo demasiado
vehemente). Ella misma en su morir se estanca. La muerte no llega. Y por ello
su morir es autogestación en la muerte misma. Una gestación maniaca, obsesiva, multitudinaria, pues para satisfacer al Gesto
deberá morir innumerables veces en el intento de colmar ese vacío y así traer a superficie el Abismo. La acumulación de gestos, de muertes, de
palabras en donde la embriaguez de la multitud se toma por la Unidad del Gesto:
los sentidos cansados ven en una
multitud de luces el resplandor de un sol. No es casual, tampoco, que el reino
del melancólico haya sido el reino de la Cosa Absoluta, de la presencia masiva,
asfixiante de las cosas (Cfr, Benjamin, Agamben, Salazar). La Cosa par excellence. Sin Mesías, y sin el simulacro de su morir, fabrica un golem desesperado con
la tonalidad múltiple del mundo-cosa.
Este carácter de la religión como tensión y satisfacción, como satisfacción paradójica pues es el símbolo de muerte aquel que también se alza como símbolo de vida eterna (la Cruz), es el terreno del Golgota el que se
convierte en dintel del paraíso (Cfr. Benjamin, 455-456), este
terreno que desde el dolor quiere ser montaña de paz, es lo que rige la forma
religiosa, y es esta misma forma, aunque truncada, la que se presenta en el
capitalismo, y el régimen que funciona en el
periodismo (como labor capitalista por antonomasia): él es su evangelio, el que trae la
“buena nueva” de la tartamudez y tristeza a
los hombres.
La desesperación, o mejor, el hombre desesperado
tiene en general dos rutas. La presencia del Gesto en una nueva gestualidad, o
lo que solemos conocer normalmente como desesperación, el posicionamiento brumoso de
dicho Gesto en el horizonte de toda gestualidad natural sin que aquel pueda
llegar a tomar lugar en una nueva gestualizabilizacion. El primer camino trae a
la superficie lo que siempre ha estado ya ahí, lo que ya allí se encontraba, y por lo tanto es un exceso de mundo, no es su
aniquilación ni su superación, es el exceso que a él mismo forma, pero un exceso que, desde el mundo, no puede
presentarse mas que como nada en su exceso. Lo que acá nos viene interesando, aun si la
anterior aseveración no puede ser ulteriormente desarrollada, es en cuanto se establece
desde el mundo, desde su mera muerte, una relación con lo absolutamente otro del
mundo (relación establecida, como se dijo, no mediante una causación correcta sino mediante una musicalización). La posibilidad de tal relación es la que abre ese primer camino, la del real y efectivo
cumplimiento de la presencia del Mesías, la densidad olorosa de su carne (“Porque en él habita toda la plenitud de la divinidad corporalmente, esto es, real
y substancialmente” Col, II: 14). No tan solo la mera posibilidad que queda estancada en
su ser posibilidad (Cfr, Salazar, 2013), que satisface la urgencia de la sangre
con la posibilidad de la misma. Un Mesías, en definitiva, siempre a
punto de llegar pero que no se decide a presentarse.
Justamente esa ruta es la que se lleva a cabo en la
desesperación en cuanto que dilatación del Gesto. En cuanto malestar (Cfr, Saal, Freud) constante
dicho Gesto se muestra en la única legalidad que la gestualidad
natural permite, pues ella se ha construído mediante la imposibilidad de
Su presencia (Cfr, Saal). El lenguaje cotidiano descansa sobre un vacío cuya geografía permite la presencia
autorreferencial suya. Solo en cuanto vacío, la palabra (excesiva,
ostentosa) del lenguaje cotidiano tiene razón de ser (Cfr, Zizek). Y es por
ello, porque las condiciones de su existencia se basan en la imposibilidad
existente de dicho vacío por lo que en el lenguaje hay
un aseguramiento de esas condiciones de imposibilidad. El lenguaje no puede
decir lo indecible a riesgo de perderse, a riesgo de perder su propia
existencia (el simulacro que él es, Cf Zizek para un
re-consideracn delo que es el simulacro). Por eso cada uno de sus gestos es el
aseguramiento de la ausencia del Gesto que, sin embargo, es reclamado por cada
uno de ellos. Cada gesto reclama ese Vacío y cada uno ratifica la
necesidad de su eterna ausencia. Así, no hay posibilidad de poner fin
a este movimiento. La desesperación se estanca en sí misma. No hay que asombrarse, entonces, porque en la historia a la
melancolía-acidia-tristeza, vinculadas familiarmente
con la desesperación como hija-madre(Cfr, Agamben, 2001 27 ss), se le halla dado como uno
de sus síntomas acciones de estancamiento corporal: epilepsia, tartamudez (Cfr,
Panofsky 58). Como tartamudez, hay una palabra que se ha incrustado en el habla
y que quiere ser dicha, que necesita ser dicha, donde el movimiento reiterado
de esa tartamudez por decir la palabra muestra tal necesidad. Pero a diferencia
de ella, que suele resolverse casi siempre a favor del verbo intersticial, en
la desesperación melancólica dicho verbo se mantiene siempre en el intersticio, siempre a
punto de salir y nunca dicho, siempre urgido y nunca satisfecho. Muere al morir
en el atiborramiento ostentoso de las cosas, de las palabras, de los becerros.
Mas ese mundo-cosa infinito habla la ausencia del
Gesto, la pluralidad de su cuerpo es debida a la nada maleable de su espíritu. Por eso cuando habla su hablar es un hablar lo ya conocido. Todo
ha sucedido en tanto que Nada puede suceder. Que quede claro que no se trata de
que las “particularidades” de lo cognoscible son ya
conocidas antes de conocerse. Se trata mas bien de que el régimen de su formación, y por ende su existencia como
tal, ya son conocidas. Conocidas en cuanto ausencia gestual, conocidas en
cuanto carencia constituyente. Para el desesperado, para el melancólico, todo gesto suyo, toda la potencia de sus ademanes conducen y señalan irremediable y profundamente al Abismo. Cada decir es un ya-dicho,
o mejor, un no-ya-dicho. Tendría que destruir sus carnes cada
palabra, cada sílaba, cada letra quizás en un frote furioso para que el
abismo tenga animo de tierra (Sarduy). Por eso del mundo y la vida, de la
realidad entera, él ya sabe, al ubicarse en el borde del Ser, todo (Cfr. Kristeva). Ya
sabe todo porque es la nada de su saber, y la nada gestual la que le dominan, y
su saber, así, es nada. Entre el todo (blanco) multicolor y la nada oscurísima, su saber logra la tonalidad grisácea de lo imposible, de lo mismo,
de lo repetible y repetido infinidad de veces. Su cara reposa pesadamente sobre
su mano (derecha). El gesto entero de su
rostro, el relajamiento terrible de sus miembros, parecen hacerle
poseedor de la mirada tenebrosa de aquel que ya conoce todo, de aquel que sabe
que todo es lo mismo desde siempre y para siempre. Ese saber mismo entumece sus
miembros, su capacidad de movimiento se ve disminuida, razón esta quizás por la que se le recomienda
viajar como terapia. Su participación en el mundo, debido al peso
agobiante de su saber, ralentiza su movimiento entre sus congéneres. Si su hacer o no hacer no trae mas que la mismidad (de la
ausencia en su famélico gemir), ¿qué podría empujarle a hacer algo? Si la
multitud es lo idéntico-nada, ¿Qué diferencia haría cualquier movimiento suyo en cualquier sentido? Un mundo que se ha
congelado nace en/con el melancólico. El infierno posee la
cualidad azul de lo gélido (Cfr, Benjamin, 370), por eso se crea a su alrededor un reino
absoluto de fuego para suplir su calor.
Atlas no se mueve con el peso del mundo en sus hombros, lo mismo este
atlas lujurioso[1] que bajo
el equipaje infinito solo le queda la cualidad de ser planta (Cfr. Salazar).
Este azul paisaje es el azul titular del
periodismo.
a kind of general, enthusiastic
commitment . . . but without special acuity AGUDEZA. It is by studium that I am interested in so many
photographs, whether I receive them as political testimony or enjoy them as
good historical scenes: for it is culturally (this connotation is present in studium) that I participate in the
figures, the faces, the gestures, the settings, the actions. . . . The second
element will break (or punctuate) the studium.
This time it is not I who seek it out (as I invest the field of the stadium with my sovereign
consciousness), it is this element which rises from the scene, shoots out of it
like an arrow, and pierces
me. (Barthes citado en Santer 74)
El punctum no
es una realidad que interviene en la fotografía y que le es ajena, sino algo
que ya habita en ella pero que solo adquiría densidad en el ordenamiento de
esa fotografía particular. No es la fotografía una prosa informativa tan sólo, aunque base su ser en dicha acción primaria. Por otro lado, el punctum de la noticia (de cierto tipo de
noticia, veremos que en general se puede dividir en dos tipos) no es otra cosa
que la tensión generada por el malestar de una situación “injusta”. El “otra cosa” de la noticia no depende de cada una de ellas, como en la fotografía, sino que se estabiliza en la posibilidad en la tensión que ella trae consigo. El ordenamiento de sus elementos, siendo ya
de carácter tensionante, en el sentido que muestran la impotencia del
individuo ante un grupo de situaciones que le generan el animo de intervenir
sobre ellas pero que inmediatamente muestran en su ordenamiento particular y
general su imposibilidad (así debería ser entendidolo 'injusto' por
nosotros ahora, sin intervenir en su más amplio problema), no da paso a
otra cosa que a esa misma tensión en un nuevo nivel. El “más allá” de la foto es algo que está ya en ella misma y que, no
obstante, ocurre en una realidad totalmente diferente. El milagro es ella
misma. En la noticia ese más allá se queda en el ser el
ordenamiento renovado de sus meros elementos empíricos, tensionantes, en que “eso otro” es el mero des-animo en el que cae el sujeto de la información agobiado por la ineficacia de su mera particularidad y por la
cantidad excesiva de noticias. El mas
allá de la noticia es la muerte agónica del sujeto.
Los actuales noticieros de televisión (colombiana) se basan en el manejo del tiempo como unidades
discretas de recepción y emisión de contenidos. Cada noticia dura cierta cantidad de tiempo al aire
(en general entre uno y tres minutos). Este es el tiempo del sistema
informativo particular, y cada sistema informativo tiene diferentes maneras de
lidiar con la ex-tensión del tiempo. Cuando una noticia
excede con mucho el tiempo general del sistema informativo donde ahora sucede,
suele deberse a cierta peculiaridad de la misma mas no a una modificación de la forma temporal en dicho sistema. Las noticias (colombianas)
tienen en general dos focos alrededor de los cuales se mueven (con pequeñas variantes): violencia y chismes. En el primer foco debe
considerarse como violencia no solo los asesinatos particulares, de actores
armados legales e ilegales, sino también las formas mucho mas grandes y
diversificadas de corrupción institucional. El segundo foco
es el tipo de noticias sobre cualquier acción no violenta, que giran con énfasis entorno a la vida de las personas/instituciones. El periodismo “crítico” se desenvuelve prioritariamente en la primera esfera, en la cual
pueden extenderse relaciones respecto a la vida los personajes (usualmente
violentos) para establecer un panorama informativo mas claro en la elipse que
ambos fabrican (Cfr. Salazar.). Los noticieros comunes, que son las acciones
informativas que tienen mayor impacto sobre la ciudadanía, en la delimitación temporal de cada una de sus
emisiones, dan para conocimiento del publico, en su primera y mas influyente
franja, una gran cantidad de fenómenos de violencia que luego se
ven puestos en su lugar por el otro foco. Violaciones, masacres, pero en lo que
a nosotros mas compete, corrupción, irregularidades crecientes en
los gobernantes, círculos de robos y
desfondamientos fiscales e institucionales. Cada noticia de estas llena
al televidente con una creciente y agobiante tensión. Todo está mal[2], y allí en el televisor descansa la evidencia de la descomposición. Al menos esto aparece en el primer plano de la reacción de la persona. Pero cada noticia es tan terrible PARA ESA PERSONA, y
seguida tan rápidamente de una cantidad ingente de casos similares, que la tensión no logra encaminarse a lo que ella misma quiere, y que es lo que
pretendía la informatividad en que se basan: ser final a dicha descomposición. Cada noticia tensiona de manera definitiva
al espíritu de los televidentes y les arroja al menos a dos posibilidades.
Por un lado, en cuanto que el tono de las noticias va mejorando mientras la
emisión avanza, hasta finalizar con la “franja del entretenimiento”, los fenómenos informados desalojan su ser tensionante y se acomodan como a lo
que ya siempre habían venido siendo: partes orgánicas del espectáculo, ídolo precipitado. La tensión generada por la violencia se
desvía para satisfacerse descargándose en la “risa relajada” del chisme. Al fin todo era una
simple broma (aunque muy amarga). La tensión que buscaba una aniquilación de lo que le tensionaba, finaliza en la detumesencia de la
carcajada. Por otro lado, cuando cierto remanente odioso RELACIONADO CON EL GERMENDE DESCOMPOSICION QUE HABITA EN LA
DIALECTICAse vuelve contra la lógica del espectáculo, al individuo la tensión ocasionada por la violencia se
le descarga en una homogeneización de la realidad (morir a la
muerte). La multitud de noticias, y quizás la descarnada experiencia del
sujeto de que efectivamente nada ha cambiado, de que todo lo informado se ha
quedado desde siempre en una mera información, siendo que usualmente esta
homogeneización sucede a personas que cuentan con un numero significativo de años y que utilizan, no sin cierta grisacea justificación, su experiencia de que todo cambio es imposible, de que “el mundo fue y será una porquería”, experiencia que se corrobora una y otra noche con los titulares de
los noticieros que vienen diciendo lo
mismo desde su juventud, le dibujan un panorama político en donde todo es lo mismo pues todo es (mera) información, todo es el mismo (mero) hecho que invoca, convoca una rectificación de su ser hecho que simplemente queda estancada en él mismo, en donde las mismas soluciones a dicha mismidad se ven
posteriormente cobijadas bajo ella. Si todo es lo mismo, y aquello que quería ser Otro se posiciona ahora como la Mismidad (si la URSS termina
reviviendo el zarismo contra el cual se había presentado como opuesta), ¿qué razón tendría la persona para hacer algo? Solo puede informase e informarnos a
través de su monótono “Todo esta mal”. Su movimiento político en el mundo se detiene hasta
el punto que desaparece absolutamente cualquier salida a lo Mismo, e incluso la
utopia no puede ser otra cosa que lo ya dado (Cfr. Rawls). Las incontables paráfrasis de Churchill (una mas: el que no sea revolucionario cuando
joven esta tan equivocado como aquel que no es conservador cuando viejo)
muestran la ligazón de ambas instancias, lo revolucionario y lo conservador, en un mismo
sistema, haciendo parte de los dos focos de una elipse predominante (Cfr
Salazar, ensayo). Así que la revolución de la juventud se justifica en cuanto conservaturismo futuro. Se
queda estancado el hombre en el mero ser empírico de la foto, ya que el punctum colapsa ante el sistema
tensionante que se genera, ante la imposibilidad de establecer relaciones no
solo informativas que hagan colapsar la satisfacción autorreferencial de lo
informado. La tensión no desaparece. Cada que nota
una “nueva” noticia violenta, cada que la información le arroja al animo de su
refutación definitiva y a su vez le muestra en el ordenamiento suyo y de sus
relaciones la imposibilidad efectiva de su intervención, el fracaso de su ser ante la
vehemencia de lo Mismo, al no aceptar ya el chisme, la tensión generada se satisface en el conocimiento absoluto que ahora posee
sobre toda empresa humana. Aquello que le salvaba no puede salir a la
superficie ya que las condiciones en que es dicho, esas de la información, se vuelven absolutas. Todo nuevo acontecimiento es ya viejo, en el
sentido de que es ya conocido, en el sentido en que se basa en la mera
informatividad del mismo. Para esta consciencia melancólica no hay nada nuevo bajo el sol. En efecto se informa, pero la
información es información de esa Mismidad que se ha
apropiado de todo el terreno. Y así el periodismo “crítico” se sumará a la gran cantidad de noticias que tenían cabida en la televisión, ya que dicho periodismo no es mas que prosa informativa, prosa del
hecho, prosa tensionante cuya satisfacción no puede tener lugar en ella
pero cuyas condiciones de satisfacción se hayan ya desmembradas.
[2] Como otros problemas apenas mencionados aca, este
tema del mal posee una historia que no tiene cabida ahora mismo, por lo que ese
“todo está
mal” debe leerse de la forma ya enunciada. Todo está mal, en cuanto todo lo que sucede y que cierta
persona o grupo de personas consideran mal se basa en la idea de la ineficacia
de su intervención como particulares en la corrección de eso que allí,
frente a sus ojos desnudos, se presenta como mal. “Todo
esta mal” no es una mera proposición
informativa, es una petición
que ha sido derrotada en su animo.
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