sábado, 16 de noviembre de 2013

Mundo de Porquería. Por Camilo Salazar.



   En su corto y denso texto Fragmento teológico-político el crítico alemán Walter Benjamin establece una separación vinculante entre el mundo histórico, el mundo de la vida, y la presencia del Mesías, el mas allá del mundo. "Es el Mesías mismo quien sin duda completa todo acontecer histórico, y esto en el sentido de que es él quien redime, quien completa y crea la relación del acontecer histórico con lo mesiánico mismo. Por eso nada histórico puede pretender relacionarse por sí mismo con lo mesiánico (Benjamin, 2007e: 206). Desde el mundo histórico no hay nada que pueda decir al Mesías, nada dice las letras de su nombre. Por eso no hay relación posible desde este mundo respecto de él; el Mesías no puede ser predicho, no cae dentro del orden geométrico del proceder histórico-astrológico (Cfr. Scholem, 1996: 82). No obstante, tal delimitación de Reinos, lo histórico se encuentra ya pronunciando (quejumbrosamente) su nombre. Y es porque existe esta condición, porque hay una pre-pronunciación del Mesías que ocurre en el mundo, por lo que este puede llegar y completar el orden histórico. Que lo complete no debe pensarse como siendo un proyecto que debe elevarse a través de la causación histórica. Lo completa en cuanto dice lo que ya viene diciéndose en él. Lo completa menos arquitectónicamente que musicalmente. Al Mesías no lo dice el mundo más que, quizás, como mera muerte, como decadencia. Su única presencia en el mundo, si es que de ello puede así hablarse, es lo que es no-vida en él pero relacionado intimamente con ella: la muerte. La muerte como el "ser más (allá) vida" de la vida dentro de la vida misma, pues es su exceso, en ser más vida, en ser otro que la vida de la vida, lo que es la muerte. Por ello este decir no le dice en manera positiva, es mero marco posible y de igual aniquilación en cuanto marco (podría no venir nunca). La muerte no dice otra cosa que a ella misma (y entonces a la vida descentrandose sin dejar nunca su foco), y el ritmo denso de su ocurrir siempre la está diciendo a ella sola. Tal es la autonomía de este mundo. Él puede mantenerse siendo mundo, él no necesita más que su ser, le basta serse lo que es (Cfr. Rosenzweig, 1997: 81-102). Por eso desde él, desde su inevitable autorreferencialidad, no hay posibilidad de relación con el Mesías. Solo cuando éste llega se presenta ahora como presentimiento lo que era mero mundo (se presenta como voz lo que era mero jadeo). El presentimiento es posterior a lo presentido y es aquello que existe antes de lo que llega y le confirma en su ser. El mero ser bruto de las cosas, en su ordenación regular, no puede darle cabida, pero aquél tiene que emerger desde el mismo ser de esas meras cosas brutas, seguir siendo ellas mismas en su bruta ordenación, y sin embargo establecer un reino inmediato que las rebasa, un reino que siendo su ser bruto es él mismo un ser divino. Así, el más allá no se considera un detrás de las cosas sino un en el corazón de las mismas cosas (porque tu Señor Dios está en medio de tí” Deut. VII: 28). Funcionando mediante una tensión intramundana, es decir, que construyen su mundo mediante la autorreferencia infinita de las tensiones, hecho este que establece la unidad de ese todo como tejido autosuficiente que podría subsistir en sí y para sí por siempre (Cfr. Rosenzweig, 1997: 81-102), este mundo autónomo de la tensión, decíamos, en tanto la autonomía es ella misma tensionante pero de posible perduración sin recurrir a nada mas que a su misma tensión, todo esto, en el sentido que la tensión tiene como presupuesto esencial su supresión, haría necesario que dicha tensión se liberara, se satisficiera en otro orden que aquel en el que la tensión ocurre, pues en este no pueden mas que ocurrir eventos tensionados y tensionantes. Pero este mundo tensionado y tensionante, en la autonomía que le gobierna, puede perdurar en ese ser suyo, encontrando satisfacción en la tensión misma. 

    Un otro lugar que es él mismo quiere el mundo, ya que el Mesías no es nada mas que las mismas cosas, él no puede ser cosa entre cosas pues es el cumplimiento de la queja de ellas. No puede ser queja. No penseis que yo he venido a destruir la doctrina de la Ley, ni de los Profetas: no he venido a destruirla, sino a darle su cumplimiento, Mat. V: 17. La relación tensionante se presenta de este modo: Así, pues, lo profano no es por cierto una categoría del reino, sino una categoría (y de las más certeras) de su aproximación silenciosa (Benjamin, 2007e: 207). El Nombre del Mesías no posee pronunciación positiva, pero es la muerte, el sufrimiento, la desdicha (Cfr. Benjamin, 2007e. 207) aquello que le viene diciendo así en negativo, silentemente. Le viene diciendo como queja constante (Cfr. Salazar, 2013), como autorebasamiento, le viene diciendo interjectivamente. Entre estertores se configura la nueva palabra. La mera muerte, que podría persistir en su autonomía, crea el escenario de aparición del Mesías, en cuanto este es el canto que la palabra muerte en su apretujamiento quiere decir y desde cuyo mero ser no puede ser dicho. La frenética muerte tiene como objetivo des-decirse en el Mesías.

    El hecho de esta posible palabra, que el balbuceo de la muerte tenga el objeto de la palabra de Cristo, es lo que coordina, desde esta palabra mas no desde aquel balbuceo, la posibilidad de la desesperación (no es casual que la religión se halla pensado como aquello que permite la redención de las culpas, cfr Benjamin XXXX). Esta debe pensarse bajo el umbral que ella siempre se halla, bajo ser muerte para la vida o ser el morir de la muerte. La desesperacion que es consciente de ser desesperación, consciente por lo tanto de tener un yo en el cual hay algo eterno, y ahora desesperadamente no quiere ser ella misma, o desesperadamente quiere ser ella misma (Agamben, 31). Vista con los ojos del Paraíso, la mera muerte, su furiosa autonomía, es la tartamudez de una palabra que viene diciendose en su negación. Es el marco que estalla y no da cabida mas que a los fragmentos que del mismo emanan en su furia. La multitud genera la fantasía de la plenitud que la muerte quejaba, y el Mesías es trocado por la pluralidad, por lo ostentoso del mundo mismo. La palabra que quería ser dicha solo será entonces queja global y ominosa. En la forma de esta desesperación dicho Verbo se mantiene siempre en el intersticio, siempre a punto de salir y nunca dicho, siempre urgido y nunca satisfecho: un Mesías en perpetuo nacimiento y en constante muerte, una dilatación siempre de la palabra. Es muerte constante en nacimiento doloroso en morir inacabable:

[...] morir eternamente, morir sin poder morir sin embargo, morir de muerte. Pues morir quiere decir que todo ha terminado [una presencia mesiánica en negativo], pero morir la muerte significa vivir la propia muerte; y vivirla un solo instante, es vivirla eternamente[...] En la desesperación el morir se transforma continuamente en vivir. Quien desespera no puede morir; como un puñal no sirve de nada para matar pensamientos, nunca la desesperación, gusano inmortal, inextinguible fuego, no devora la eternidad del yo, que es su propio soporte. Pero esta destrucción de sí misma que es la desesperación, es impotente y no llega a sus fines. Su voluntad propia está en destruirse, pero no puede hacerlo, y esta impotencia misma es una segunda forma de destrucción de sí misma, en la cual la desesperación no logra por segunda vez su finalidad, la destrucción del yo; por el contrario, es una acumulación de ser o la ley misma de esa acumulación. Es ella el acido, la gangrena de la desesperación, el suplicio cuya punta, dirigida hacia el interior, nos hunde cada vez mas en una autodestrucción impotente. Lejos de consolar al desesperado, el fracaso de su desesperación para destruirse es, por el contrario, una tortura que reaviva su rencor, su ojeriza; pues acumulando incesantemente en la actualidad desesperación pasada, desespera de no poder devorarse ni de deshacerse de ser yo, ni de aniquilarse, tal es la formula de la acumulación de la desesperación, el crecimiento de fiebre en esa enfermedad del yo (Kierkegaard, XXX: 28-29).

     La muerte es el único refugio que le quedará al Gesto que quería allí mismo aparecer, pero incluso dicha muerte no es tal (el morir físico es un consuelo demasiado vehemente). Ella misma en su morir se estanca. La muerte no llega. Y por ello su morir es autogestación en la muerte misma. Una gestación maniaca, obsesiva, multitudinaria, pues para satisfacer al Gesto deberá morir innumerables veces en el intento de colmar ese vacío y así traer a superficie el Abismo. La acumulación de gestos, de muertes, de palabras en donde la embriaguez de la multitud se toma por la Unidad del Gesto: los sentidos cansados ven en una multitud de luces el resplandor de un sol. No es casual, tampoco, que el reino del melancólico haya sido el reino de la Cosa Absoluta, de la presencia masiva, asfixiante de las cosas (Cfr, Benjamin, Agamben, Salazar). La Cosa par excellence. Sin Mesías, y sin el simulacro de su morir, fabrica un golem desesperado con la tonalidad múltiple del mundo-cosa.
    Este carácter de la religión como tensión y satisfacción, como satisfacción paradójica pues es el símbolo de muerte aquel que también se alza como símbolo de vida eterna (la Cruz), es el terreno del Golgota el que se convierte en dintel del paraíso (Cfr. Benjamin, 455-456), este terreno que desde el dolor quiere ser montaña de paz, es lo que rige la forma religiosa, y es esta misma forma, aunque truncada, la que se presenta en el capitalismo, y el régimen que funciona en el periodismo (como labor capitalista por antonomasia): él es su evangelio, el que trae la buena nueva de la tartamudez y tristeza a los hombres.
    La desesperación, o mejor, el hombre desesperado tiene en general dos rutas. La presencia del Gesto en una nueva gestualidad, o lo que solemos conocer normalmente como desesperación, el posicionamiento brumoso de dicho Gesto en el horizonte de toda gestualidad natural sin que aquel pueda llegar a tomar lugar en una nueva gestualizabilizacion. El primer camino trae a la superficie lo que siempre ha estado ya ahí, lo que ya allí se encontraba, y por lo tanto es un exceso de mundo, no es su aniquilación ni su superación, es el exceso que a él mismo forma, pero un exceso que, desde el mundo, no puede presentarse mas que como nada en su exceso. Lo que acá nos viene interesando, aun si la anterior aseveración no puede ser ulteriormente desarrollada, es en cuanto se establece desde el mundo, desde su mera muerte, una relación con lo absolutamente otro del mundo (relación establecida, como se dijo, no mediante una causación correcta sino mediante una musicalización). La posibilidad de tal relación es la que abre ese primer camino, la del real y efectivo cumplimiento de la presencia del Mesías, la densidad olorosa de su carne  (Porque en él habita toda la plenitud de la divinidad corporalmente, esto es, real y substancialmente Col, II: 14). No tan solo la mera posibilidad que queda estancada en su ser posibilidad (Cfr, Salazar, 2013), que satisface la urgencia de la sangre con la posibilidad de la misma. Un Mesías, en definitiva, siempre a punto de llegar pero que no se decide a presentarse.
    Justamente esa ruta es la que se lleva a cabo en la desesperación en cuanto que dilatación del Gesto. En cuanto malestar (Cfr, Saal, Freud) constante dicho Gesto se muestra en la única legalidad que la gestualidad natural permite, pues ella se ha construído mediante la imposibilidad de Su presencia (Cfr, Saal). El lenguaje cotidiano descansa sobre un vacío cuya geografía permite la presencia autorreferencial suya. Solo en cuanto vacío, la palabra (excesiva, ostentosa) del lenguaje cotidiano tiene razón de ser (Cfr, Zizek). Y es por ello, porque las condiciones de su existencia se basan en la imposibilidad existente de dicho vacío por lo que en el lenguaje hay un aseguramiento de esas condiciones de imposibilidad. El lenguaje no puede decir lo indecible a riesgo de perderse, a riesgo de perder su propia existencia (el simulacro que él es, Cf Zizek para un re-consideracn delo que es el simulacro). Por eso cada uno de sus gestos es el aseguramiento de la ausencia del Gesto que, sin embargo, es reclamado por cada uno de ellos. Cada gesto reclama ese Vacío y cada uno ratifica la necesidad de su eterna ausencia. Así, no hay posibilidad de poner fin a este movimiento. La desesperación se estanca en sí misma. No hay que asombrarse, entonces, porque en la historia a la melancolía-acidia-tristeza, vinculadas familiarmente con la desesperación como hija-madre(Cfr, Agamben, 2001 27 ss), se le halla dado como uno de sus síntomas acciones de estancamiento corporal: epilepsia, tartamudez (Cfr, Panofsky 58). Como tartamudez, hay una palabra que se ha incrustado en el habla y que quiere ser dicha, que necesita ser dicha, donde el movimiento reiterado de esa tartamudez por decir la palabra muestra tal necesidad. Pero a diferencia de ella, que suele resolverse casi siempre a favor del verbo intersticial, en la desesperación melancólica dicho verbo se mantiene siempre en el intersticio, siempre a punto de salir y nunca dicho, siempre urgido y nunca satisfecho. Muere al morir en el atiborramiento ostentoso de las cosas, de las palabras, de los becerros.
    Mas ese mundo-cosa infinito habla la ausencia del Gesto, la pluralidad de su cuerpo es debida a la nada maleable de su espíritu. Por eso cuando habla su hablar es un hablar lo ya conocido. Todo ha sucedido en tanto que Nada puede suceder. Que quede claro que no se trata de que las particularidades de lo cognoscible son ya conocidas antes de conocerse. Se trata mas bien de que el régimen de su formación, y por ende su existencia como tal, ya son conocidas. Conocidas en cuanto ausencia gestual, conocidas en cuanto carencia constituyente. Para el desesperado, para el melancólico, todo gesto suyo, toda la potencia de sus ademanes conducen y señalan irremediable y profundamente al Abismo. Cada decir es un ya-dicho, o mejor, un no-ya-dicho. Tendría que destruir sus carnes cada palabra, cada sílaba, cada letra quizás en un frote furioso para que el abismo tenga animo de tierra (Sarduy). Por eso del mundo y la vida, de la realidad entera, él ya sabe, al ubicarse en el borde del Ser, todo (Cfr. Kristeva). Ya sabe todo porque es la nada de su saber, y la nada gestual la que le dominan, y su saber, así, es nada. Entre el todo (blanco) multicolor y la nada oscurísima, su saber logra la tonalidad grisácea de lo imposible, de lo mismo, de lo repetible y repetido infinidad de veces. Su cara reposa pesadamente sobre su mano (derecha). El gesto entero de su  rostro, el relajamiento terrible de sus miembros, parecen hacerle poseedor de la mirada tenebrosa de aquel que ya conoce todo, de aquel que sabe que todo es lo mismo desde siempre y para siempre. Ese saber mismo entumece sus miembros, su capacidad de movimiento se ve disminuida, razón esta quizás por la que se le recomienda viajar como terapia. Su participación en el mundo, debido al peso agobiante de su saber, ralentiza su movimiento entre sus congéneres. Si su hacer o no hacer no trae mas que la mismidad (de la ausencia en su famélico gemir), ¿qué podría empujarle a hacer algo? Si la multitud es lo idéntico-nada, ¿Qué diferencia haría cualquier movimiento suyo en cualquier sentido? Un mundo que se ha congelado nace en/con el melancólico. El infierno posee la cualidad azul de lo gélido (Cfr, Benjamin, 370), por eso se crea a su alrededor un reino absoluto de fuego para suplir su calor.  Atlas no se mueve con el peso del mundo en sus hombros, lo mismo este atlas lujurioso[1] que bajo el equipaje infinito solo le queda la cualidad de ser planta (Cfr. Salazar). Este azul paisaje es el azul titular del periodismo.


    La prensa ratifica los hechos en su repetición. Podría pensarse esto de ella en tanto mero juicio analítico, pero aún en su vertiente sintética (el periodismo de crítica presentando, por ejemplo, en los documentales) solo funciona como repetición autoconsciente. Determinado y delimitado hecho se presenta como informable (e informado), y este ser suyo es el único ser que conoce. En el caso del periodismo crítico dicho hecho es relacionado con sus causas, pero tales causas descansan en ser  ellas mismas hechos, en que no pueden, en la lógica periodística y no en cuanto su determinación ontológica, salir de su ser hecho. Lo particular de su información es que la prensa se posiciona, o al menos puede pensarse que esta es su pretensión fundante, como siendo una intervención sobre aquellas circunstancias que generan y hacen posible el hecho (bien sea en su vertiente analítica o sintética). Aunque el régimen de su discurso sea la información, ella pretende ser la aniquilación de dicho hecho, pretende intervenir en su génesis mediante la ostencion de lo generado. Supone que el acto de señalar implica una acción que modifica lo señalado. No solo se justifica este procedimiento en la apelación a un sujeto ávido de conocer (nuestro deber como periodistas es informar), sino que supone que su información es paso previo para una modificación de las causas del hecho, o que esa acción misma del informar es ya la modificación. Sin embargo otro es el panorama que se deja notar con los  reportajes. Mientras los medios de comunicación fundan su productividad en la capacidad de informaciones transmitidas, el índice de acción de los sujetos informados baja en igual proporción. La ostencion, en el doble sentido que ella viene implicando en nuestro contexto, no comporta en ella mas que la evidencia plástica de lo señalado. Pensemos que, en el animo de ganar claridad, la noticia es una fotografía. Una fotografía quiere encerrar en un espacio delimitado un cierto hecho (acción, lugar etc.). Mas su fuerza no reside sólo en aquello que puede ser visto en ella. Las disposiciones de los componentes fotográficos en sus diversas relaciones quieren dar a superficie algo que no se encuentra en su mero ser elemento y que sin embargo es ya ellos mismos. Esta es la distinción de Barthes entre studium y punctum. El primer término puede entenderse como significando

a kind of general, enthusiastic commitment . . . but without special acuity AGUDEZA. It is by studium that I am interested in so many photographs, whether I receive them as political testimony or enjoy them as good historical scenes: for it is culturally (this connotation is present in studium) that I participate in the figures, the faces, the gestures, the settings, the actions. . . . The second element will break (or punctuate) the studium. This time it is not I who seek it out (as I invest the field of the stadium with my sovereign consciousness), it is this element which rises from the scene, shoots out of it like an arrow, and pierces
me. (Barthes citado en Santer 74)

    El punctum no es una realidad que interviene en la fotografía y que le es ajena, sino algo que ya habita en ella pero que solo adquiría densidad en el ordenamiento de esa fotografía particular. No es la fotografía una prosa informativa tan sólo, aunque base su ser en dicha acción primaria. Por otro lado, el punctum de la noticia (de cierto tipo de noticia, veremos que en general se puede dividir en dos tipos) no es otra cosa que la tensión generada por el malestar de una situación injusta. El otra cosa de la noticia no depende de cada una de ellas, como en la fotografía, sino que se estabiliza en la posibilidad en la tensión que ella trae consigo. El ordenamiento de sus elementos, siendo ya de carácter tensionante, en el sentido que muestran la impotencia del individuo ante un grupo de situaciones que le generan el animo de intervenir sobre ellas pero que inmediatamente muestran en su ordenamiento particular y general su imposibilidad (así debería ser entendidolo 'injusto' por nosotros ahora, sin intervenir en su más amplio problema), no da paso a otra cosa que a esa misma tensión en un nuevo nivel. El más allá” de la foto es algo que está ya en ella misma y que, no obstante, ocurre en una realidad totalmente diferente. El milagro es ella misma. En la noticia ese más allá se queda en el ser el ordenamiento renovado de sus meros elementos empíricos, tensionantes, en que eso otro es el mero des-animo en el que cae el sujeto de la información agobiado por la ineficacia de su mera particularidad y por la cantidad excesiva de noticias.  El mas allá de la noticia es la muerte agónica del sujeto.
    Los actuales noticieros de televisión (colombiana) se basan en el manejo del tiempo como unidades discretas de recepción y emisión de contenidos. Cada noticia dura cierta cantidad de tiempo al aire (en general entre uno y tres minutos). Este es el tiempo del sistema informativo particular, y cada sistema informativo tiene diferentes maneras de lidiar con la ex-tensión del tiempo. Cuando una noticia excede con mucho el tiempo general del sistema informativo donde ahora sucede, suele deberse a cierta peculiaridad de la misma mas no a una modificación de la forma temporal en dicho sistema. Las noticias (colombianas) tienen en general dos focos alrededor de los cuales se mueven (con pequeñas variantes): violencia y chismes. En el primer foco debe considerarse como violencia no solo los asesinatos particulares, de actores armados legales e ilegales, sino también las formas mucho mas grandes y diversificadas de corrupción institucional. El segundo foco es el tipo de noticias sobre cualquier acción no violenta, que giran con énfasis entorno a la vida de las personas/instituciones. El periodismo crítico se desenvuelve prioritariamente en la primera esfera, en la cual pueden extenderse relaciones respecto a la vida los personajes (usualmente violentos) para establecer un panorama informativo mas claro en la elipse que ambos fabrican (Cfr. Salazar.). Los noticieros comunes, que son las acciones informativas que tienen mayor impacto sobre la ciudadanía, en la delimitación temporal de cada una de sus emisiones, dan para conocimiento del publico, en su primera y mas influyente franja, una gran cantidad de fenómenos de violencia que luego se ven puestos en su lugar por el otro foco. Violaciones, masacres, pero en lo que a nosotros mas compete, corrupción, irregularidades crecientes en los gobernantes, círculos de robos y  desfondamientos fiscales e institucionales.     Cada noticia de estas llena al televidente con una creciente y agobiante tensión. Todo está mal[2], y allí en el televisor descansa la evidencia de la descomposición. Al menos esto aparece en el primer plano de la reacción de la persona. Pero cada noticia es tan terrible PARA ESA PERSONA, y seguida tan rápidamente de una cantidad ingente de casos similares, que la tensión no logra encaminarse a lo que ella misma quiere, y que es lo que pretendía la informatividad en que se basan: ser final a dicha descomposición. Cada noticia tensiona de manera definitiva al espíritu de los televidentes y les arroja al menos a dos posibilidades. Por un lado, en cuanto que el tono de las noticias va mejorando mientras la emisión avanza, hasta finalizar con la franja del entretenimiento, los fenómenos informados desalojan su ser tensionante y se acomodan como a lo que ya siempre habían venido siendo: partes orgánicas del espectáculo, ídolo precipitado. La tensión generada por la violencia se desvía para satisfacerse descargándose en la risa relajada del chisme. Al fin todo era una simple broma (aunque muy amarga). La tensión que buscaba una aniquilación de lo que le tensionaba, finaliza en la detumesencia de la carcajada. Por otro lado, cuando cierto remanente odioso RELACIONADO CON EL GERMENDE DESCOMPOSICION QUE HABITA EN LA DIALECTICAse vuelve contra la lógica del espectáculo, al individuo la tensión ocasionada por la violencia se le descarga en una homogeneización de la realidad (morir a la muerte). La multitud de noticias, y quizás la descarnada experiencia del sujeto de que efectivamente nada ha cambiado, de que todo lo informado se ha quedado desde siempre en una mera información, siendo que usualmente esta homogeneización sucede a personas que cuentan con un numero significativo de años y que utilizan, no sin cierta grisacea justificación, su experiencia de que todo cambio es imposible, de que el mundo fue y será una porquería, experiencia que se corrobora una y otra noche con los titulares de los noticieros que vienen diciendo lo mismo desde su juventud, le dibujan un panorama político en donde todo es lo mismo pues todo es (mera) información, todo es el mismo (mero) hecho que invoca, convoca una rectificación de su ser hecho que simplemente queda estancada en él mismo, en donde las mismas soluciones a dicha mismidad se ven posteriormente cobijadas bajo ella. Si todo es lo mismo, y aquello que quería ser Otro se posiciona ahora como la Mismidad (si la URSS termina reviviendo el zarismo contra el cual se había presentado como opuesta), ¿qué razón tendría la persona para hacer algo? Solo puede informase e informarnos a través de su monótono Todo esta mal. Su movimiento político en el mundo se detiene hasta el punto que desaparece absolutamente cualquier salida a lo Mismo, e incluso la utopia no puede ser otra cosa que lo ya dado (Cfr. Rawls). Las incontables paráfrasis de Churchill (una mas: el que no sea revolucionario cuando joven esta tan equivocado como aquel que no es conservador cuando viejo) muestran la ligazón de ambas instancias, lo revolucionario y lo conservador, en un mismo sistema, haciendo parte de los dos focos de una elipse predominante (Cfr Salazar, ensayo). Así que la revolución de la juventud se justifica en cuanto conservaturismo futuro. Se queda estancado el hombre en el mero ser empírico de la foto, ya que el punctum colapsa ante el sistema tensionante que se genera, ante la imposibilidad de establecer relaciones no solo informativas que hagan colapsar la satisfacción autorreferencial de lo informado. La tensión no desaparece. Cada que nota una nueva noticia violenta, cada que la información le arroja al animo de su refutación definitiva y a su vez le muestra en el ordenamiento suyo y de sus relaciones la imposibilidad efectiva de su intervención, el fracaso de su ser ante la vehemencia de lo Mismo, al no aceptar ya el chisme, la tensión generada se satisface en el conocimiento absoluto que ahora posee sobre toda empresa humana. Aquello que le salvaba no puede salir a la superficie ya que las condiciones en que es dicho, esas de la información, se vuelven absolutas. Todo nuevo acontecimiento es ya viejo, en el sentido de que es ya conocido, en el sentido en que se basa en la mera informatividad del mismo. Para esta consciencia melancólica no hay nada nuevo bajo el sol. En efecto se informa, pero la información es información de esa Mismidad que se ha apropiado de todo el terreno. Y así el periodismo crítico se sumará a la gran cantidad de noticias que tenían cabida en la televisión, ya que dicho periodismo no es mas que prosa informativa, prosa del hecho, prosa tensionante cuya satisfacción no puede tener lugar en ella pero cuyas condiciones de satisfacción se hayan ya desmembradas.

    Así que tenemos un Gesto siempre desplazado, siempre puesto en el horizonte de toda gestualidad y cuyo ser garantiza ese ser suyo multivoco. Cada noticia, en su ser mero hecho, hace latir las condiciones de su negación, pero para sobrevivir, para asegurar su misma existencia, debe negar esa negación, o de lo contrario ella desaparece como noticia. La negación de la negación le arroja al ser positivamente vacío de su existencia. Pero le niega no entregándole a una nada abstracta, sino permitiendo la existencia de la negación como mudo malestar que inscrito en el movimiento del tiempo periodístico solo puede encontrar satisfacción a la negación en las dos salidas mencionadas. El ritmo informativo frenético de los actuales medios de comunicación no es casual. Ellos funcionan bajo el esquema de este ser del Gesto, es decir, del sutil movimiento del darle e impedírsele la presencia, que es lo que se nota, sobre todo, en la melancolía del televidente. Para colmar el ansia del gesto que les desespera, la noticia se torna lujuriosa, fabricando nuevos espacios sobre sí misma, rozando la piel de sus contenidos en el jadeo continuo de los titulares, siendo así un atiborramiento de un otro que era lo Mismo, convirtiéndose constante e incansablemente en viruta de sí misma. Pero como dicho Gesto no tiene su lugar apropiado allí en ese lenguaje, y como dicho lenguaje para ser sí mismo necesitaba del paradójico ser del Gesto, nunca podía aparecer allí mas que como esa lujuria. La lluvia incansable de titulares noticiosos; la aburrida cantidad de formas de la noticia; las infinitas fuentes de información; la repetición siempre incansable, pero ya cansada de los hechos; la ostencion de protagonistas etc. todo ello configura un ambiente de apretujamiento tal que parece siempre estar queriendo decir otra cosa que sin embargo no podrá nunca decirse en las noticias. Su exceso (cuantitativo) es el mismo exceso, como esperamos sea ya clara la relación, del desesperado que muere de muerte, que muere su muerte y su morir le coloca en la eternidad consciente de la nada. Muere sin morir en cada una de las noticias que le dan la esperanza de un otra cosa y que inmediatamente se la niegan. Muere rodeado por un espacio que se ha hecho infinito real en la densificacion autoparturienta de la pantalla. El cuerpo desmembrado, crucificado engolgotas inacabables, losorganos arrojados a la vida eterna de su desmembramiento continuo. Aquel que no ha sonreído con las noticias del entretenimiento y que se vuelve el ligero observador del mundo de la información (el fatidico ye sperado destino del sumeto Observador), deberá cargar con el peso infinito de millones de noticias (carga en su espalda con lo noticioso), carga en sus hombros con el planeta cerrado de la desesperación que ejerce presión en sus piernas para que sus movimiento continuamente se ralentizen y orgullosamente indique que la lentitud de su cuerpo es la experiencia juiciosa de un verdadero humano, para que la sangre roja con la que había nacido se convierta poco a poco en una sustancia viscosa y negruzca y a su corazón no le quede otra cosa que aceptar que sus latidos son continuos estertores de muerte.




[1] Luxus=exceso.
[2] Como otros problemas apenas mencionados aca, este tema del mal posee una historia que no tiene cabida ahora mismo, por lo que ese todo está mal debe leerse de la forma ya enunciada. Todo está mal, en cuanto todo lo que sucede y que cierta persona o grupo de personas consideran mal se basa en la idea de la ineficacia de su intervención como particulares en la corrección de eso que allí, frente a sus ojos desnudos, se presenta como mal. Todo esta mal no es una mera proposición informativa, es una petición que ha sido derrotada en su animo.

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