domingo, 10 de noviembre de 2013

El Fraude en la enseñanza de la filosofía en Colombia. (Por Carlos Coy)


Si no le enseñáis al pájaro a volar más alto,
enseñadle a que caiga mas rápido.
Nietzsche. Así habló Zaratustra


Pablabras Clave: Maestro, debe ser leido en terminos del buen educador. Profesor, en terminos de aquel contra quien en este escrito nos rebelamos.


Introducción.

   
Cuentan los biógrafos, que en el año 1928, en la ciudad de Frankfurt, un temerario estudiante de tesis postdoctoral presentó en su trabajo dehabilitaciónuna osada reinterpretación del marxismo a la luz del mesianismo judío, que el grupo calificador, -materialistasduros- catalogaron comoilegible, lo cual coartó de manera definitiva la plaza de profesor a la cual aspiraba dicho estudiante. ¿El nombre de la tesis?El origen del Drama Barroco Alemán, ¿Su autor?: Walter Benjamín. Un año más tarde, y...no muy distinto de la anécdota anterior, se escribe La Poética de Dostoievski, considerada una de las obras fundacionales de la estilística y de los grandes textos en la arena de la crítica literaria. Su autor, Mijail Bajtin pasó 40 años de su vida impartiendo clases de gramática en una apartada aldea siberiana, y la obra censurada por el gobierno de Stalin. Unas cuantas décadas atrás, Ritschl, el maestro de Nietzsche, calificaba al mismo demegalomaníayebriedadluego de darle a conocer el resultado de su trabajo iniciático denominado El Origen de la Tragedia, atacado y desacreditado virulentamente por la comunidad académica del momento. Dicha obra, muchos años después, por comunidades académicasmas doctas”, consideraron el texto citado como aquel que abre una manera por completo nueva de pensar: la visión trágica de la vida. Sobre esta disputa bastante irónica  a la luz de nuestros días... califica el prologuista y traductor Sanchez Pascual como...el ejemplo clásico del desconocimiento del genio () arquetipo de lo que sucede y sucederá siempre cuando, por un malentendido, chocan entre el filósofo (el verdadero filosofo) y el erudito.[1]

    Si bien he comenzado con un recuento de sucesos históricos en torno a grandes pensadores, entendiéndose quizá una mera recapitulación jocosa para luego exponer alguna tesis conceptual en torno al problema de la educación, en realidad lo que aquí se pretende es por entero lo contrario: la descalificación total del que hacer filosófico en Colombia, y en particular de la Universidad Nacional. Dicha postura agresiva y violenta, aunque se haga escuchar por una vía institucional, no tiene por meta sino lanzar públicamente el veredicto que desde el primer semestre de mi llegada a esta universidad he venido maquinado y fortaleciendo en torno a una academia decadente y que en pocas palabras, no sirve para absolutamente nada.[2] Las razones ya serán expuestas, pero de antemano me es importante precaver a quien me escucha, para que no a mis palabras un carácter de texto académico, sino más bien, de panfleto político.

     Pensemos entonces, ¿cuál vendría a ser el carácter ontológico en la enseñanza de la filosofía? ¿Es posible plantear dicha pregunta? Sin duda un hombre del común podría señalar que aquello a lo que se dedican los que estudian filosofía, es básicamente a pensar. Pero... ¿pensar en qué? Y ¿cómo nos acercamos a dicho pensar? De hacer la pregunta a un estudiante, probablemente nos la respuesta correcta: a partir de la lectura. Por lo cual, de la misma manera en que casi toda epistemología llega a un punto convergente, ineludible, a saber, cómo se corresponde un mundo con el lenguaje que utilizo para nombrarlo, podríamos decir que si hay un problema fundamental de toda academia filosófica, este se presenta en el ámbito de la lectura. ¿Qué leemos? ¿Por qué leemos lo que leemos? ¿Por qué estos libros en tanto que mejor...no otros? La cuestión de la lectura viene a ser de una relevancia tal que es en principio lo que nos permite plantear todo problema y toda crítica, pues es básicamente a partir de lo que leemos, de lo que allí se dice y de cómo asumimos lo que allí se dice, el pilar fundamental por el que comenzamos a adquirir una postura, a dar más relevancia a ciertas teorías que a otras... en fin, de donde extraemos la materia prima por la cual pensamos.
    Pero... si es a partir de la lectura por lo cual comenzamos a pensar filosóficamente el mundo, la pregunta fundamental que buscamos se deriva de la anterior: ¿puede realmente la lectura enseñar a pensar? y.. ¿Cuáles son los limites hasta los que llega el docente con relación a la lectura en toda pedagogía que se pretenda humanística? O mejor, evitando toda actitud políticamente correcta hagamos la pregunta: ¿Hasta qué punto los que enseñan a leer en tanto que a comprender los textos que se imparten, en realidad no castran la posibilidad de pensar filosóficamente de manera seria y contundente?¿Existe realmente esta labor de los docentes? Lamentablemente nuestro veredicto es un rotundo aprobado, y para ello, basta observar lo que exigen de nosotros, los estudiantes, a la hora de presentar un trabajo de grado:No se trata de elaborar una obra maestra o de legarle a las futuras generaciones los más profundos e íntimos pensamientos para luego pasar a la inmortalidad. Más bien, el estudiante debe concebir su monografía como un ejercicio académico que sigue los lineamientos básicos del ensayo final de un seminario.Habría que preguntarnos cuál hubiese sido el resultado de Benjamín o Nietzsche si hubiesen escrito lo que se esperaba de ellos, es decir, el comentario, la reinterpretación de algún concepto en algún filosofo de fama, etc.    

    Recurrente es en las academias de filosofía en Colombia el problema de cómo generar un pensamiento propio, pero nosotros afirmamos que mientras esta sea la actitud de los docentes en quienes recae la labor de la enseñanza de la filosofía, un pensamiento latinoamericano no será nunca otra cosa que un imposible. Bastante disiente es ya de por que lo mejor del pensamiento colombiano se encuentre representado por hombres que nunca pisaron un claustro universitario, pero no por ello exentos de una profundidad filosófica y existencial a la altura de muchos escritores europeos. Es el caso de Fernando Gonzales, Estanislao Zuleta... de quien al leer sus reflexiones no puede uno dejar de rastrear una rigurosa radiografía de la actitud facilista y pusilánime que adoptamos hacia la vida, las relaciones amorosas, la política y por su puesto la precaria educación que lejos de formar grandes hombres, ha boicoteado su surgimiento.

    Pasado ya un tiempo, charlando con un maestro, este me decía respecto a la relación del individuo con la escritura,siempre que escribamos algo, debemos hacernos la siguiente pregunta: ¿es este texto algo que yo leería?. Esto último nos lleva de nuevo al problema de la lectura, ¿cómo leemos? La respuesta es que no leemos desde un problema, sino desde una solución, lo cual convierte toda lectura en estéril pues la labor académica se resuelve en la pleitesía que rendimos hacia el docente que ilumina al estudiante respecto  al texto, y que el estudiante, convencido por esta misma pleitesía cree que no logra entender desde la soledad de la lectura.Pero...-decía una alumna- permitir cualquier interpretación nos llevaría a que se diga cualquier cosa sobre cualquier escrito, esto por supuesto, es una falacia, pues supone que existe una interpretacióncorrecta,objetivay no solo esto sino que el que posee la interpretación adecuada no es otro sino el profesor. Todo lo anterior nos ha llevado, en la lógica de la democracia participativa, a la pretensión de neutralidad, es decir, a la lógica cínica que prevé la inclusión del alumno aun cuando el docente crea fervientemente que sus intervenciones no son otra cosa que la torpe participación de la mente en formación. Por tanto, se crea una comunidad asegurada en sus metas, un poco mezquinas, que nunca se pone en duda a misma y a la cual se aplica perfectamente aquella reflexión que hiciera Zuleta en el Elogio a la Dificultad sobre la pretensión de las sociedades humanas por dogmas e ideologías que pudiesen dar cuenta de todo y solucionar todo problema y con la cual el estudiante se muestra bastante acomodaticio:El atractivo terrible que poseen las formaciones colectivas que se embriagan con la promesa de una comunidad humana no problemática, basada en una palabra infalible, consiste en que suprimen la indecisión y la duda, la necesidad de pensar por mismo, otorgan a sus miembros una identidad exaltada por la participación, separan un interior buenoel grupoy un exterior amenazador. Así como se ahorra sin duda la angustia, se distribuye mágicamente la ambivalencia en un amor por lo propio y un odio por lo extraño y se produce la más grande simplificación de la vida, la más espantosa facilidad.¿No obstante, se dirá, existe realmente ese exterior amenazador? ¿Dónde podemos encontrarlo? Podríamos atrevernos a decir que ese exterior se encuentra tanto en nosotros mismos, como en la sociedad que nos rodea. En nosotros -desde la interioridad atravesada por la ideología dominante- en la medida en que enmascaramos nuestra angustia mediante mecanismos de identificación que nos brindan una posición de aseguramiento. Se asegura el docente cuando habiendo alcanzado el cargo de profesor, no toma la vida como un problema, cuando habiendo realizado su doctorado en alguna universidad extranjera, cree así que el prestigio otorgado por un título lo deja exento de pensarse filosóficamente su propia existencia y la sociedad que le rodea. Se asegura el estudiante cuando habiendo alcanzado el cupo en la que se jacta de ser la mejor de las universidades de Colombia, cree así que se encuentra en la vía correcta -la que le dictan sus profesores- y se encierra en los límites físicos y mentales de los muros donde se discute con pretensión de rigor a Aristóteles, Kant o Hegel, o más patético aun, cuando siendo no otra cosa que el carga maletín del profesor, busca asegurarse las migajas de dictar en un futuro un curso mediocre y mecánico.
    De este modo, no solo con la filosofía sino con la vida misma confirmamos aquello que ya formulara Nietzsche en Aurora,existe la ilusión de haber leído cuando todavía no se ha interpretado el texto. Y esa ilusión existe por el estilo mísero en que se escribe, escribimos mal nuestras propias vidas y leemos pesimamente las ajenas y a nosotros dentro de ellas. Leemos mal cuando somos indolentes a una realidad de guerra y desangre, o quizá, no queremos leer dichas realidades por el temor a encontrarnos con la ineludible responsabilidad de deber actuar.

¿Del pensar y el Leer: Dos caras de la misma vida?

    Decía Heidegger, que para el hombre,lo ónticamente mas cercano y conocido es lo ontológicamente más lejano, desconocido y constantemente pasado por alto en su significación ontológica[3]. En esta afirmación, podríamos aventurar, se condensa el problema de la filosofía. En efecto, todo ser humano se capta a mismo como un ser existente, pero esta captación en tanto que mero ente, que se halla asegurado en una identidad otorgada por la cultura, el lenguaje y las relaciones sociales que entabla cada quien, nos mantiene velado el problema de nuestra propia mismidad, es decir, de nuestra significación existencial en la vida. Me atrevería a decir que toda indagación filosófica -de pretenderse tal- no puede perder nunca de vista este norte. Que si el lenguaje nombra en efecto un mundo o es simple artilugio, que si somos sujetos históricos dentro de un sistema de explotación del hombre por el hombre, que si el pensamiento nos puede dar un conocimiento de la verdad y lo real... todos estos problemas deben tratarse con miras a esclarecer esta condición fundamental. Desde el pensamiento antiguo, hasta Nietzsche, la filosofía no ha hecho otra cosa que tratar de indagar en esto que Heidegger denominaba como el ser-para-la-muerte, y de allí se han desenvuelto todas las epistemologías, las filosofías éticas como la epicúrea o la estoica, o nociones de felicidad tan paradigmáticas como las de Nietzsche o Sartre.

     En este sentido, toda lectura es un proceso de búsqueda, con miras a solucionar una cuestión primigenia. Es de este modo que si la lectura se asume como una solución, pierde inmediatamente su carácter brutal y transgresor, la capacidad para afectarnos en la medida en que nos plantea un debate, en que nos genera un ponerse en entre dicho. De la misma forma en que al hacer una rápida lectura de los métodos de enseñanza en el bachillerato, comprobamos el absurdo que implica enseñar libertad en teoría, pretendiendo la educación como un proceso para la democracia y la igualdad, mientras a su vez se incentivan valores de competencia y egoísmo, no se puede enseñar filosofía en teoría, sino que esta debe ser una herramienta que nos permita reinterpretar lo ya interpretado en la tradición de la cultura, pero siempre con la intención de ponerlo en cuestión.

    Es esta falta de cuestionamiento en sentido crítico lo que vemos como una falla constitutiva de la enseñanza de la filosofíaEntiéndase critica en sentido Kantiano, sacar a la luz lo oculto para hacerlo público y en sentido Foucaultiano como el arte de no dejarse gobernar-. De este modo, aquella afirmación de Freire cuando decía que hemos de leer primero el mundo antes que la palabra tiene aquí una gran actualidad. De seguir reproduciendo la lógica del hombre atomizado, guiado por sus intereses egoístas y utilitarios, a saber, un conjunto de estudiantes y profesores desconocidos los unos para los otros en sus realidades sociales y personales, donde a nadie interesa leer lo que sus compañeros escriben, es quitarle el carácter subversor a la academia como espacio de comunidad que tiene algo que decir ante la realidad que nos ofrece el mundo contemporáneo.

    Esta actitud, por supuesto, se encuentra mediada por el papel en el que se asumen los docentes ante sus estudiantes: es decir, bajo la lógica del siglo XIX, en donde quien se paraba enfrente era una especie de iluminado que irradiaba con su sabiduría al sequito de iletrados e ignorantes que le escuchaban, modelo que hoy en día se encuentra por entero rebatido y que se manifiesta incluso a nivel arquitectónico en la inversión del claustro académico, donde el lugar del docente se encuentra en un nivel inferior al de sus oyentes. Esto que afirmo no es mera palabrería, pues ante la interpelación ante un docente de este departamento a quien lancé el reclamo de que la forma en que se asumía la lectura era un irrespeto con el estudiante en la medida en que de antemano lo consideraba incapaz para comprender lo que allí se decía, contestó las siguientes tristes, y patéticas palabras:  “Esto no es una suposición, es el principio básico de toda educación: hay un alumno que no tiene aún la formación suficiente para entender ciertos textos o conceptos (en el caso de la filosofía) y profesores que le dan armas y le ayudan a emprender ese camino. ¿Qué otra cosa espera usted? Eso no es irrespeto, es el principio elemental de la formación.¿No son acaso estas retrogradas posturas ante la enseñanza lo que lejos de permitirnos pensar, nos impiden activamente que pensememos? Ante dicho comentario habría que observar la simetría de la pedagogía en la filosofía con la lectura que el artista uruguayo Luis Camitzer hace de la enseñanza del arte:Enseñar a tener ideas ciertamente requiere bastante más que transmitir información. El profesor tiene que reubicarse y abandonar el monopolio del conocimiento para actuar como estímulo y catalizador, y tiene que poder escuchar y adaptarse a lo que escucha.[4] La posición del citado docente es lo que Heidegger denomina en la Introducción a la metafísica como la noción que tiene del saber el entendimiento vulgar, que considera quelos que saben no necesitan aprender, puesto que ya han aprendido...No;-dice Heidegger- sólo sabe quien entienda que constantemente tiene que volver a aprender y quien basado en esta comprensión, sepa, ante todo, que siempre puede aprender. Esto es mucho más difícil que poseer conocimientos[5]...ahora, no es bastante diciente, rayando en la ironía, que posturas tan retardatarias, provengan de docentes que precisamente dictan cursos de Heidegger? Esto me recuerda por cierto aquella vez que ante un problema de lógica, algun estudiante trajera a cuento algo que opinaba Borges respecto a la cuestion tratada, obteniendo meramente como contraargumento del docente el vil y ruin recordatorio de que “Borges no era filósofo”. ¿Puede haber acaso mayor manifestacion de estupidez e ignorancia? A todos estos docentes, que abordan de manera tan nimia la lectura y el arte de la ensañza, habria que recordarles aquel homenaje a su auditorio que tributa el gran erudito argentino en el prologo de sus conferencias: “Como la lectura, la clase es una obra en colaboracion y quienes escuchan no son menos importantes que el que habla.”[6]
    Es de este modo, como podemos comprobar que no basta con haber leído en grandes cantidades para asumir una posición critica o de pensamiento en términos del pensador, o mejor, no es otra cosa que la comprobación de aquella afirmación que le escuchara a un maestro hace algún tiempo:hay personas que han leído todas sus vidas sin haber comprendido una sola palabra, que confunden el rigor exegético, con el rigor crítico, donde -apropiándonos de una analogía de Camitzer- es como si en un escrito se valorara mas la caligrafía que el contenido de lo dicho, aquella postura que pretende encontrar el sentido objetivo de un concepto pero que no interioriza, no lee entre líneas lo que el autor nos quiere decir, quien no se deja afectar, perturbar por lo que allí se está tratando. Este tipo de individuo, es aquel que Sartre en la Nausea caricaturiza en el personaje del autodidacto, el humanista que vive por entero a partir de los libros, quien es incapaz de aceptar una idea como valida o importante a menos que otro la haya pensado previamente. Es de este modo, como se cae en la trivialización del pensamiento, pues solo se lo concibe como un constructo teórico que no está relacionado con el mundo en que vivimos a un nivel vital, no se lee a un autor como Heidegger o Nietzsche cuando se escribe en un tablero: 1. Ser para la muerte. 2. Angustia. 3. La mundanidad del mundo. Es precisamente a esa metodología a la que se refiere Zuleta, cuando dice queese es el modelo desgraciadísimo y que nos produce el efecto de una lectura obsesiva. El obsesivo quiere orden; cada cosa en su lugar dice el ama de casa obsesiva, la neurosis colectiva del ama de casa lo manda así: el aseo. el orden, los pañales, cada cosa en su lugar y un lugar para cada cosa. Y así quiere uno leer también: primero tengamos esto claro para poder seguir, porque cómo vamos a seguir si no tenemos eso claro. Esto es falso, pues precisamente los problemas se esclarecen después; es necesario seguir, plantear los problemas, volver, en síntesis, trabajar. ¡Qué cuentos de detenernos! ¡No! La lectura es riesgo. La exigencia de rigor muchas veces puede ser una racionalización, el temor al riesgo hace que la lectura sea prácticamente imposible y genera una lectura hostil a la escritura cuando lo que debe predicarse es exactamente lo contrario; que sólo se puede leer desde una escritura y que sólo el que escribe realmente lee.[7]
   Pero no nos detengamos, haciendo homenaje a aquella idea de Benjamín de mostrar la subjetividad en la cita consideremos esta otra del mismo filosofo colombiano:La educación, tal como ella existe en la actualidad, reprime el pensamiento, transmite datos, conocimientos, saberes y resultados de procesos que otros pensaron, pero no enseña ni permite pensar. A ello se debe que el estudiante adquiere un respeto por el maestro y la educación que procede simplemente de la intimidación. Por eso el maestro con frecuencia subraya:Usted no sabe nada;todavía no hemos llegado a ese punto;eso lo entenderá o se verá más adelante o el año entrante; mientras tanto, tome nota;esto es así porque lo dijeron gentes que saben más que usted, etc..
    Lo que se enseña no tiene muchas veces relación alguna con el pensamiento del estudiante; en otro término, no se le respeta, ni se lo reconoce como un pensador.[8]. Exacto, ¡no se le respeta! Lo cual es el producto de una ideología que concibe la división del trabajo como síntoma de eficacia y productividad, cuando desde los griegos sabemos que la filosofía no es otra cosa que la libertad de pensar sin más reglas que las que el mismo pensamiento se impone. Esta es una gran distancia que la mentalidad posmoderna posee de la antigua, hoy podemos encontrar gran cantidad de academias de filosofía, en una pequeña ciudad de Colombia probablemente hayan más estudiantes de filosofía que los que encontraríamos en toda Atenas, pero la diferencia estriba en que en aquel entonces lo que habían no eran estudiantes sino filósofos, como bien no lo muestran los diálogos Platónicos, en donde sin ser Menon o Cratílo los más grandes pensadores, establecían conversaciones filosóficas con Sócrates en términos de igual a igual. Nuestra actitud es por entero la contraria, la suposición implícita de que aquello que estudiamos fue el producto del pensamiento de hombres a los que nunca llegaremos siquiera a pisarles los talones. Dicha actitud se ve ejemplificada por infinidad de comentarios de clase o argumentos de docentes tales comola pretensión de creatividad, ante un escrito innovador o.. “¿es que acaso usted quiere ser Nietzsche?.
    Un caso particular que ilustra lo grave del asunto, es el panorama de un compañero haciendo una crítica a la metodología como en varios puntos hemos señalado, obteniendo como respuesta del docente, la invitación a cancelar el curso o en su defecto, a abandonar la universidad dado que el estudiante no se encontraba cómodo con lo que consideraba una fuerte deficiencia en la enseñanza. Esto una vez más, ilustra que muchos de nuestros docentes no ven en lo que hacen el carácter dinámico y subversor que implica el conocimiento superior, sino por el contrario, como con la cultura, la reiteración repetitiva de un saber establecido en aras de su conservación. Esto, quizá sea a su vez el resultado de lo que podríamos denominar la falta de interdisciplinariedad del pensamiento. Si no existe un nexo relacional con los contextos históricos, sociales y políticos, el estudio de la filosofía se convierte no en otra cosa que un mero campo teórico en donde se lee el texto, por el texto y para el texto, lo cual es un completo sinsentido, pues la teoría se construye en aras de la interpretación de la realidad ¿para qué otra cosa si no?. Así pues, de la misma manera en que como dice Zuleta, Nadie ha llegado a saber marxismo si no lo ha llegado a leer en una lucha contra la explotación, ni psicoanálisis si no lo ha leído (sufrido) desde un debate con sus problemas inconscientesNi si quiera -dada la tendencia analítica de este departamento- podemos leer filosofía del lenguaje si no nos afecta el problema de cómo el lenguaje configura la manera en que no solo veo el mundo, sino lo que siento respecto al mismo en mis relaciones sociales y personales. De otro modo el único resultado posible es el de un cumulo de estudiantes aburridos tres horas tratando de memorizar las teorías de Feldman o de Putman para presentarlas en un examen. Esta actitud cerrada, de cabestro, la necesidad de sentirse seguro en un aferrarse al texto lo puedo ilustrar con un ejemplo.
    En una exposición del pensamiento de Kripke, lancé la pregunta de que si en efecto, la palabra es el resultado del cumulo de rasgos descriptivos subsiguientes al bautismo primigenio, cómo escapar a la objeción de que a fin de cuentas en el mundo empírico, siempre podía aparecer un ejemplo que contradecía el concepto, y para fortalecer la pregunta me valí de la siguiente cita de Slavoj Zizek:

Aun cuando esos cuasi-unicornios correspondieran perfectamente al conjunto de rasgos descriptivos que comprende el significado de la palabraunicornio, no podemos estar seguros de que ellos fueron la referencia original de la noción mítica deunicornio -es decir, el objeto al que la palabraunicornioquedó sujeta en el bautismo primigenio... ¿Cómo pasar por alto el contenido libidinal  de estas proposiciones de Kripke? Lo que está en juego aquí es precisamente el problema de la realización del deseo: cuando encontramos en la realidad un objeto que tiene todas las propiedades del objeto fantaseado del deseo, necesariamente quedamos a pesar de todo algo decepcionados; tenemos la vivencia de un ciertoesto no es; llega a ser evidente que el objeto real finalmente encontrado no es la referencia del deseo aun cuando posea todas las propiedades requeridas[9]

     La respuesta inmediata del docente fue una rápida consideración de mi objeción, pasando a la ridiculización de lo dicho, diciendo que le era imposible saber si los ejemplos de Kripke eran el producto de algún trauma de infancia. Ante este panorama, cabria preguntar: ¿requeriríamos acaso de un conocimiento profundo de la teoría lacaniana para considerar el contraargumento de Zizek? Si rápidamente se nos muestra cómo a lo mejor una pregunta filosófica está fuertemente viciada por una condición psicoanalítica, es más, incluso podría aventurar que de fuerte raigambre metafísica: la necesidad del hombre occidental por aprender lo real y dar el!Eureka!de haberlo encontrado, no veo en qué sentido el problema sea tan fácilmente reducido y pasado a la trivialización. Lo anterior, por el contrario se supone que es el resultado de una fuerte preocupación interior por el problema del lenguaje, pero combinar disciplinas parece una herejía. Se objetará que hablar de psicoanálisis no es oportuno... pero, ¿realmente no lo es? Aquel maestro que ya he citado, nos decía en una ocasión: la inteligencia  no es genialidad, la inteligencia es la capacidad para conectar y relacionar ideas. Y si los docentes buscasen minimizar esta critica bajo el recurso de que el psicoanálisis no es el fuerte de dicho docente de Lógica, simplemente confirmaríamos que la filosofía no es el resultado de una indagación de talante universal, sino una herramienta, el conocimiento instrumental como objeto de poder para la legitimación dentro de una comunidad académica. He allí por qué el docente de filosofía no es un interventor, ni en lo político, ni en lo social, ni en lo puramente personal. Comprobamos -una vez más recurriendo a Zuleta- cómo los docentesmuchas veces están muy determinados por el oficio de profesores de filosofía, que los conduce a la especialización en un tema muy circunscrito y a tratar de agotarlo () Como tales se pueden especializar y siempre tienden a hacerlo. Pero eso es optar por la vía de la facilidad. Lo que hacen es tratar de dominar un cierto tema y transmitir lo que van produciendo, pero sin un compromiso personal[10] Así pues, es realmente cierta aquella perorata nauseabunda que algún vez lanzase un profesor respecto a que la filosofía es 99% trabajo y lectura y un 1% de inspiración y pasión? Donde este suponía que dada mi crítica a la pedagogía probablemente hubiese encontrado sumamente aburrida una clase de Heidegger o Nietzsche? En donde dado que- a mi parecer con la modestia que también caracterizaba a Borges o a Sócrates, el autor manifestaba a sus alumnos al inicio del curso que estábamos trabajando, que de estar buscando pensamientos que les conmoviesen el corazón estaban entonces en el lugar equivocado. ¿Me pregunto entonces? ¿Sólo por que el autor hace dicha advertencia, inmediatamente no puede entonces el texto conmovernos? Esto por supuesto manifiesta lo que hablase al principio aludiendo a aquel personaje de Sartre, la absoluta incapacidad de considerar una idea sin que otro la haya pensado previamente. Todo lo anterior es por supuesto una gran ironía, en la medida en que el texto tratado era precisamente un curso de Heidegger, lo que ya entraña de por una dinámica de clase del pensar por mismo. Y de suponer por un momento que fuesen ciertos aquellos aprioris como que el maestro tiene los conocimientos y las herramientas que el estudiante aún no posee, o que la filosofía es 99% trabajo y un 1% de inspiración genial, la crítica se sigue sosteniendo, pues al rondar nuestros docentes una edad entre los 40 y los 50 años, ¿dónde están entonces los resultados? ¿Por qué insisten en proseguir repitiendo una y otra vez los mismos textos en los cuales se especializan? ?¿Por qué sus únicas producciones intelectuales son meros comentarios de autores de fama que nadie- inclusive la comunidad filosófica- si quiera lee? El problema de la interpretación entraña así un gran equivoco, pues se parte del principio de que en la medida en que se comentan los textos se interpretan, lo cual por supuesto se encuentra sumamente alejado del sentido que en este escrito queremos dar a la interpretación. Así, los seminarios, son solo cursos de comprensión de lectura y de exegesis mediocre, una ponencia se reduce a repetir lo ya leído atravesada por la falsa ilusión de que comentarlo y dar vueltas infinidad de veces entorno a un mismo concepto es lo que significa el carácter crítico de la lectura. Pero precisamente es ese falso sentido de lo crítico lo que aquí pretendemos desmontar.

            ººº

     Cuenta Holderlin, en un bello poema, que luego de rondar el águila por las mas inhóspitas alturas, desidiose descansar en la cumbre más alta del mundo, al poco tiempo, sintiose una extraña molestia en una de sus patas, y al mirar hacia abajo, se encontró con que un gusano surcaba por entre sus dedos. El águila entonces le preguntó: Y tú, que eres tan solo un gusano, ¿cómo has logrado llegar a la cima más alta del mundo? El gusano, pasivamente alzó la mirada y con ligero desgano contestó: Pues así, arrastrándome.
     Esta metáfora ilustra el punto más importante que queremos señalar y es que... en la vida, un hombre puede llegar a cualquier parte...así, arrastrándose, pero de qué sirve si es absolutamente incapaz de contemplar la totalidad del paisaje? Nuestra invitación es a que veamos la totalidad del panorama, a que dejemos de arrastrarnos por los textos y por la legitimación que los controles decalidad” -un término mercantil por cierto- nos dictan lo que significa triunfar en el ámbito de la disciplina que estudiamos, a que nos atrevamos de una buena vez a asumir lo que significa una vida crítica, y la pasión que debería de significar la libertad de pensamiento que quizá a muchos nos han robado. A darnos cuenta cómo esta forma de pensar es fuertemente funcional al sistema, los estados no quieren sujetos críticos con sus políticas, ni con sus reformas ni con sus guerras. Luego de cuatro años de estudiar filosofía, creo que muchos de nosotros no hemos tenido nunca la oportunidad de librar una discusión entorno a los problemas de la sociedad Colombiana, de la guerra, la desigualdad etc. Ahora, en medio de unos diálogos de Paz que pretenden poner fin a un conflicto de más de medio siglo, ¿donde están los estudiosos de la filosofía? ¿Qué tenemos que decir? Al parecer nada, la realidad no parece lo suficientemente buena como para que nos detengamos a pensar en ella. La filosofía analítica tiene por resultado el nefasto carácter de la despolitización y con ello el peligro de caer en la reacción, pero ni siquiera una reacción que se apropia de una postura política, sino la reacción inconsciente de serlo. Es de este modo, que de la misma manera en que el llamadogustoen la contemplación estética se lo cree ingenuamente como un ejercicio de la subjetividad, y su homologo, la interpretación falsamente pretendida rigurosa que cree  a la historia, la sociología, el psicoanálisis etc. disciplinas de poco interés, no nos damos cuenta como tanto el gusto en la contemplación del arte como la interpretación son construcciones sociales sujetas a ideologías colectivas y a la influencia que ejercen sobre nuestra experiencia personal. Así, caemos en comentarios de tal patetismo como que La Política de Aristóteles es una obra que no le compete a filósofos sino a politólogos, o ante el panorama de un Paro Nacional el reclamo de estudiantes obnubilados por el esnobismo y la estupidez a ultranza quienes demandan que si a la universidad vienen a ver sus tres horas de Aristóteles, estas no tienen por qué ser entorpecidas por circunstancia alguna. No Señores... como muchos lo sabrán pero pocos lo entenderán:El Ser es uno, pero se dice de muchas maneras.
    A modo de reflexión, ¿es realmente valido ante el panorama planteado la conservación de departamentos de filosofía que lo único a que se dedican es a obnubilarse unos a otros creyendo que el lenguaje complejo y los tecnicismos lingüísticos son síntoma de profundidad?
    No hay tal filosofía Romántica como señalaba alguna vez un docente en torno a un debate sobre la rentabilidad de nuestra disciplina, hay filosofía, punto. Ni siquiera Wittgenstein quien se lo enseña como un pensador frio, meticuloso y profundamente analítico, pudo producir su pensamiento sin estar atravesado por una profunda angustia ante la existencia que se manifestaba con su fuerte propensión al suicidio o a la incapacidad de dejar de pensar en medio del campo de batalla, o Hume quien al final de su primer libro en el Tratado de la naturaleza humana realiza una confesión personal del problema existencial que le generan sus ideas, al punto de sentirse temeroso de salir a la calle a enfrentar el mundo cotidiano de los hombres. De este modo, quizá la academia de filosofía es una gran confirmación de aquello que soltara Cioran en una entrevista de 1982 ante la pregunta de cómo la filosofía escamotea el dolor y la muerte:

Podemos decir que la filosofía está, en el fondo, disociada; se ha convertido en una actividad por misma. ¿Qué significa eso? Que antes incluso de haber abordado  un problema, toma la palabra y cree, así, decir algo sobre la realidad. El queinventala palabrarevelaa veces la realidad, pero, en mi opinión, no es ésa la vía adecuada: puede ser extraordinariamente peligrosa. Por eso creo que en filosofía no es necesario inventar sin cesar palabras nuevas, términos técnicos. Nietzsche no creó palabras, sin que por ello resultara empequeñecida su obra. Muy al contrario: esa tecnificación es el gran peligro de la filosofía universitaria y es lo que la aleja de las cosas.p82

    De este modo, deberíamos aprender más el arte de pensar por nosotros mismos que el de reproducir,un escritor que no enseña a otros escritores, no le enseña a nadieafirmaba Benjamin en el autor como productor, y con ello no quería significar la reproducción de un pensamiento sino la apertura de sentido que potencie la capacidad del lector. Lo cual no debe entenderse en términos de la técnica sino del compromiso, el proceso de la conciencia social y la escritura con miras a un mejoramiento de la sociedad.

2. Marxismo, Existencialismo y Posestructuralismo, tres campos prohibidos.

     Luego de salir de un seminario de filosofía antigua con un profundo sentimiento de frustración escribí lo siguiente:
    “Sólo me interesan los filósofos que han llevado una idea al extremo, aquellos que encontrando la verdad de una idea, tienen el coraje de llevarla hasta sus últimas consecuencias. En el lado anverso, tenemos profesores, personas para quienes todo pensamiento es discutible y relativo, incapaces de comprometerse en nada, haciendo de la filosofía un mero medio de subsistencia y prestigio social, y no en lo que debería constituirse todo pensamiento honesto: una cuestión de vida o muerte.
    Esto por supuesto no debe entenderse en un sentido de sacrificio personal en torno a causas políticas donde la vida se vea comprometida. Quiere por el contrario subrayar el carácter transformador que debería implicar el pensamiento filosófico. Son muchas las personas en la academia o del común quienes en una conversación cualquiera se molestan con la cita, el epígrafe o la referencia a un autor de fama, lo cual, sólo manifiesta la incapacidad de la mayoría de personas para tomarse en serio la lectura y la transformación de la vida personal que debería conllevar la misma. Algo similar parece ocurrirnos a nivel profesional, pues la filosofía se constituye -como ya hemos subrayado en varias ocasiones- en un mero saber teórico que no se relaciona en ningún momento con el mundo en que vivimos.

   Un gran pensador o escritor, es aquel que su obra misma, nos despierta la inquietud de su propia vida. Un individuo que llega a concebir la idea del superhombre, o que reconsidera el mito estoico del eterno retorno, o que lanza la máxima de queel hombre es libre, responsable y sin excusas, es siempre un hombre que nos llevara a indagar por la vida detrás de la obra. ¿Resulta acaso interesante indagar por la vida de Fregue, o de Chalmers?, sus producciones son obras meticulosas, grises, frías, y por tanto sus vidas no despiertan curiosidad. En el primer caso, son vidas pasionales, intensas, que exudan sangre y profundos sentimientos, tal como sus libros. De este modo, sus biografías resultan tan instructivas como sus textos. Ya decía Nietzsche que no hay mejor maestro que aquel que predica con el ejemplo. En este sentido, casi todas las filosofías son tarde o temprano una justificación de las vidas de los filósofos.
    En este orden de ideas, ¿no resulta evidente entonces, después de todo lo que hasta ahora hemos expuesto, el rechazo tajante, la distancia sospechosa con tres ramas del pensamiento filosófico? A Saber, Marxismo, existencialismo y posestructuralismo? ¿Cuál es el temor que entrañan dichas filosofías? Digámoslo sin más preámbulos: la exigencia de un compromiso. La razón por la que estas ramas del pensamiento resultan tan incomodas, es porque nos es imposible leer El Capital sin dejarnos perturbar por la manera en que se ha configurado y legitimado el capitalismo, del mismo modo no se puede leer El Ser y la Nada o la literatura de Sartre, sin caer inevitablemente en el carácter de la propia vida como libertad y responsabilidad, la ineludible necesidad de honestidad con sigo mismo y con los demás. Por último, el posestructuralismo, quien discute a la interpretación que cree que hay signos desprovistos de la violencia que los agencia, signos que existirían originariamente, como señales coherentes y sistemáticas que expresan un pensamiento transparente, resulta brutal y transversalmente incomodo en la medida en que nos revela cómo todo pensamiento que se pretende neutro y objetivo, cuando razona y toma la palabra, se encuentra atravesado por ideologías, nociones de verdad, de razón,  y de moral que son por entero históricas y contextuales.

    El grave problema con estas filosofías, es que parece, silenciosamente existir un rechazo no a partir de la contra-argumentación, sino del estereotipo. En esa necesidad burguesa de sentirnos por encima de las demás disciplinas, con una aparente visión progresiva del pensamiento, rechazamos la mera posibilidad de ser tachados de izquierda insensata, (sello bastante común a la universidad nacional) u ortodoxos trasnochados, incentivado por el estudio de autores de izquierda. En cuanto al existencialismo, en un afán de ser mas contemporáneos, se rechaza este pensamiento por miedo al estereotipo del filosofo bohemio y sufriente, pero de nuevo sin nunca existir la contra argumentación. La gran ironía que subyace a estas ya clásicas posturas de nuestros docentes, es que en ese relativismo o la incapacidad para comprometerse con “la verdad” subyace precisamente la condición típicamente posmoderna, pero al parecer con un desconocimiento, si no total -lo cual los convertiría en cínicos- al menos muy precario de los aportes que autores como Foucault, Barthes, Umberto Eco, Deleuze, Gastón Bachelard, han realizado  a el estudio de las humanidades. ¿Cuál es la posición entonces que suele caracterizar la manera de abordar la lectura? Una postura por entero viciada del método analítico, donde se cree que en el mismo texto puede uno inferir un marco de referencia que de luces sobre una cuestión, lo cual lleva a dejar a un lado precisamente que en el problema del pensamiento existen siempre variantes de carácter moral, psicoanalítico, político e histórico que empapa al pensamiento del autor. Es precisamente esta característica lo que nos lleva a caer en ingenuidades de tal magnitud, como que la reforma a la ley treinta no privatiza, puesto que en ninguna parte lo dice explícitamente, o que la razón por la que el gobierno ha recortado el presupuesto para investigación y posgrados, es simple y llanamente, porque hoy en día el costo para estos recursos se ha incrementado desaforadamente... dos comentarios de dos profesores de este departamento en las mesas de discusión en torno a la lectura de la pretendida nueva Ley de educación. Así, el rechazo al marxismo por ejemplo, reiterando, no ha partir del desmonte de sus argumentos, termina manifestándose a través de comentarios cortos pero contundentes que cumplen el papel de ideologizar al estudiante. ¿Cual ideología? La de que nunca se atreva a acercarse al pensamiento de izquierda y con ello, que no asuma posiciones realmente críticas sobre su propia educación, el modelo económico etc. Ya decía Freire en La Educación como practica de la libertad, “No existe educación fuera de las sociedades humanas y no hay hombres en el vacio” Si esta premisa es cierta, la actitud de la filosofía analítica resulta sumamente anti-ética, y mas en un país como Colombia. ¿Cómo desconocer el hecho de que incluso el pensamiento autodenominado “a-político” es ya de por si el resultado de procesos por entero políticos? ¿Procesos que se encuentran inmersos en un sistema de educación pública, educación que está financiada con los impuestos de esa sociedad de quienes con nuestra actitud manifestamos indiferencia antes sus problemáticas? Esto es delicado, sumamanente delicado.

    Asi, la relación que podemos establecer con el rechazo a las tendencias filosóficas mencionadas, sólo manifiesta como ya hemos dicho y valga la redundancia, la falta de compromiso de quienes trabajan con el pensamiento filosófico. Esto lo considero grave, pues lejos de ser el relativismo y la capacidad (¿incapacidad?) para discutir distintas posturas un incentivo al dinamismo del conocimiento, por el contrario lo frena, lo aletarga, y nos lleva es a que en vez de asumir una postura y establecer una posición con respecto a la realidad que nos estalla cada día a la cara, nos quedemos en el mero espacio de la discusión que constantemente da vueltas sobre sí misma sin llegar a ninguna parte. ¿Cómo desconocer el carácter ideologizante de dicha mentalidad? Es precisamente Foucault quien nos muestra cómo, a diferencia del poder de la soberanía, “espectacularmente violento, el de la disciplina es ligero, humano, e insidioso, precisamente porque se ejerce invisiblemente mediante discreta vigilancia y no por abierta coerción.”[11] Es debido a este tipo de razones, donde surge el rechazo a lo que alguna vez escuchase nombrar como el “acaloramiento de las discusiones”, creyendo que esto daba paso a la mera habladuría o en su defecto al vicio de la pasión sobre la razón, concepción bastante platónica por cierto, y quien el filósofo español Eugenio Trias desmontase al mostrarnos cómo en toda racionalidad está siempre implícita la pasión y viceversa, y que por otra parte, una vez más, devela el carácter intrínseco de la ideología hegemónica que nos habla de participación y tolerancia.

    Solo por poner un ejemplo que quizá ilustre lo nefasto de dicha ideología... ¿acaso por el mero hecho de que alguien argumente que la tauromaquia es un arte, debo tolerar así la tortura de animales? Por supuesto que no, y en estos campos se puede afirmar que es ético ser dogmatico e irreductible. Radicalismo no es siempre sinónimo de ceguera intelectual, y he allí por qué inicié este apartado con dicha reflexión sobre la radicalidad de las ideas. El pensamiento y la reflexión me han mostrado muchas cosas, pero una bastante importante es ese viso de irracionalismo que atraviesa a la razón, esa poética que los espíritus mediocres luchan todos los días por arrebatarle al mundo. “El sufrimiento -decía Dostoievski en las memorias del subsuelo- es la única causa de la conciencia” ¿Podría haber acaso una aseveración mas clara, y a su vez menos comprendida? Guardando las proporciones, pero manteniendo la analogía, decía Zizek en Wall Street: “Algo falla en un mundo donde te prometen la inmortalidad, pero no se puede gastar un poco más en el sistema de salud”. Del mismo modo, algo falla en una educación que se conforma con el mero campo teórico, pero que no dice nada respecto a los falsos positivos, el desangre de la guerra, el problema de la tierra, la exclusión en el sistema educativo y en la tan desigual distribución de la riqueza. ¿No tendría también razón Zizek  cuando decía en el Sublime Objeto que “una ideología en verdad triunfa cuando  incluso los hechos que a primera vista la contradicen empiezan a funcionar como argumentaciones en su favor”[12]? Si algo nos enseña el existencialismo a la luz de nuestros tiempos, es que estamos perdiendo las virtudes de vivir la vida de manera apasionada, la capacidad de realizarnos siempre como proyecto y de sentirnos responsables y satisfechos con quienes somos. La universidad, es el campo donde podemos realizar algo “ilegal” sin el temor al castigo-decía Camitzer-. Pero incluso en ese campo seguimos experimentando con el poder, sea por acción o por omisión, es decir mediante una conciencia posicionada o por una ideología que ignoramos y nos controla. “Decidimos lo que hace el material o dejamos que el material decida por nosotros”. Lo más triste de esta forma de filosofía que practicamos, es que no se plantee el problema que implica la vida a nivel ontológico, como una forma de ser[13]. Estamos tan atravesados por esa repulsiva actitud del “políticamente correcto” que nos olvidamos por qué en algún momento elegimos la filosofía como disciplina de estudio, nos olvidamos que algo en el mundo nos incomodaba, que no estábamos satisfechos con la moral, la racionalidad que la disciplina de la cultura nos imponía. No es políticamente correcto hablar de Zuleta, pues fue un autodidacto que hizo apología a la deserción de las instituciones de enseñanza, no es lo correcto porque es un autor que en Europa no se lee. ¿Qué tipo de pensamiento autónomo es el que pretendemos construir si ni siquiera reconocemos lo propio? ¿Si seguimos inmersos en un colonialismo mental euro-céntrico? La Intención entonces de este escrito es realizar una invitación a darle un giro a la filosofía para convertirla en una herramienta que subvierta el conocimiento y la realidad, pero principalmente a nosotros mismos, a que le inyectemos un poco de poesía, de literatura a nuestro pensamiento, que no es otra cosa que una cara más de la misma moneda, la moneda de la existencia. El problema de la educación, no es una ley, una reforma, o una política educacional, el problema es una actitud, una metodología. El día de mañana los recursos pueden triplicarse, los docentes doblarse y las matriculas llegar al costo de cero, ¿pero de qué nos sirve todo esto si somos incapaces de generar procesos educativos realmente emancipadores? Queda así un largo camino por recorrer, el camino del des-adoctrinamiento en el cual tanto nuestros docentes como nosotros mismos a través de la educación media y superior hemos sido disciplinados, ideologizados al servicio de las estructuras del poder. Valga así el coraje de los maestros que han tenido la ética suficiente para resistir a este enviste de los poderes, quienes se han constituido como seres humanos que rinden homenaje a aquella máxima de Nietzsche: “Tus educadores no pueden ser otra cosa que tus liberadores”[14].




[1]   Nietzsche, Frederich. El Nacimiento de la Tragedia. Alianza Editorial. p.17.
[2]   Aquí es de aclarar que la palabra servir, no debe entenderse en términos mercantiles o de producción capitalista, y que cuando se habla de nada, nada con respecto a lo que entendemos por pensamiento filosófico.
[3]   Heidegger, Martín. Ser y Tiempo. FCE. p.56.
[4]   Camitzer, Luis. La ensañanza del arte como Fraude.
[5]   Heidegger, Martín. Introducción a la Metafisica.
[6]   Borges, Jorge Luis. Obras Completas. IV. Borges Oral. p. 195
[7]   Zuleta, Estanislao. Sobre la Lectura.
[8]   Zuleta, Estanislao. Educacion y Democracia. p. 57.
[9]   Zizek, Slavoj. El Sublime Objeto de la Ideologia. Siglo XXI Editores. p. 131.
[10] Obcit. Zuleta. p.54.
[11] Miller, James. La Pasión de Michel Foucault. p.298.
[12] Zizek, Slavoj. El Sublime Objeto de la Ideologia. Siglo XXI Editores.
[13] Heidegger, Martín. Ser y Tiempo.
[14] Nietzsche. Frederich. Shopenhauer como educador.

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