sábado, 16 de noviembre de 2013

El Significado de la Muerte. Por Fernando Rivera.

(Docente de Lingüística Universidad Nacional de Colombia)
(Clase gravada y transcrita). Inedita.


    Bien, vamos entonces a retomar nuestra reflexión a propósito de la razón límite y la filosofía de lo limítrofe. Pero antes de ello, para que comprendamos cómo funcionan las representaciones sociales que generan también simultáneamente normas de conducta y sistemas de valores, pero que están apoyadas en codificaciones previas, quiero mostrarles dos páginas. Esta es del 29 de Octubre del 2007, a raíz de que Peñaloza pierde en las votaciones. Para que Roland Barthes hubiera dicho que el pensamiento es tan lingüístico y que ninguna imagen se puede interpretar por fuera del orden del pie de página o de la palabra... Esto requiere en este contexto que nosotros compartimos, lo que llamaría Wittgenstein, el mundo ordinario del lenguaje... ¿Requiere algún tipo de palabra para comprenderse? ¿Qué más hay que decir? Así funcionan las representaciones sociales, la primera de ellas es la definición de quiero, qué y para donde va el ser humano. Recuperemos algunas de nuestras categorías. Cuando nosotros hablamos de la filosofía del límite, partimos de una clase de Sloterdjik, cuando nos dice que el ser humano es el animal que inventa horizontes redondos. Esos horizontes redondos fue lo que él llamo genéricamente esferas. Sin embargo, él hace una aclaración  entre cómo se construyeron mundos u horizontes redondos, por decirlo algo antes del pensamiento clásico, es decir antes del siglo XVII  y a eso lo llama él esferas, y a partir del siglo XVII define dichos horizontes como burbujas. Así que ya hay una dimensión analítica bien distinta. Vamos a tratar de comprender un poco de lo que se trata el concepto de la esfera, de la intimidad (es decir de lo privado) y de lo externo a la esfera (es decir, de lo público). Porque en última instancia, recordemos que lo que estamos tratando de reflexionar es cómo, entre lo intimo y lo público surge una trama de interdependencias coactivas que determinan nuestras acciones y nuestras intenciones, y por otro lado, cómo esas normas, que son coactivas por que nos regulan y determinan, se internalizan afectando entonces  incluso la esfera de lo  intimo, de lo privado, de lo personal.
    La extrapolación de esas dos esferas queda muy clara, insisto, en la red, y en las redes sociales. Para la próxima clase vamos a discutir sobre los textos, o mejor sobre las fuentes analíticas de  qué significa como contraposición el Piercing  y la recuperación del cuerpo, piercing, tatuajes, colgamientos, que está tan de moda entre los jóvenes ahora, y la desmaterialización del cuerpo a través de Internet. Donde se presenta una paradoja bien curiosa, porque muchas de las paginas en Facebook y de las interacciones que conocen los jóvenes, son precisamente visibilizar sus tatuajes, sus pircings y sus eventos de extralimite de la corporalidad. Por si no se han dado cuenta, yo estoy en total desacuerdo con la afirmación de Lipovesky de que vivimos contemporáneamente una ética del goce indoloro. Eso puede ser cierto en París, o en Bruselas, pero la juventud latinoamericana  vive todo lo contrario, una estética del dolor y el sufrimiento. Eso es lo que explica la proliferación de deportes extremos, que lo que hacen es colocar en riesgo la vida del protagonista, desde el canotaje o rápidos, hasta el estúpido acto  de colgarse de una gran altura sujeto a una banda elástica, o soportar un Piercing en clítoris, testículos, pezones... los sitios más dolorosos del cuerpo. Eso me lleva a una reflexión. ¿Recuerdan cuando hablamos de la construcción de la identidad, a nivel de la unidad psíquica de la persona y dijimos que una falla en el Edipo producía una despersonalización en la medida en que el límite del propio cuerpo se desvanecía frente al entorno en el cual circulaba ese cuerpo, e ilustramos aquello con el autismo, y les ejemplifique cómo los niños autistas asumían posiciones muy dolorosas precisamente para saber donde terminaba el cuerpo y empezaba el mundo? ¿Eso no está muy cercano al dolor de un tatuaje o al dolor de una perforación?, ¿No será entonces que en Latinoamérica adquirieron una leve autor reflexión las juventudes de su autismo simbólico y están tratando de recuperar los límites entre el cuerpo por odio y el cuerpo abstracto digitalizado, entre la sensibilidad de la epidermis y la fugacidad del bit? He ahí una primera reflexión que deberíamos tener en cuenta, a propósito de la “identidad” de las juventudes. Yo estoy completamente convencido de que ya no son validos los modelos de la psicología convencional para definir las interpelaciones identitarias como se venían definiendo hace diez años, o quince años, considero que incluso abordar  solo desde una perspectiva semiótica inmanentista, la constitución de hordas o tribus urbanas, es un análisis cojo, en la medida en que no se está visibilizando lo fundamental, que es la lucha del combate cuerpo a cuerpo entre  dos formas de este, entre el cuerpo idealizado, entre el cuerpo proyectado...ese cuerpo con el que juegan ustedes con los efectos fotográficos para poner sus imágenes que constantemente están mutando a partir de efectos, de juegos de iluminación o incluso de topologías de la representación: quienes invierten la foto, o la ponen lateral o boca arriba, suponiendo que todos van a realizar el ejercicio de voltearse para ver quién es la persona. Allí tenemos una paradoja ética: ¿es válido poner en riesgo la vida, para saber donde terminan los límites del cuerpo? Esa sería la pregunta ética fundamental. ¿Es decente y auto reflexivo ponerme en riesgo, solo para confirmar que estoy vivo? Osea que para probar que estoy vivo, constantemente pongo en entredicho la posibilidad de... ¿se dan cuenta cual era el subtitulo de Rodrigo D?: No futuro.  Entonces qué es lo que está en juego ahora ¿estará en juego el presente o el futuro? ¿O será el pasado? ¿No será una nostalgia? El ser humano es el animal que recuerda, básicamente eso. Todo lo demás que nos diferencia de un animal, se articula, se emplea, alrededor de la memoria.  ¿Cómo empieza el hombre a tener memoria?, a partir del reconocimiento. Podríamos decir que el primer sinónimo de la memoria es un re-conocimiento, es decir; volver a conocer lo ya conocido.  ¿Y cómo surge esa primera presencia que posteriormente en una interacción, en una  repetición se va a convertir en una representación? Pues ese es el núcleo de nuestra discusión sobre los límites.

   
 Recordemos algunas de las categorías que habíamos formulado. Primero, decíamos que varias dicotomías habitaban al ser humano. Una de ellas era su oposición entre su biología, o la naturaleza, y la intención simbólica o la cultura, que probablemente sea la bisagra fundamental, por lo menos la que nosotros vamos a abordar desde nuestra reflexión. En torno a esta, desglosamos o descompusimos o deconstruimos (para parecer mas Bataille, mas Deleuze o mas Derrida) deconstruimos otras dicotomías que se desprendían de esa fundacional, que es la oposición entre naturaleza o zoma (cuerpo), y cultura o síntoma (símbolo), entre el impulso instintual y la codificación de los instintos. Esa codificación está mediada a través del lenguaje. ¿Cuál era el fundamento cuando ilustrábamos el caso del autismo?, cualquier falla de la articulación de la unidad psíquica supone que cuando una persona se mira al espejo, no se reconoce. Es decir que la imagen que está viendo es nueva para él, es decir que no hay una memoria del sí mismo. Recuerden que ese era el fondo de la gran metáfora griega de Narciso. Narciso se ahoga es porque al tratar de abrazarse en su reflejo en el charco, no sabe que es él mismo, cree que es otro, carece de la memoria del sí mismo.
    Paralelamente entre esa profunda y primera dicotomía entre la naturaleza  y la cultura, hablamos de la dicotomía entre lo inconsciente y lo racional. O si lo quieren entre lo inconsciente y lo intencional. Uno podría decir que intención no es otra cosa que razón. El ser humano se debate entre sus tensiones físicas biológicas, y sus intenciones mentales. O, mejor aún, toda tensión biológica del organismo humano, termina siendo una intención mental, y termina siéndolo porque lo que media entre ellas dos es el lenguaje, el uso de la representación, el orden simbólico. Esa es una primera aclaración que debemos hacer, y que está unida a las dicotomías que hemos formulado anteriormente. ¿Cuál otra dicotomía comentamos en nuestra sesión pasada?... la ética no debería ser algo que se aprenda, sino algo que se reflexiona, y la única forma de reflexionar es internalizar las categorías que permiten la reflexión. El mundo -vuelvo a repetir- el enunciado, tiene la forma del lenguaje con el que lo bautizamos. Por lo tanto, nuestras categorías referenciales definen la amplitud o cortedad de nuestro propio mundo, y con ello mismo definen la posición que podemos tener en esa topología del mundo bautizado, del mundo simbólico. ¿Cuáles fueron las otras dicotomías mencionadas?: El mito y el rito. Los rituales siempre traducen conductas, acciones e interacciones, mientras que los mitos siempre transmiten sistemas de representaciones, no sistemas de interacciones. Dijimos también que habían ritualizaciones cotidianas, y que por tal se podía entender aquello que hacemos reiterativa y repetitivamente, porque está traduciendo un orden de creencias que regula precisamente la forma como nos movemos en el mundo.

    Habíamos también formulado la oposición entre Eros y Tanatos, o Eros y Anteros. Todo el mundo habla ingenuamente de Eros, (Recordemos aquel angelillo renacentista que supuestamente dispara sus flechas a los amantes para generar la atracción) Lo que todo el mundo olvida recordar es que Eros en la mitología griega tiene un hermano gemelo, que es Anteros, el cual dispara las flechas del odio, de la repugnancia, o sea del matrimonio. Es decir, el uno representa el noviazgo y el otro el matrimonio y los hijos (broma). Eros y Anteros, y traducen básicamente, Eros, la constructividad del mundo, y el famoso Tanatos: la muerte. El ser humano solo se diferencia, solo tiene memoria porque reconoce la muerte de un semejante. Los animales no entierran a sus muertos. Por lo tanto carecen del nombre que referencia al muerto. Y ello implica que el nombre es solo un artilugio humano para recordar. El lenguaje entonces no es otra cosa, que el ejercicio de la memoria. Recordemos el problema que tenia Platón frente a la escritura.... Recuerden que Platón decía que el problema de que el hombre escribiera, era que iba a terminar perdiendo la memoria, porque una vez que podemos archivar sobre un soporte material, elementos, referentes, símbolos, ya no se tiene la necesidad de guardarlo, internalizarlo en la unidad psíquica o en nuestra biblioteca personal como diría Umberto Eco (La enciclopedia son los conocimientos generales de un sistema social, y la biblioteca es la forma, el habla de Saussure) lo primero es la lengua y lo segundo es el habla, el primero es el acervo colectivo generalizado… Ese acervo colectivo generalizado va a ser el propósito de nuestra reflexión de hoy, y se manifiesta en el ser humano, básicamente en su percepción de la finitud que posee.
    Ese es el problema de los amantes: que se creen eternos. Por eso cierto aforismo que a veces socializo, “el amor es eterno...mientras dura” hay eternidades que son más largas que otras, también la eternidad esta jerarquizada, de hecho piensen ustedes que los sistemas sociales castigan a sus transgresores remitiéndolos al olvido social. Es el mismo castigo que ejecutaban las tribus primitivas del centro de África. Para matar a alguien no hay que torturarlo, sólo hay que olvidarlo, y olvidarlo es mandarlo al territorio del vacío, convertirlo en neutro, nunca interpelarlo, ni siquiera desde el recuerdo o desde la memoria. Fíjense entonces las dos facetas que va poseyendo por un lado el recuerdo. El recuerdo nos permite reconocernos a nosotros mismos, pero también castigar a los demás. ¿Qué muerte peor que dejar de recordar a aquel que se amaba? Lo que nos atormenta no es que nos olviden, es la facilidad con la que lo hacen, porque queda en entredicho entonces el presente que se compartía. Entonces fíjense, por ejemplo: ubiquémonos en esto: ¿ustedes creen que lo que recuerdan de su vida es objetivo? ¿Que si sólo contaran de sus vidas lo que recuerdan, alguien leyéndolos podría decir “esta es la vida de tal o de cual”? Tenemos una característica, una cualidad bien semiótica: mejoramos los buenos recuerdos, y olvidamos los malos. Una memoria sexistencial, selectiva ¿no? Incluso, ¿cuándo ustedes pueden recordar en el afecto los errores cotidianos del otro? No es ni siquiera que no puedan, es que no quieren. Entonces uno selecciona, fíjense. El recuerdo es metonímico, no metafórico. El inconsciente en cambio es el espacio de las metáforas. La memoria es ejercicio del espacio de las metonimias. Extraigo de un todo un detalle, el agradable, y a partir de ese momento, el referente va a ser sólo el asociado con ese detalle. Este es el que se mitifica y se convierte entonces en el referente representacional. ¿Cómo empieza el hombre a recordar'? Básicamente en el momento en que una trivialidad topológica, o sea física, una vecindad, queda marcada por el extrañamiento, y todo extrañamiento es una ausencia. Y ya sabemos que el deseo no es otra cosa, que la necesidad de poseer lo que no se posee, por lo tanto no existe el deseo, si no existe antes la carencia de lo deseado. Nadie desea lo que posee, entonces ya vamos relacionando dos elementos bien interesantes. El ser humano es el animal de las carencias. Por eso desea y por eso recuerda. ¿Y dónde surge esa dicotomía? En el momento del entierro. Ya les recomendé la lectura de dos textos de George Bataille, El Erotismo, y Las Lágrimas, cuya hipótesis central es precisamente esto. No se puede hablar del deseo sino desde el momento en que alguien entierra a otra persona. ¿Qué sucede en un entierro? Un entierro es primero que todo una acción física, es también una interacción en parte física y en parte simbólica. Cuál es la parte física de esa interacción: que nunca se entierra en solitario sino en comunidad. Tan será así que se penaliza incluso la forma del entierro. Recuerden ustedes que una de las estrategias de control social del judeocristianismo fue por ejemplo condenar a los suicidas a no poder ser enterrados en los mismos cementerios que todo el mundo, es más, a ni siquiera ser enterrados. Sus cuerpos abandonados para que las alimañas y los buitres sobrevolaran por allí y fueranse llevando pedazo a pedazo los restos de aquello que era sólo un cuerpo orgánico, porque carecía de trascendencia simbólica en la medida en que no había trascendido o transgredido los interdictos formulados al interior del sistema social.


    Durante la colonia, los ricos donaban toda su fortuna a las cofradías, las cuales eran una especie de grupos paramilitares de la época, pero cuyo propósito no era despedazar cuerpos, sino despedazar cerebros desde la fe. Entonces por ejemplo, se le decía a una cofradía dominica que se le dejaría toda una fortuna, ¿Cuál era el requisito? que mientras durara la fortuna, cada año se hicieran misas en memoria del difunto. Es decir que se pagaba la memoria social. Hemos dicho que la existencia solo depende de la memoria, fíjense qué es lo primero que hace un sujeto malvado antes de morir, si no escribir su biografía, ¿y qué está haciendo allí? Está tratando de limpiar el pasado para que la memoria de los demás sólo recuerden “dizque” las cosas buenas o lo que él desde su perspectiva consideró a lo largo de su vida las cosas buenas. Grosso modo, podríamos afirmar que no existen las biografías, sino las socio-grafías, porque toda vida humana es lo que las demás vidas con las que entra en interacción dicen que es esa vida humana. La identidad, insisto, no es una substancia de una naturaleza, no es un núcleo, no es un arquetipo, no tiene nada que ver con la ontología, sino con la sociedad, es el efecto de una interpelación, de una interacción simbólica y comunicativa, es tan factible de comprobar ahora al interior del Facebook... ¿Cómo asesinan a alguien en estas redes sociales? Dejan de comentar lo que dice, y la persona comienza a desesperarse, y se genera la famosa ansiedad de ser reconocido, la dialéctica que ya formulaba Hegel en la Fenomenología del Espíritu, solo buscamos, nuestro único deseo es ser reconocido por los otros, porque nuestra existencia entonces, fíjense, es un puro efecto discursivo, solo se es sujeto del enunciado de los demás. Solo después de que hemos sido enunciados por el lenguaje nos convertimos en sujetos de la enunciación. Esa es la gran dialéctica que transgrede el psicoanálisis, frente a lo que se definía antes de ese dispositivo técnico y teórico que es el psicoanálisis que era la identidad. Entonces se supone que X persona es el mismo sujeto a todo lo largo de su vida. Resulta que X persona es una cosa cuando está en un contexto simbólico interactuando con unas personas, y otra muy diferente cuando está  en otro contexto. No hay identidades rígidas, hay etiquetamientos sociológicos que son algo muy distinto.
    Entonces ya nos hemos ubicado en un primer momento. Ubiquémonos en la etapa pre-homínida, los dos últimos simios, llamémoslos Ork y Urk, y uno de ellos cae, y el otro que había visto caer a Tanatos, en ese instante se detiene, y observa cómo, aquel que correteaba antes a su lado ya no se mueve. Ork entonces se detuvo en el instante en el que Urk dejó de respirar, y no le bastó con sentir que una lágrima caía por el lateral de su hocico, sino que decidió llorarlo más tiempo. Y para llorarlo entonces dijo ¿Cómo voy a llamar a este que antes correteaba a mi lado?: Ork, y cómo voy yo a hacer para no olvidar a Ork?: voy a colocar sobre su cadáver algo que señale que él era Ork y no cualquier otro. Así que la muerte, aparentemente desde la lógica judeocristiana nos devuelve a la homogeneidad del todo, y hace es todo lo contrario. La muerte es la que nos convierte en individuos, esa primera muerte, al reconocerse, hace que no sea lo mismo Ork, Urk, o Irk. Y que fuese necesaria la desaparición para adquirir la identidad. ¿Hay una diferencia identitaria entre la ultima horda de simios? No, mientras no hayan enterrado a ninguno de los individuos. Y al enterrar a ese simio, ya se sabe que nunca se va a volver a levantar, y como no se va a volver a levantar, entonces sentimos el deseo de que vuelva a aparecer. Un ser humano sólo se convierte en tal después de haber adquirido el lenguaje, cuando reconoce el indefectible dolor de la desaparición de alguien cercano a él. Quien no ha vivido un entierro afectivo, no ha consolidado aún su identidad, y no sabe lo que significa la eternidad o la fugacidad de la vida. En Colombia nos queda muy fácil, porque lo difícil aquí es que antes de los doce años no le hayan matado a alguien a todo el mundo. Por lo tanto, somos precoces identitariamente hablando. ¿Por qué ante la muerte de un amigo, de un amante, de un hermano, o de un padre o madre, cambia la vida de una persona? ¿Por qué?... Se modifica por completo. Y no es porque se esté pensando en el futuro, es porque antes no se pensaba en el presente. Lo que nos da la muerte es la conciencia de la fugacidad del presente. Tenemos entonces un primer elemento: el entierro asociado con el recuerdo porque he nombrado a aquel que enterré. Y a partir de ese instante empiezo a desear que vuelva a estar conmigo. Al punto que uno vive siempre con la memoria. Es uno entonces el que le está otorgando la eternidad al otro, en la medida en que lo recuerda. ¿No han hecho el ejercicio de pensar por ejemplo, de sus relaciones emocionales, a quienes recuerdan? Deberían hacer ese ejercicio de reflexión. Bueno recordamos a tal o cual, ahora pregúntense, ¿Qué recuerdo de él? Específicamente ¿Qué es lo que recuerdan? ¿Por qué lo recuerdan? ¿Lo estoy recordando a él? ¿O me estoy recordando a mí mismo a través de él? ¿No estaré pensando en el que era yo con él, y no en el otro conmigo? ¿No será entonces todo un inmenso ejercicio de navegación en los charcos del espejo? ¿En la construcción de la propia identidad? ¿Qué es lo que nos duele del otro, su ausencia o su presencia? ¿Cómo se presenta al otro, desde su propia presencia o desde la ausencia?...
    Heidegger decía, en una lectura algo equivoca para la mayoría de los críticos que suponen que lo único que hizo Heidegger fue una ontocronoteoría, es decir, una analítica trascendental del sufrimiento del tiempo en el ser humano, o del ser humano hacia el tiempo, contrariamente a esa generalizada opinión, no se puede hablar de las temporalidades del ser humano si antes no lo ubicamos en espacialidades. Decía Heidegger que el ser humano es arrojado al mundo hacia la muerte y el vacío de la existencia. Ese ser arrojado al mundo, es una falacia, porque supone que el sujeto está en un lado y el mundo como espacio en otro, y que son dos cosas diferentes. Y desde Einstein incluso en la física sabemos que el tiempo y el espacio son construidos por  la interacción que mantienen por lo menos dos observadores con respecto a ese tiempo y a ese espacio. Así que no hay ni un tiempo ni un espacio absoluto como pretendía Kant o como pretendía Newton. Tanto el tiempo como el espacio son efecto ¿de qué?: De una interacción simbólica entre distintos tipos de individuos. Así que antes de ser arrojados, lo que sucede es que nos ubicamos con respecto a los otros. Esa ubicabilidad con respecto a los otros es el espacio de lo íntimo. Lo íntimo no es otra cosa que lo que nos resulta familiar. Y lo familiar no es otra cosa que lo  que espacialmente es cercano. Freud definía lo siniestro como algo íntimamente familiar de algo que hemos olvidado y que ante un estimulo, de repente, se recuerda. Esa es una lectura exquisita de lo que significa lo siniestro. Hay otro texto de Eugenio Trias (se los recomiendo) que se titula precisamente De lo bello y lo siniestro, donde hace una deliciosa reflexión a propósito de  estas dos inferencias.
    Entonces, por un lado el ser humano es arrojado al mundo, no hacia el vacío, porque no puede existir el vacío en la medida en que el único vacío posible es el de la distancia, y para que haya distancia, debía haber antes cercanía !y consciencia de la cercanía!.  Ahí podríamos proponer una nueva lectura de los existencialismos, de la primera mitad del siglo XIX volver a leer por ejemplo Temor y Temblor de Soren Kierkeggard, o el Diario de un seductor, cuyo único propósito es saber cómo, si el otro no es inventado en mí, no hay un espacio donde yo pueda estar habitable y habitar.  ¿Qué es estar habitable? Es, lo decía Heidegger, es el Dasein, el ser-ahí convertido en ser a la mano.  Ahora, estamos proponiendo una reinterpretación de ese arrojamiento al mundo como ser-ahí. El ser no es un Dasein, un Ser-ahí, sino un Insein, un ser dentro. Y estamos cambiando la perspectiva de la lectura. Estamos diciendo que el tiempo es proyección de lo que sucede adentro de nosotros. Esa es la diferencia entre una esfera y una burbuja en el modelo de Sloterdjik. El mejor reinterprete desde mi perspectiva, que tiene todo el siglo de Heidegger, es indudablemente Sloterdjik. Para mí Sloterdjik no es básicamente sino un topógrafo simbólico que reinterpreta El Ser y El Tiempo. Y quien afirma implícitamente que antes de hablar del Ser y el tiempo, habría que decir el Ser y el Espacio.
    En alguno de sus textos precisamente pertinente al mismo Heidegger, dice una frase más o menos así: “Lastima que lo que le sobro en extensión a Heidegger le haya faltado en profundidad analítica” Cuando uno se atreve a decir eso de Heidegger, está uno leyendo a uno de los más densos... que probablemente sea, esa la ultima arquitectura meta-ideológica construida en el pensamiento filosófico. Lo que dicen los posmodernos ingenuamente que ya no existe; la población de meta-modelos, que interpretan el mundo y al hombre dentro del mundo. Porque el posmodernismo se auto define.... si la reflexión filosófica es todo lo contrario, formulamos un modelo, buscando lo que permanece, no lo que cambia, y se trata de generar macro-estructuras que me permitan definir desde ese propio modelo, todas la posibilidades tanto del ser humano, como de la interacciones entre el ser humano consigo mismo y con los demás, con nosotros mismos que son todos aquellos cuando son recordados, es decir cuando son internalizados.
    Entonces, ya tenemos allí una primera dicotomía, dos hombres, un reconocimiento de una dicotomía que se traduce en un entierro. Lo primero que podemos nosotros afirmar desde la antropología, es que desde el momento en que una comunidad, o, una horda, entierre a algunos de sus miembros, ya hay un sistema cultural porque ya hay un orden simbólico que los relaciona, que los hace creer que pertenecen a lo mismo... ahí fue cuando hablamos de la relación del Tótem y el Tabú. Ese tótem es una representación compartida por todos, que hace que todos nos sintamos miembros de ese sistema, de ese colectivo, de esa horda, de esa tribu, de ese clan o como lo quieran llamar. Heidegger también decía que el ser humano esta caracterizado por la errancia. Errancia proviene de error, el ser humano es el animal que deambula de error en error por el mundo. ¿Cómo llama la gente ahora, cómo legitima la gente ahora sus propios errores?: Experiencia. Ese es el clásico epíteto con el que uno legitima su propia incompetencia. “No, pero esto no fue un error, fue una experiencia, estoy aprendiendo”... Hay tres formas de saber que  algo no debe hacerse. Una es observando a otro cometiendo el error, es decir aprendizaje por observación. Otra es interpretar los principios físicos que subyacen en el problema, que es el aprendizaje por cognición, y hay otra, que parece ser la más común: cometer el error. ¿Por qué todo niño tiene que fracturarse el cráneo para aprender que no debía hacer precisamente lo que su madre le decía no hacer? Todos odian una afirmación muy paterna: “Se lo advertí”, ¡pero insisten en omitirla!, ello es efecto de que la gente insiste en convertir en experiencia los errores... ¡Eso es mediocridad señores, si uno aprende de error en error, eso no es talento, eso es mediocridad existencial! Entonces, no legitimemos nuestra mediocridad bajo esas figuras estupidisantes que dicen que “echando a perder se aprende”. Vemos que este país está en su actual situación porque llevamos 200 años echando a perder todo, ¿y que se aprendido? Nada. O aprendimos algo de la egolatría de Santander, de la mitomanía esquizoide de Bolívar, ¿Hemos aprendido algo? ¿Se aprendió algo de los 8 años infernales del gobierno de Uribe? No se ha aprendido nada. Entonces no justifiquemos nuestra mediocridad con esos axiomas que son formas de moral social que terminan determinando nuestro comportamiento. Empezamos por internalizar el axioma de que “echando a perder se aprende”, y a partir de ese momento me levanto a cometer errores. Hay que devolverle entonces la posibilidad transformativa a la razón. Insisto, a pesar de que mi posición es posestructuralista, estoy defendiendo a la razón como argumento del ser humano (pero a partir de Trias), ¿Qué es lo que nos dice en el Tratado de la Pasión?: Que la razón es efecto de la pasión, que no existe ninguna forma de razón, si no le antecede una acción, ¿Y qué es la pasión si no lo que resulta cuando ponemos por lo menos dos individuos cercanos el uno al otro? Esa es la pasión, es el reconocimiento de la existencia del otro en la interacción. Y es el hecho de que yo solo existo para el otro precisamente en esa misma interacción.  Ahí les doy otro dato de una bibliografía: La Presencia y la Ausencia, Contribución a una Teoría de las Representaciones de Henry Lefebvre, un delicioso filósofo francés. El autor hace una panorámica exquisita donde demuestra que todo pensamiento occidental ha sido primitario, es decir, que siempre hay una presencia, una ausencia y una mediación entre las dos. Esa mediación entre la presencia y la ausencia es lo que nosotros denominamos en la semiótica “sigma”, recuerden esa excelente definición de Eco: la semiótica estudia todo aquello que puede ser utilizado para mentir, y si puede ser utilizado para mentir es porque es una presencia equivoca. El ser humano  no invento la palabra “fiera” para hablar de la fiera, sino para advertirle al otro que allí viene la fiera, alerta. Esa es la diferencia entre el lenguaje ostensivo y referencial de los animales, que poseen lenguaje, y no me estoy remitiendo solo al preguntar, sino a todo esa otra premisa en la etología que estudia las conductas animales. Si yo no  dispongo de un dispositivo para decirle a Ork que ahí viene la fiera y me toca señalarlo, o lo que es peor, me toca cargar a la fiera en la espalda... ¿por qué el ser humano invento el lenguaje? Porque es muy difícil cargar el mundo en la espalda. Hay una forma del interpretante que es cuando un elemento particular  ostensivamente alude a la clase genérica a la que pertenece. “Todas las cosas que son como esta se llaman libro”, allí hay un interpretante, y allí hay una inferencia lógica, que exige que yo cargue un elemento que pertenece a una categoría que me permite contarle a los demás que ese elemento es ese y no otra cosa. Eso implica entonces cargar con el mundo. Es delicioso... ¿recuerdan ustedes Cien Años de Soledad? ¿Recuerdan esa dialéctica paradójica del lenguaje cuando tuvieron que nombrar a las cosas con su propia etiqueta? “El mundo era tan nuevo que no había nombre para  las cosas” Eso es la ostensión, el lenguaje inicial. Así, los hombres se ponen de acuerdo para relacionar un plano de la expresión completamente abstracto con un plano del contenido también completamente abstracto que a partir de un momento determinado va a significar “fiera”. Y seguramente durante mucho tiempo no existió nada que tradujera la palabra peligro, o mejor la palabra fiera no significaba tanto el animal referencial sino el efecto que podía producir desconocer la palabra cercana, la vecindad de esa fiera.
    Eduardo Viscoin dice que el sentido es un con-sentido, una comunión del sentido, por ello, afirmar que algo tiene un valor positivo o negativo, es una  alucinación si no se parte de interpretar, efecto de qué enunciación simbólica esta cualificando, jerarquizando o valorando una acción, un acontecimiento o una persona. Debemos insistir en el hecho de que partimos de que no existen valores absolutos, por lo menos  no desde una ética interactiva. Así que, elaborar morales o éticas, implica deconstruir los sistemas de significación y las hegemonías ideológicas, políticas que subyacen a cualquier enunciado que cualifica las preguntas ajenas. Hablar de ética no es hablar de la ética...para, para  Dummies.  La ética no es la aplicación de un manual, ni de un repertorio de urbanidades carroñescas. Toda urbanidad es un acto de carroña con la sensibilidad ajena. Eso de ser políticamente correcto no es otra cosa que una hipocresía social que tiene como propósito, valorarse, jerarquizarse y ganar más dinero o al menos más respetabilidad. Entonces se dice “No, es que es moralmente incorrecto que yo diga esas cosas, ¿Qué van a decir de mi? Si mi labor es amaestrarlos, si mi labor es volverlos sujetos éticos” es decir, un poco de mano de obra barata que salga rápido de acá, y que siga alimentando los circuitos mercadotécnicos, y no contestatarios, mucho menos revolucionarios...

    

Bueno, entonces ahí tenemos una primera tensión, esa tensión entre la vida y la muerte que se reconoce a través del uso del lenguaje, y que le otorga identidad tanto a quien es recordado, como a quien recuerda. ¿Por qué creen ustedes que Proust se demoró novecientas paginas escribiendo En busca del tiempo perdido? porque no hay nada mas demorado que recordar nuestra vida. Si uno quisiese recordar la totalidad de su vida, le haría falta otra; la vida requerida para recordar la vida vivida en efecto. ¿Y por qué? Porque resulta que no existe..... Sino el resultado, y por que la memoria de mi infancia no es la memoria de lo que a mí me pasó en la infancia, es la memoria de lo que yo recuerdo que me pasó, y lo que me pasó es producto de todos los demás que allí habían a mi alrededor, y que de alguna forma determinaron para bien o para mal lo que yo posteriormente voy a recordar y que por lo tanto va a regular mi conducta. Dado que todos actuamos a partir de lo que recordamos, uno puede afirmar que toda conducta no es otra cosa que un ritual basado en un mito de la memoria personal. Eso es lo que busca el psicoanálisis, traer a la luz todo aquello que hemos olvidado, porque eso que hemos olvidado es lo que determina nuestras conductas contemporáneas o presentes. Vamos en busca del tiempo perdido, ese es el ejercicio de toda vida. Y de hecho es más patético ¿no?, elegimos objeto amoroso, por lo menos en occidente, porque yo no podría estar tan seguro al afirmar que en Islandia o que en una tribu bosquimana yo pudiese hablar de lo mismo que se habla en Latinoamérica o en París. 51: 30 El eco es una interacción simbólica que construye identidad. Pero por supuesto que para un bosquimano, las estructuras simbólicas que construyen su identidad tienen que ser diametralmente opuestas. De la misma forma en que hay lenguas, muchas lenguas aborígenes donde no existe la simultaneidad enunciativa del tiempo y del espacio, es decir, hay muchas lenguas donde, si yo estoy hablando con ustedes acá, no puede estar pasando al mismo tiempo  algo en otro lugar que no sea el lugar que estamos compartiendo. Eso resulta para nosotros insólito, porque nuestro lenguaje y nuestra interacción simbólica ha codificado plenamente la suposición, de que, no es necesario estar en el mismo espacio para compartir el mismo tiempo. Esa temporalidad simultánea no existe en la mayoría de tribus aborígenes latinoamericanas. Suponer que, si estamos aquí, el único presente que hay es el de las personas que estamos aquí, interactuando. En este momento, no puede haber nada más pasando porque no está pasando en este lugar. Fíjense que ahí lo que hay es un anclamiento temporal en el espacio compartido, en el fuego del hogar.  La palabra “hogar” básicamente significa “fuego compartido” y tiene que ver con la fogata iniciática con la que el ser humano, ¡salta de la naturaleza a la cultura dejando de comer crudo! Y aprendiendo el arte de la espera, esa es la gran diferencia entre un animal y un ser humano.  El animal se tira con las fauces abiertas y chorreando babas a devorar a su presa. El hombre, dosifica su ansiedad, ritualiza sus conductas, la llena de elementos simbólicos. Es la diferencia entre ser un arrecho o una arrecha, y ser un seductor o una seductora. El arte de la espera, que se aprende también contemplando la llama. ¿Se dan cuenta que una fenomenología del fuego nos llevaría casi que a una apología total de la separación entre el hombre y el animal? A los animales siempre les va a asustar el fuego, a nosotros nos intriga, nos hipnotiza, nos pone a soñar, a inventar, a crear. Y nos enseña a esperar, comer cocido es tomarse la molestia de esperar, a que haya un proceso de transformación de algo, mediado por otra cosa distinta, para el caso, el fuego. ¿Conocen el texto de Gastón Bachelard, La Llama de Una Vela? Donde sostiene que además de ello, si no fuese por la masturbación, el ser humano nunca habría aprendido a producir el fuego por frotamiento de las ramas. Insisto en que busquen ese texto y le hagan una lectura reflexiva y poética.

    Entonces, el fuego nos lleva a un estado de desdoblamiento imaginario, y lo que sucede en ese desdoblamiento imaginario (Anoren 55:43) lo llamaba la otra escena, es que el otro aparece en escena, ¿Recuerdan porque insisto tanto en el titulo del texto de Eco? Cuando el otro entra en escena nace la ética, y como la ética no es una substancia, porque es un efecto simbólico, una codificación, implica entonces que los elementos éticos o eso que llamamos éticos, es decir las conductas personalizadas, siempre están relativizadas con respecto a las conductas ajenas y a las conductas de los demás. Estoy afirmando entonces... (Cualquier ontólogo, cualquier cura pedófilo de este país, inmediatamente me mandaría la inquisición) Pues estoy negando la substancia de la moral, la substancia de la verdad, estoy diciendo que nuestras conductas sólo se pueden valorar si partimos de un relativismo total  de lo simbólico, porque el mundo no existe sino en lo simbólico. No existe un mundo afuera del sujeto que construya ese mundo soñándolo, pues para soñarlo debe haberlo recordado, y para recordarlo debe haberlo bautizado. Por eso es que es tan importante la lógica del detalle. Vamos por la vida bajo la suposición de que el otro ya existe por naturaleza. ¿Cuántas veces le dicen a su madre antes de salir de casa que la quieren, o a su padre?  Bajo la idea de que como han estado toda la vida presentes cuando los han necesitado, entonces ya son completamente naturales, convencionales, y que ya son “eso”. Resulta que uno solo es, cada vez que lo besan, no en el intervalo, uno es cada vez que lo miran, no en el parpadeo. Si ese beso marca, nace el recuerdo,  la memoria del beso. Si esa mirada marcó, el parpadeo se convierte en el recuerdo de lo visto, en el ejercicio de la memoria. Así que hay que reivindicar nuestra libertad de expresión a partir de volvernos barrocos, de estar constantemente obsesionados con el detalle, de saber que no basta con decir una vez “te quiero”, para que el otro se sienta querido. De la misma forma en que no basta con decir una sola vez, “me repugnas”, “maldito fascista”, hay que decirlo ¡todos los días!, para que no se evanesza la identidad del otro, porque la identidad es esa proyección del bautizo que es esa conexión simbólica, hay una materialidad de la significación del comportamiento. Así que revisen un poco  en sus cotidianidades y se darán cuenta... cuando sea demasiado tarde, será demasiado tarde, “solo nos reconocemos cuando ya nadie nos queda”, afirmaba yo en alguna ocasión, enunciados que a veces sí, o a veces no, pero que siempre son contestados por alguien, desde la complicidad, o desde su pseudomoral que se ve afectada por mis enunciados, ahí hay una existencia. Esa es la existencia. Existe ser fuera de sí, para por sobre, en el otro, esa es la revisión que nos formula Sloterdjik al afirmar que debemos recuperar no el Dasein sino el Insein, el dentro que se proyecta hacia el otro. Entonces qué es lo que sucede... vamos a hablar de un salto de la naturaleza a la cultura, que dos individualidades se conviertan en cómplices cuando se permean o se entrecruzan. Que por lo tanto el espacio de lo público no es otra cosa que el entrecruzamiento de las burbujas de lo íntimo. Que en pocas palabras, si es el lenguaje el que nos otorga identidad,  entonces para hablar, hemos de ser hablados antes, de hecho, toda la vida luchamos con la forma como hemos sido hablados por los demás, tratando de reivindicar precisamente en la interpelación comentativa, quiénes somos, o quiénes no somos. ¿Esa parte sementeril queda clara?: Que no seriamos distintos de ningún animal si no consideramos la posibilidad de templar ante la ausencia ajena, o sea de haberla reconocido, y por ello bautizado, y con ello llevarla al territorio del poema, es decir al territorio de la memoria. Todo ser humano  escribe un poema algún día porque todo ser humano quiere recordar, quien más fue.

    Somos la forma como cualificamos el ser. El ser humano es ante todo un repertorio de arquetipos, y un arquetipo es una cualificación, una asignación y un valor. Con ello implícitamente una jerarquización de contenidos. Entonces lo importante no es lo que hacemos, es cómo lo que hacemos, es o no es cualificado en un contexto de interacciones  específico, concreto y determinado. Aquello que puede ser catalogado si lo hago en un taller de semiótica con mis alumnas, seguramente es cualificado por una de ellas de otra forma si lo hago en una fiesta, y así pueden extender ustedes toda su vida. El mismo evento deja de ser el mismo cuando se cualifica de manera distinta. ¿Cómo era que decían las abuelas anteriormente, con esa, ahí sí acertadamente doble moral? “Una mujer debe ser una dama en la calle y una puta en la cama”. Esa era la frase clásica de todas las abuelas. ¿Qué significa ahí eso entonces? Las acciones no son tanto el referente, sino la cualificación de las acciones. Aquello que causa asombro, escozor, escándalo en un contexto determinado, genera absolutamente distintos tipos de interpretaciones y de reacciones en otro contexto determinado. La inteligencia ética de un ser humano  entonces, está traducida en un enunciado clásico ¿no?: “donde puedes, haz lo que quieres”. Eso no significa que imites comportamientos sino que entiendan las reglas que codifican y cualifican las conductas y los comportamientos en ese lugar. Si yo voy a llegar en ropa interior a una exposición de semiótica en un congreso en Irán, probablemente no salga de allí. Esa es la primera actitud ética, sobrevivir. Estoy en total desacuerdo  con el sacrificio personal cuando ello implica la vida misma. Es un acto de estupidez. La vida es muy corta, fugaz y accidental, como para que la desperdiciemos bajo epopeyas que siempre ocultan la egolatría de un dictador, como “muere por tu patria”. O sea muere por mí. Patriotismo es cuando los demás mueren, no cuando muero yo. O cuantas veces han visto ustedes al general patriota yendo al frente de la fila. “Eso me gusta, que den su vida por la patria” ¿Por qué no va y la da usted maestro? Parece usted al frente. ¿Por qué tiene que ser el muchacho que acaban de agarrar por indocumentado? ¿Por qué no es usted, que es tan culto señor general de tres soles?
   

 Cuando uno delega la responsabilidad del patriotismo es muy fácil disponer de las vidas ajenas. Ordenar una guerra es muy fácil cuando no se es el primero que va a tener que estar allí recibiendo los tiros o los machetazos, o, produciéndoselos al otro. ¿Saben por qué se ha inventado la guerra a distancia? Porque el ser humano está hastiado de asesinar mirando a los ojos, lo decía Baudelaire ¿no? “Somos la herida y el puñal”. No considero valido desde ninguna ética formulable, el hecho de que una persona pierda su vida por ningún propósito. Y no me salgan con la estupidez de “entregó la vida por la vida de los demás”, eso es puro cristianismo. Esa es la legitimación... esos cuenticos absurdos de que tienen que sacrificarse... ¿alguna vez han visto que se sacrifique quien pontifica por el sacrificio? Cioran se la pasó toda su vida formulando el suicidio, y no se suicidó, se murió de viejo. Pero sí hubo un poco de imbéciles que al segundo capítulo de Breviario de Podredumbre ya se habían suicidado. Eso se llama medianía mental, mediocridad y falta de respeto con uno mismo. Ya lo he dicho, no hay ningún mas allá, todo más allá está más acá. Por lo tanto, dado que somos tan fugaces, respetemos eso, ese es el axioma fundamental de la ética laica que yo promulgo, el arte de vivir, ¡y del buen vivir! Porque no sacamos nada con sobrevivir. ¡El socialismo no es que todos coman mierda, es que nadie la coma! El socialismo no es la generalización de la pobreza, como ingenuamente lo cree Fidel. Es todo lo contrario de eso, ahí desmontemos otra mitología “Pero es que cuba tiene educación”, miren los reales niveles de la educación, de la salud.  Pero sin embargo el señor Fidel sí colecciona Rolex, ¿alguna vez han averiguado cuanto suma la millonada de dólares que tiene en su cuenta bancaria en suiza el señor Fidel y su hermano Raúl? ¿Alguna vez han visto los trajes que tiene en su armario Chávez? Entonces, cada vez que alguien les exija un sacrificio, reflexionen sobre ustedes mismos, y sobre el valor que poseen ustedes como libertades. La vida es lo único importante, porque es lo único que tenemos. De la gente muy atrevida siempre se dirá, cómo era de atrevida “¡Como era de atrevido!” No, el único heroísmo factible es que ustedes vivan y enseñen a vivir a sus semejantes. Hay una obligación moral: Ser felices. La felicidad es ser reflexivos, ser críticos, ser transformativos, no reiterarnos, no repetirnos, cambiar cada mañana cuando nos miramos la cara en el espejo. Porque si eso no ha pasado hemos perdido un día, mejor dicho, hemos perdido vida.  Ya sabemos que es dramático, ya sabemos que la conciencia de la muerte es lo que nos separa de los animales. No hay un solo animal que entierre a sus semejantes. Así que vivimos en la angustia de la muerte. Nuestra finitud y nuestro gran límite es ese. Esa es la filosofía de lo limítrofe, reconocer que no es que seamos para la muerte, sino que estamos condenados a morir.
    La vida es un instante entre dos eternidades[1], eso nunca lo olviden. Y es también lo máximo que deben recuperar, y tratar de defender. De la misma forma en que no se pueden ir sacrificando en sus vidas por que sí, tampoco pueden ir sacrificando a nadie porque sí. Porque toda gente existe y merece respeto. Cuando se pierden los límites del respeto humano, se supone que rescatar unos secuestrados es entrar y asesinarlos a todos. ¿Hace dos años, no murieron acaso 200 niños en Moscú luego de un secuestro  masivo? ¿Solo por que los sistemas sociales carecen de respeto a la dignidad humana? ¿Los cuales sólo se basan en la egolatría mito-maniaca de los cuasiseudodictadores que determinan las grandes esferas? Y no estoy hablando ni de la izquierda ni de la derecha, estoy hablando de todo fascista por que cualquier persona que se pretenda más importante que el colectivo es un fascista. Ese es el límite, ese es el límite real... Y una vez que sabemos, que en la medida en que estamos condenados a la muerte, también tenemos la obligación de trascender, sin confundir la trascendencia con la reproducción, y que entonces una vida no es digna si no se traen vidas al mundo, lo cual no es más que traer al mundo mano de obra barata. Hay otros estilos de vida, y necesariamente la maternidad o la paternidad no son la realización de nadie. De hecho, puedo aseverar, que hay un oficio que es mucho más brutalmente eterno, el cual es este que ejerzo yo. Porque yo no estoy creando fotocopias de mi mismo. No estoy multiplicando a mis referentes. Estoy proponiendo la revolución real, que es cómo me veo a mi mismo y cómo veo a los demás. La educación: ahí es donde esta la única eternidad.
    Entonces fíjense, cuando nos dejamos permear en nuestras conductas laicas, por ideologías religiosas, normalmente terminamos idolatrando mesías, víctimas, y jugando al sacrificio. El único sacrificio cierto es que deben obligarse a crecer, porque aunque no quieran el tiempo los obligará.  Y en general todo referente de representaciones simbólicas que los interpela y que al interpelarlos los convierte en identidades que los afirma, o, los envanece en ustedes mismos. Ahora, cuando el hombre se enfrenta ante esa finitud, surge inmediatamente pulsión a la trascendencia. Esa pulsión  de la eternidad se manifiesta en dos otros mundos en cuya convergencia brota el ser humano, el mundo de lo interior, el de la muerte propiamente dicha, y esa otra ficción humana: el del sobre mundo, el del paraíso, el de la resurrección. El judeocristianismo ha sido muy claro en implementar esto ¿no? El conocimiento providencial, emanado desde Aurelio Agustín, que es pontificado por Santo Tomas, básicamente nos habla de la providencia y de la resurrección, de ese que todo judeocristiano vive la vida buscando. ¿Y la resurrección para estar donde?, ¿al lado de los buenos, de los santos? Bueno, ¿Y si no triunfa el Cristo, si triunfa el otro, dónde seria la resurrección?
    El destino no es algo como la identidad que esta dado de antemano. Esa la construyen todos los días las personas, caminando. Así pues, la premisa fundamental a partir de la cual vamos a hablar del pecado y del castigo, es básicamente toda construcción de la muerte a través del ejercicio de la memoria,  la adulteración del símbolo y el lenguaje, como fundamentos de la interactibiladad humana, y con ello de la propia dignidad del ser humano. Ahora, dados como seres para la muerte  también es recomendable que aprendamos a enterrar. La nostalgia es un acto de necrofilia. Cometemos dos errores: a veces no recordar, y a veces no olvidar. Son dos caras de la misma moneda. Porque tan necesario como es no olvidar, es aprender a olvidar. ¿Qué sacamos años torturándonos por un amor perdido? Debemos aprender el arte del olvido, aunque el poeta haya dicho que sola una cosa no hay y es el olvido (Borges, en 1964 al final de la primera parte de ese bello y delicioso poema). Pero volviendo, ¿por qué es recomendable y básicamente ético también saber olvidar?: Porque nadie merece el dolor que no le corresponde. El dolor que vimos la sesión pasada es subjetivo, como el sufrimiento: ustedes sufren por que quieren. El dolor tampoco es una substancia, es el efecto de una interacción. A veces es muy  bueno sufrir patologías como la perdida de la memoria inmediata, facilita mucho la vida. Pero no podemos vivir en ello, porque si no la continuidad que exige el ritual y el mito se desvanece, y nos volvemos tránsfugas de nosotros mismos. Si se van a dedicar a la política, asúmanlo, pero si son dignos, nunca sean tránsfugas de ustedes mismos, no se vendan a su otro yo. Mantengan la fijación de sus propias dignidades, del ejercicio de su libertad, y no estoy diciendo que la libertad termina donde empieza la libertad del otro, esa es una frase totalmente maniquea y positivista. Mi libertad termina donde terminan las ganas del otro, que es bien distinto. Estoy haciendo una lectura hedonista si se quiere, del arte del olvido...Así pues, nos veremos luego, para empezar a hablar del infierno.


Agosto de 2010.



[1]  Frase de Soren Kierkegaard, Tratado de la Desesperación.

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