sábado, 16 de noviembre de 2013

El Significado de la Muerte. Por Fernando Rivera.

(Docente de Lingüística Universidad Nacional de Colombia)
(Clase gravada y transcrita). Inedita.


    Bien, vamos entonces a retomar nuestra reflexión a propósito de la razón límite y la filosofía de lo limítrofe. Pero antes de ello, para que comprendamos cómo funcionan las representaciones sociales que generan también simultáneamente normas de conducta y sistemas de valores, pero que están apoyadas en codificaciones previas, quiero mostrarles dos páginas. Esta es del 29 de Octubre del 2007, a raíz de que Peñaloza pierde en las votaciones. Para que Roland Barthes hubiera dicho que el pensamiento es tan lingüístico y que ninguna imagen se puede interpretar por fuera del orden del pie de página o de la palabra... Esto requiere en este contexto que nosotros compartimos, lo que llamaría Wittgenstein, el mundo ordinario del lenguaje... ¿Requiere algún tipo de palabra para comprenderse? ¿Qué más hay que decir? Así funcionan las representaciones sociales, la primera de ellas es la definición de quiero, qué y para donde va el ser humano. Recuperemos algunas de nuestras categorías. Cuando nosotros hablamos de la filosofía del límite, partimos de una clase de Sloterdjik, cuando nos dice que el ser humano es el animal que inventa horizontes redondos. Esos horizontes redondos fue lo que él llamo genéricamente esferas. Sin embargo, él hace una aclaración  entre cómo se construyeron mundos u horizontes redondos, por decirlo algo antes del pensamiento clásico, es decir antes del siglo XVII  y a eso lo llama él esferas, y a partir del siglo XVII define dichos horizontes como burbujas. Así que ya hay una dimensión analítica bien distinta. Vamos a tratar de comprender un poco de lo que se trata el concepto de la esfera, de la intimidad (es decir de lo privado) y de lo externo a la esfera (es decir, de lo público). Porque en última instancia, recordemos que lo que estamos tratando de reflexionar es cómo, entre lo intimo y lo público surge una trama de interdependencias coactivas que determinan nuestras acciones y nuestras intenciones, y por otro lado, cómo esas normas, que son coactivas por que nos regulan y determinan, se internalizan afectando entonces  incluso la esfera de lo  intimo, de lo privado, de lo personal.
    La extrapolación de esas dos esferas queda muy clara, insisto, en la red, y en las redes sociales. Para la próxima clase vamos a discutir sobre los textos, o mejor sobre las fuentes analíticas de  qué significa como contraposición el Piercing  y la recuperación del cuerpo, piercing, tatuajes, colgamientos, que está tan de moda entre los jóvenes ahora, y la desmaterialización del cuerpo a través de Internet. Donde se presenta una paradoja bien curiosa, porque muchas de las paginas en Facebook y de las interacciones que conocen los jóvenes, son precisamente visibilizar sus tatuajes, sus pircings y sus eventos de extralimite de la corporalidad. Por si no se han dado cuenta, yo estoy en total desacuerdo con la afirmación de Lipovesky de que vivimos contemporáneamente una ética del goce indoloro. Eso puede ser cierto en París, o en Bruselas, pero la juventud latinoamericana  vive todo lo contrario, una estética del dolor y el sufrimiento. Eso es lo que explica la proliferación de deportes extremos, que lo que hacen es colocar en riesgo la vida del protagonista, desde el canotaje o rápidos, hasta el estúpido acto  de colgarse de una gran altura sujeto a una banda elástica, o soportar un Piercing en clítoris, testículos, pezones... los sitios más dolorosos del cuerpo. Eso me lleva a una reflexión. ¿Recuerdan cuando hablamos de la construcción de la identidad, a nivel de la unidad psíquica de la persona y dijimos que una falla en el Edipo producía una despersonalización en la medida en que el límite del propio cuerpo se desvanecía frente al entorno en el cual circulaba ese cuerpo, e ilustramos aquello con el autismo, y les ejemplifique cómo los niños autistas asumían posiciones muy dolorosas precisamente para saber donde terminaba el cuerpo y empezaba el mundo? ¿Eso no está muy cercano al dolor de un tatuaje o al dolor de una perforación?, ¿No será entonces que en Latinoamérica adquirieron una leve autor reflexión las juventudes de su autismo simbólico y están tratando de recuperar los límites entre el cuerpo por odio y el cuerpo abstracto digitalizado, entre la sensibilidad de la epidermis y la fugacidad del bit? He ahí una primera reflexión que deberíamos tener en cuenta, a propósito de la “identidad” de las juventudes. Yo estoy completamente convencido de que ya no son validos los modelos de la psicología convencional para definir las interpelaciones identitarias como se venían definiendo hace diez años, o quince años, considero que incluso abordar  solo desde una perspectiva semiótica inmanentista, la constitución de hordas o tribus urbanas, es un análisis cojo, en la medida en que no se está visibilizando lo fundamental, que es la lucha del combate cuerpo a cuerpo entre  dos formas de este, entre el cuerpo idealizado, entre el cuerpo proyectado...ese cuerpo con el que juegan ustedes con los efectos fotográficos para poner sus imágenes que constantemente están mutando a partir de efectos, de juegos de iluminación o incluso de topologías de la representación: quienes invierten la foto, o la ponen lateral o boca arriba, suponiendo que todos van a realizar el ejercicio de voltearse para ver quién es la persona. Allí tenemos una paradoja ética: ¿es válido poner en riesgo la vida, para saber donde terminan los límites del cuerpo? Esa sería la pregunta ética fundamental. ¿Es decente y auto reflexivo ponerme en riesgo, solo para confirmar que estoy vivo? Osea que para probar que estoy vivo, constantemente pongo en entredicho la posibilidad de... ¿se dan cuenta cual era el subtitulo de Rodrigo D?: No futuro.  Entonces qué es lo que está en juego ahora ¿estará en juego el presente o el futuro? ¿O será el pasado? ¿No será una nostalgia? El ser humano es el animal que recuerda, básicamente eso. Todo lo demás que nos diferencia de un animal, se articula, se emplea, alrededor de la memoria.  ¿Cómo empieza el hombre a tener memoria?, a partir del reconocimiento. Podríamos decir que el primer sinónimo de la memoria es un re-conocimiento, es decir; volver a conocer lo ya conocido.  ¿Y cómo surge esa primera presencia que posteriormente en una interacción, en una  repetición se va a convertir en una representación? Pues ese es el núcleo de nuestra discusión sobre los límites.

   
 Recordemos algunas de las categorías que habíamos formulado. Primero, decíamos que varias dicotomías habitaban al ser humano. Una de ellas era su oposición entre su biología, o la naturaleza, y la intención simbólica o la cultura, que probablemente sea la bisagra fundamental, por lo menos la que nosotros vamos a abordar desde nuestra reflexión. En torno a esta, desglosamos o descompusimos o deconstruimos (para parecer mas Bataille, mas Deleuze o mas Derrida) deconstruimos otras dicotomías que se desprendían de esa fundacional, que es la oposición entre naturaleza o zoma (cuerpo), y cultura o síntoma (símbolo), entre el impulso instintual y la codificación de los instintos. Esa codificación está mediada a través del lenguaje. ¿Cuál era el fundamento cuando ilustrábamos el caso del autismo?, cualquier falla de la articulación de la unidad psíquica supone que cuando una persona se mira al espejo, no se reconoce. Es decir que la imagen que está viendo es nueva para él, es decir que no hay una memoria del sí mismo. Recuerden que ese era el fondo de la gran metáfora griega de Narciso. Narciso se ahoga es porque al tratar de abrazarse en su reflejo en el charco, no sabe que es él mismo, cree que es otro, carece de la memoria del sí mismo.
    Paralelamente entre esa profunda y primera dicotomía entre la naturaleza  y la cultura, hablamos de la dicotomía entre lo inconsciente y lo racional. O si lo quieren entre lo inconsciente y lo intencional. Uno podría decir que intención no es otra cosa que razón. El ser humano se debate entre sus tensiones físicas biológicas, y sus intenciones mentales. O, mejor aún, toda tensión biológica del organismo humano, termina siendo una intención mental, y termina siéndolo porque lo que media entre ellas dos es el lenguaje, el uso de la representación, el orden simbólico. Esa es una primera aclaración que debemos hacer, y que está unida a las dicotomías que hemos formulado anteriormente. ¿Cuál otra dicotomía comentamos en nuestra sesión pasada?... la ética no debería ser algo que se aprenda, sino algo que se reflexiona, y la única forma de reflexionar es internalizar las categorías que permiten la reflexión. El mundo -vuelvo a repetir- el enunciado, tiene la forma del lenguaje con el que lo bautizamos. Por lo tanto, nuestras categorías referenciales definen la amplitud o cortedad de nuestro propio mundo, y con ello mismo definen la posición que podemos tener en esa topología del mundo bautizado, del mundo simbólico. ¿Cuáles fueron las otras dicotomías mencionadas?: El mito y el rito. Los rituales siempre traducen conductas, acciones e interacciones, mientras que los mitos siempre transmiten sistemas de representaciones, no sistemas de interacciones. Dijimos también que habían ritualizaciones cotidianas, y que por tal se podía entender aquello que hacemos reiterativa y repetitivamente, porque está traduciendo un orden de creencias que regula precisamente la forma como nos movemos en el mundo.

    Habíamos también formulado la oposición entre Eros y Tanatos, o Eros y Anteros. Todo el mundo habla ingenuamente de Eros, (Recordemos aquel angelillo renacentista que supuestamente dispara sus flechas a los amantes para generar la atracción) Lo que todo el mundo olvida recordar es que Eros en la mitología griega tiene un hermano gemelo, que es Anteros, el cual dispara las flechas del odio, de la repugnancia, o sea del matrimonio. Es decir, el uno representa el noviazgo y el otro el matrimonio y los hijos (broma). Eros y Anteros, y traducen básicamente, Eros, la constructividad del mundo, y el famoso Tanatos: la muerte. El ser humano solo se diferencia, solo tiene memoria porque reconoce la muerte de un semejante. Los animales no entierran a sus muertos. Por lo tanto carecen del nombre que referencia al muerto. Y ello implica que el nombre es solo un artilugio humano para recordar. El lenguaje entonces no es otra cosa, que el ejercicio de la memoria. Recordemos el problema que tenia Platón frente a la escritura.... Recuerden que Platón decía que el problema de que el hombre escribiera, era que iba a terminar perdiendo la memoria, porque una vez que podemos archivar sobre un soporte material, elementos, referentes, símbolos, ya no se tiene la necesidad de guardarlo, internalizarlo en la unidad psíquica o en nuestra biblioteca personal como diría Umberto Eco (La enciclopedia son los conocimientos generales de un sistema social, y la biblioteca es la forma, el habla de Saussure) lo primero es la lengua y lo segundo es el habla, el primero es el acervo colectivo generalizado… Ese acervo colectivo generalizado va a ser el propósito de nuestra reflexión de hoy, y se manifiesta en el ser humano, básicamente en su percepción de la finitud que posee.
    Ese es el problema de los amantes: que se creen eternos. Por eso cierto aforismo que a veces socializo, “el amor es eterno...mientras dura” hay eternidades que son más largas que otras, también la eternidad esta jerarquizada, de hecho piensen ustedes que los sistemas sociales castigan a sus transgresores remitiéndolos al olvido social. Es el mismo castigo que ejecutaban las tribus primitivas del centro de África. Para matar a alguien no hay que torturarlo, sólo hay que olvidarlo, y olvidarlo es mandarlo al territorio del vacío, convertirlo en neutro, nunca interpelarlo, ni siquiera desde el recuerdo o desde la memoria. Fíjense entonces las dos facetas que va poseyendo por un lado el recuerdo. El recuerdo nos permite reconocernos a nosotros mismos, pero también castigar a los demás. ¿Qué muerte peor que dejar de recordar a aquel que se amaba? Lo que nos atormenta no es que nos olviden, es la facilidad con la que lo hacen, porque queda en entredicho entonces el presente que se compartía. Entonces fíjense, por ejemplo: ubiquémonos en esto: ¿ustedes creen que lo que recuerdan de su vida es objetivo? ¿Que si sólo contaran de sus vidas lo que recuerdan, alguien leyéndolos podría decir “esta es la vida de tal o de cual”? Tenemos una característica, una cualidad bien semiótica: mejoramos los buenos recuerdos, y olvidamos los malos. Una memoria sexistencial, selectiva ¿no? Incluso, ¿cuándo ustedes pueden recordar en el afecto los errores cotidianos del otro? No es ni siquiera que no puedan, es que no quieren. Entonces uno selecciona, fíjense. El recuerdo es metonímico, no metafórico. El inconsciente en cambio es el espacio de las metáforas. La memoria es ejercicio del espacio de las metonimias. Extraigo de un todo un detalle, el agradable, y a partir de ese momento, el referente va a ser sólo el asociado con ese detalle. Este es el que se mitifica y se convierte entonces en el referente representacional. ¿Cómo empieza el hombre a recordar'? Básicamente en el momento en que una trivialidad topológica, o sea física, una vecindad, queda marcada por el extrañamiento, y todo extrañamiento es una ausencia. Y ya sabemos que el deseo no es otra cosa, que la necesidad de poseer lo que no se posee, por lo tanto no existe el deseo, si no existe antes la carencia de lo deseado. Nadie desea lo que posee, entonces ya vamos relacionando dos elementos bien interesantes. El ser humano es el animal de las carencias. Por eso desea y por eso recuerda. ¿Y dónde surge esa dicotomía? En el momento del entierro. Ya les recomendé la lectura de dos textos de George Bataille, El Erotismo, y Las Lágrimas, cuya hipótesis central es precisamente esto. No se puede hablar del deseo sino desde el momento en que alguien entierra a otra persona. ¿Qué sucede en un entierro? Un entierro es primero que todo una acción física, es también una interacción en parte física y en parte simbólica. Cuál es la parte física de esa interacción: que nunca se entierra en solitario sino en comunidad. Tan será así que se penaliza incluso la forma del entierro. Recuerden ustedes que una de las estrategias de control social del judeocristianismo fue por ejemplo condenar a los suicidas a no poder ser enterrados en los mismos cementerios que todo el mundo, es más, a ni siquiera ser enterrados. Sus cuerpos abandonados para que las alimañas y los buitres sobrevolaran por allí y fueranse llevando pedazo a pedazo los restos de aquello que era sólo un cuerpo orgánico, porque carecía de trascendencia simbólica en la medida en que no había trascendido o transgredido los interdictos formulados al interior del sistema social.


    Durante la colonia, los ricos donaban toda su fortuna a las cofradías, las cuales eran una especie de grupos paramilitares de la época, pero cuyo propósito no era despedazar cuerpos, sino despedazar cerebros desde la fe. Entonces por ejemplo, se le decía a una cofradía dominica que se le dejaría toda una fortuna, ¿Cuál era el requisito? que mientras durara la fortuna, cada año se hicieran misas en memoria del difunto. Es decir que se pagaba la memoria social. Hemos dicho que la existencia solo depende de la memoria, fíjense qué es lo primero que hace un sujeto malvado antes de morir, si no escribir su biografía, ¿y qué está haciendo allí? Está tratando de limpiar el pasado para que la memoria de los demás sólo recuerden “dizque” las cosas buenas o lo que él desde su perspectiva consideró a lo largo de su vida las cosas buenas. Grosso modo, podríamos afirmar que no existen las biografías, sino las socio-grafías, porque toda vida humana es lo que las demás vidas con las que entra en interacción dicen que es esa vida humana. La identidad, insisto, no es una substancia de una naturaleza, no es un núcleo, no es un arquetipo, no tiene nada que ver con la ontología, sino con la sociedad, es el efecto de una interpelación, de una interacción simbólica y comunicativa, es tan factible de comprobar ahora al interior del Facebook... ¿Cómo asesinan a alguien en estas redes sociales? Dejan de comentar lo que dice, y la persona comienza a desesperarse, y se genera la famosa ansiedad de ser reconocido, la dialéctica que ya formulaba Hegel en la Fenomenología del Espíritu, solo buscamos, nuestro único deseo es ser reconocido por los otros, porque nuestra existencia entonces, fíjense, es un puro efecto discursivo, solo se es sujeto del enunciado de los demás. Solo después de que hemos sido enunciados por el lenguaje nos convertimos en sujetos de la enunciación. Esa es la gran dialéctica que transgrede el psicoanálisis, frente a lo que se definía antes de ese dispositivo técnico y teórico que es el psicoanálisis que era la identidad. Entonces se supone que X persona es el mismo sujeto a todo lo largo de su vida. Resulta que X persona es una cosa cuando está en un contexto simbólico interactuando con unas personas, y otra muy diferente cuando está  en otro contexto. No hay identidades rígidas, hay etiquetamientos sociológicos que son algo muy distinto.
    Entonces ya nos hemos ubicado en un primer momento. Ubiquémonos en la etapa pre-homínida, los dos últimos simios, llamémoslos Ork y Urk, y uno de ellos cae, y el otro que había visto caer a Tanatos, en ese instante se detiene, y observa cómo, aquel que correteaba antes a su lado ya no se mueve. Ork entonces se detuvo en el instante en el que Urk dejó de respirar, y no le bastó con sentir que una lágrima caía por el lateral de su hocico, sino que decidió llorarlo más tiempo. Y para llorarlo entonces dijo ¿Cómo voy a llamar a este que antes correteaba a mi lado?: Ork, y cómo voy yo a hacer para no olvidar a Ork?: voy a colocar sobre su cadáver algo que señale que él era Ork y no cualquier otro. Así que la muerte, aparentemente desde la lógica judeocristiana nos devuelve a la homogeneidad del todo, y hace es todo lo contrario. La muerte es la que nos convierte en individuos, esa primera muerte, al reconocerse, hace que no sea lo mismo Ork, Urk, o Irk. Y que fuese necesaria la desaparición para adquirir la identidad. ¿Hay una diferencia identitaria entre la ultima horda de simios? No, mientras no hayan enterrado a ninguno de los individuos. Y al enterrar a ese simio, ya se sabe que nunca se va a volver a levantar, y como no se va a volver a levantar, entonces sentimos el deseo de que vuelva a aparecer. Un ser humano sólo se convierte en tal después de haber adquirido el lenguaje, cuando reconoce el indefectible dolor de la desaparición de alguien cercano a él. Quien no ha vivido un entierro afectivo, no ha consolidado aún su identidad, y no sabe lo que significa la eternidad o la fugacidad de la vida. En Colombia nos queda muy fácil, porque lo difícil aquí es que antes de los doce años no le hayan matado a alguien a todo el mundo. Por lo tanto, somos precoces identitariamente hablando. ¿Por qué ante la muerte de un amigo, de un amante, de un hermano, o de un padre o madre, cambia la vida de una persona? ¿Por qué?... Se modifica por completo. Y no es porque se esté pensando en el futuro, es porque antes no se pensaba en el presente. Lo que nos da la muerte es la conciencia de la fugacidad del presente. Tenemos entonces un primer elemento: el entierro asociado con el recuerdo porque he nombrado a aquel que enterré. Y a partir de ese instante empiezo a desear que vuelva a estar conmigo. Al punto que uno vive siempre con la memoria. Es uno entonces el que le está otorgando la eternidad al otro, en la medida en que lo recuerda. ¿No han hecho el ejercicio de pensar por ejemplo, de sus relaciones emocionales, a quienes recuerdan? Deberían hacer ese ejercicio de reflexión. Bueno recordamos a tal o cual, ahora pregúntense, ¿Qué recuerdo de él? Específicamente ¿Qué es lo que recuerdan? ¿Por qué lo recuerdan? ¿Lo estoy recordando a él? ¿O me estoy recordando a mí mismo a través de él? ¿No estaré pensando en el que era yo con él, y no en el otro conmigo? ¿No será entonces todo un inmenso ejercicio de navegación en los charcos del espejo? ¿En la construcción de la propia identidad? ¿Qué es lo que nos duele del otro, su ausencia o su presencia? ¿Cómo se presenta al otro, desde su propia presencia o desde la ausencia?...
    Heidegger decía, en una lectura algo equivoca para la mayoría de los críticos que suponen que lo único que hizo Heidegger fue una ontocronoteoría, es decir, una analítica trascendental del sufrimiento del tiempo en el ser humano, o del ser humano hacia el tiempo, contrariamente a esa generalizada opinión, no se puede hablar de las temporalidades del ser humano si antes no lo ubicamos en espacialidades. Decía Heidegger que el ser humano es arrojado al mundo hacia la muerte y el vacío de la existencia. Ese ser arrojado al mundo, es una falacia, porque supone que el sujeto está en un lado y el mundo como espacio en otro, y que son dos cosas diferentes. Y desde Einstein incluso en la física sabemos que el tiempo y el espacio son construidos por  la interacción que mantienen por lo menos dos observadores con respecto a ese tiempo y a ese espacio. Así que no hay ni un tiempo ni un espacio absoluto como pretendía Kant o como pretendía Newton. Tanto el tiempo como el espacio son efecto ¿de qué?: De una interacción simbólica entre distintos tipos de individuos. Así que antes de ser arrojados, lo que sucede es que nos ubicamos con respecto a los otros. Esa ubicabilidad con respecto a los otros es el espacio de lo íntimo. Lo íntimo no es otra cosa que lo que nos resulta familiar. Y lo familiar no es otra cosa que lo  que espacialmente es cercano. Freud definía lo siniestro como algo íntimamente familiar de algo que hemos olvidado y que ante un estimulo, de repente, se recuerda. Esa es una lectura exquisita de lo que significa lo siniestro. Hay otro texto de Eugenio Trias (se los recomiendo) que se titula precisamente De lo bello y lo siniestro, donde hace una deliciosa reflexión a propósito de  estas dos inferencias.
    Entonces, por un lado el ser humano es arrojado al mundo, no hacia el vacío, porque no puede existir el vacío en la medida en que el único vacío posible es el de la distancia, y para que haya distancia, debía haber antes cercanía !y consciencia de la cercanía!.  Ahí podríamos proponer una nueva lectura de los existencialismos, de la primera mitad del siglo XIX volver a leer por ejemplo Temor y Temblor de Soren Kierkeggard, o el Diario de un seductor, cuyo único propósito es saber cómo, si el otro no es inventado en mí, no hay un espacio donde yo pueda estar habitable y habitar.  ¿Qué es estar habitable? Es, lo decía Heidegger, es el Dasein, el ser-ahí convertido en ser a la mano.  Ahora, estamos proponiendo una reinterpretación de ese arrojamiento al mundo como ser-ahí. El ser no es un Dasein, un Ser-ahí, sino un Insein, un ser dentro. Y estamos cambiando la perspectiva de la lectura. Estamos diciendo que el tiempo es proyección de lo que sucede adentro de nosotros. Esa es la diferencia entre una esfera y una burbuja en el modelo de Sloterdjik. El mejor reinterprete desde mi perspectiva, que tiene todo el siglo de Heidegger, es indudablemente Sloterdjik. Para mí Sloterdjik no es básicamente sino un topógrafo simbólico que reinterpreta El Ser y El Tiempo. Y quien afirma implícitamente que antes de hablar del Ser y el tiempo, habría que decir el Ser y el Espacio.
    En alguno de sus textos precisamente pertinente al mismo Heidegger, dice una frase más o menos así: “Lastima que lo que le sobro en extensión a Heidegger le haya faltado en profundidad analítica” Cuando uno se atreve a decir eso de Heidegger, está uno leyendo a uno de los más densos... que probablemente sea, esa la ultima arquitectura meta-ideológica construida en el pensamiento filosófico. Lo que dicen los posmodernos ingenuamente que ya no existe; la población de meta-modelos, que interpretan el mundo y al hombre dentro del mundo. Porque el posmodernismo se auto define.... si la reflexión filosófica es todo lo contrario, formulamos un modelo, buscando lo que permanece, no lo que cambia, y se trata de generar macro-estructuras que me permitan definir desde ese propio modelo, todas la posibilidades tanto del ser humano, como de la interacciones entre el ser humano consigo mismo y con los demás, con nosotros mismos que son todos aquellos cuando son recordados, es decir cuando son internalizados.
    Entonces, ya tenemos allí una primera dicotomía, dos hombres, un reconocimiento de una dicotomía que se traduce en un entierro. Lo primero que podemos nosotros afirmar desde la antropología, es que desde el momento en que una comunidad, o, una horda, entierre a algunos de sus miembros, ya hay un sistema cultural porque ya hay un orden simbólico que los relaciona, que los hace creer que pertenecen a lo mismo... ahí fue cuando hablamos de la relación del Tótem y el Tabú. Ese tótem es una representación compartida por todos, que hace que todos nos sintamos miembros de ese sistema, de ese colectivo, de esa horda, de esa tribu, de ese clan o como lo quieran llamar. Heidegger también decía que el ser humano esta caracterizado por la errancia. Errancia proviene de error, el ser humano es el animal que deambula de error en error por el mundo. ¿Cómo llama la gente ahora, cómo legitima la gente ahora sus propios errores?: Experiencia. Ese es el clásico epíteto con el que uno legitima su propia incompetencia. “No, pero esto no fue un error, fue una experiencia, estoy aprendiendo”... Hay tres formas de saber que  algo no debe hacerse. Una es observando a otro cometiendo el error, es decir aprendizaje por observación. Otra es interpretar los principios físicos que subyacen en el problema, que es el aprendizaje por cognición, y hay otra, que parece ser la más común: cometer el error. ¿Por qué todo niño tiene que fracturarse el cráneo para aprender que no debía hacer precisamente lo que su madre le decía no hacer? Todos odian una afirmación muy paterna: “Se lo advertí”, ¡pero insisten en omitirla!, ello es efecto de que la gente insiste en convertir en experiencia los errores... ¡Eso es mediocridad señores, si uno aprende de error en error, eso no es talento, eso es mediocridad existencial! Entonces, no legitimemos nuestra mediocridad bajo esas figuras estupidisantes que dicen que “echando a perder se aprende”. Vemos que este país está en su actual situación porque llevamos 200 años echando a perder todo, ¿y que se aprendido? Nada. O aprendimos algo de la egolatría de Santander, de la mitomanía esquizoide de Bolívar, ¿Hemos aprendido algo? ¿Se aprendió algo de los 8 años infernales del gobierno de Uribe? No se ha aprendido nada. Entonces no justifiquemos nuestra mediocridad con esos axiomas que son formas de moral social que terminan determinando nuestro comportamiento. Empezamos por internalizar el axioma de que “echando a perder se aprende”, y a partir de ese momento me levanto a cometer errores. Hay que devolverle entonces la posibilidad transformativa a la razón. Insisto, a pesar de que mi posición es posestructuralista, estoy defendiendo a la razón como argumento del ser humano (pero a partir de Trias), ¿Qué es lo que nos dice en el Tratado de la Pasión?: Que la razón es efecto de la pasión, que no existe ninguna forma de razón, si no le antecede una acción, ¿Y qué es la pasión si no lo que resulta cuando ponemos por lo menos dos individuos cercanos el uno al otro? Esa es la pasión, es el reconocimiento de la existencia del otro en la interacción. Y es el hecho de que yo solo existo para el otro precisamente en esa misma interacción.  Ahí les doy otro dato de una bibliografía: La Presencia y la Ausencia, Contribución a una Teoría de las Representaciones de Henry Lefebvre, un delicioso filósofo francés. El autor hace una panorámica exquisita donde demuestra que todo pensamiento occidental ha sido primitario, es decir, que siempre hay una presencia, una ausencia y una mediación entre las dos. Esa mediación entre la presencia y la ausencia es lo que nosotros denominamos en la semiótica “sigma”, recuerden esa excelente definición de Eco: la semiótica estudia todo aquello que puede ser utilizado para mentir, y si puede ser utilizado para mentir es porque es una presencia equivoca. El ser humano  no invento la palabra “fiera” para hablar de la fiera, sino para advertirle al otro que allí viene la fiera, alerta. Esa es la diferencia entre el lenguaje ostensivo y referencial de los animales, que poseen lenguaje, y no me estoy remitiendo solo al preguntar, sino a todo esa otra premisa en la etología que estudia las conductas animales. Si yo no  dispongo de un dispositivo para decirle a Ork que ahí viene la fiera y me toca señalarlo, o lo que es peor, me toca cargar a la fiera en la espalda... ¿por qué el ser humano invento el lenguaje? Porque es muy difícil cargar el mundo en la espalda. Hay una forma del interpretante que es cuando un elemento particular  ostensivamente alude a la clase genérica a la que pertenece. “Todas las cosas que son como esta se llaman libro”, allí hay un interpretante, y allí hay una inferencia lógica, que exige que yo cargue un elemento que pertenece a una categoría que me permite contarle a los demás que ese elemento es ese y no otra cosa. Eso implica entonces cargar con el mundo. Es delicioso... ¿recuerdan ustedes Cien Años de Soledad? ¿Recuerdan esa dialéctica paradójica del lenguaje cuando tuvieron que nombrar a las cosas con su propia etiqueta? “El mundo era tan nuevo que no había nombre para  las cosas” Eso es la ostensión, el lenguaje inicial. Así, los hombres se ponen de acuerdo para relacionar un plano de la expresión completamente abstracto con un plano del contenido también completamente abstracto que a partir de un momento determinado va a significar “fiera”. Y seguramente durante mucho tiempo no existió nada que tradujera la palabra peligro, o mejor la palabra fiera no significaba tanto el animal referencial sino el efecto que podía producir desconocer la palabra cercana, la vecindad de esa fiera.
    Eduardo Viscoin dice que el sentido es un con-sentido, una comunión del sentido, por ello, afirmar que algo tiene un valor positivo o negativo, es una  alucinación si no se parte de interpretar, efecto de qué enunciación simbólica esta cualificando, jerarquizando o valorando una acción, un acontecimiento o una persona. Debemos insistir en el hecho de que partimos de que no existen valores absolutos, por lo menos  no desde una ética interactiva. Así que, elaborar morales o éticas, implica deconstruir los sistemas de significación y las hegemonías ideológicas, políticas que subyacen a cualquier enunciado que cualifica las preguntas ajenas. Hablar de ética no es hablar de la ética...para, para  Dummies.  La ética no es la aplicación de un manual, ni de un repertorio de urbanidades carroñescas. Toda urbanidad es un acto de carroña con la sensibilidad ajena. Eso de ser políticamente correcto no es otra cosa que una hipocresía social que tiene como propósito, valorarse, jerarquizarse y ganar más dinero o al menos más respetabilidad. Entonces se dice “No, es que es moralmente incorrecto que yo diga esas cosas, ¿Qué van a decir de mi? Si mi labor es amaestrarlos, si mi labor es volverlos sujetos éticos” es decir, un poco de mano de obra barata que salga rápido de acá, y que siga alimentando los circuitos mercadotécnicos, y no contestatarios, mucho menos revolucionarios...

    

Bueno, entonces ahí tenemos una primera tensión, esa tensión entre la vida y la muerte que se reconoce a través del uso del lenguaje, y que le otorga identidad tanto a quien es recordado, como a quien recuerda. ¿Por qué creen ustedes que Proust se demoró novecientas paginas escribiendo En busca del tiempo perdido? porque no hay nada mas demorado que recordar nuestra vida. Si uno quisiese recordar la totalidad de su vida, le haría falta otra; la vida requerida para recordar la vida vivida en efecto. ¿Y por qué? Porque resulta que no existe..... Sino el resultado, y por que la memoria de mi infancia no es la memoria de lo que a mí me pasó en la infancia, es la memoria de lo que yo recuerdo que me pasó, y lo que me pasó es producto de todos los demás que allí habían a mi alrededor, y que de alguna forma determinaron para bien o para mal lo que yo posteriormente voy a recordar y que por lo tanto va a regular mi conducta. Dado que todos actuamos a partir de lo que recordamos, uno puede afirmar que toda conducta no es otra cosa que un ritual basado en un mito de la memoria personal. Eso es lo que busca el psicoanálisis, traer a la luz todo aquello que hemos olvidado, porque eso que hemos olvidado es lo que determina nuestras conductas contemporáneas o presentes. Vamos en busca del tiempo perdido, ese es el ejercicio de toda vida. Y de hecho es más patético ¿no?, elegimos objeto amoroso, por lo menos en occidente, porque yo no podría estar tan seguro al afirmar que en Islandia o que en una tribu bosquimana yo pudiese hablar de lo mismo que se habla en Latinoamérica o en París. 51: 30 El eco es una interacción simbólica que construye identidad. Pero por supuesto que para un bosquimano, las estructuras simbólicas que construyen su identidad tienen que ser diametralmente opuestas. De la misma forma en que hay lenguas, muchas lenguas aborígenes donde no existe la simultaneidad enunciativa del tiempo y del espacio, es decir, hay muchas lenguas donde, si yo estoy hablando con ustedes acá, no puede estar pasando al mismo tiempo  algo en otro lugar que no sea el lugar que estamos compartiendo. Eso resulta para nosotros insólito, porque nuestro lenguaje y nuestra interacción simbólica ha codificado plenamente la suposición, de que, no es necesario estar en el mismo espacio para compartir el mismo tiempo. Esa temporalidad simultánea no existe en la mayoría de tribus aborígenes latinoamericanas. Suponer que, si estamos aquí, el único presente que hay es el de las personas que estamos aquí, interactuando. En este momento, no puede haber nada más pasando porque no está pasando en este lugar. Fíjense que ahí lo que hay es un anclamiento temporal en el espacio compartido, en el fuego del hogar.  La palabra “hogar” básicamente significa “fuego compartido” y tiene que ver con la fogata iniciática con la que el ser humano, ¡salta de la naturaleza a la cultura dejando de comer crudo! Y aprendiendo el arte de la espera, esa es la gran diferencia entre un animal y un ser humano.  El animal se tira con las fauces abiertas y chorreando babas a devorar a su presa. El hombre, dosifica su ansiedad, ritualiza sus conductas, la llena de elementos simbólicos. Es la diferencia entre ser un arrecho o una arrecha, y ser un seductor o una seductora. El arte de la espera, que se aprende también contemplando la llama. ¿Se dan cuenta que una fenomenología del fuego nos llevaría casi que a una apología total de la separación entre el hombre y el animal? A los animales siempre les va a asustar el fuego, a nosotros nos intriga, nos hipnotiza, nos pone a soñar, a inventar, a crear. Y nos enseña a esperar, comer cocido es tomarse la molestia de esperar, a que haya un proceso de transformación de algo, mediado por otra cosa distinta, para el caso, el fuego. ¿Conocen el texto de Gastón Bachelard, La Llama de Una Vela? Donde sostiene que además de ello, si no fuese por la masturbación, el ser humano nunca habría aprendido a producir el fuego por frotamiento de las ramas. Insisto en que busquen ese texto y le hagan una lectura reflexiva y poética.

    Entonces, el fuego nos lleva a un estado de desdoblamiento imaginario, y lo que sucede en ese desdoblamiento imaginario (Anoren 55:43) lo llamaba la otra escena, es que el otro aparece en escena, ¿Recuerdan porque insisto tanto en el titulo del texto de Eco? Cuando el otro entra en escena nace la ética, y como la ética no es una substancia, porque es un efecto simbólico, una codificación, implica entonces que los elementos éticos o eso que llamamos éticos, es decir las conductas personalizadas, siempre están relativizadas con respecto a las conductas ajenas y a las conductas de los demás. Estoy afirmando entonces... (Cualquier ontólogo, cualquier cura pedófilo de este país, inmediatamente me mandaría la inquisición) Pues estoy negando la substancia de la moral, la substancia de la verdad, estoy diciendo que nuestras conductas sólo se pueden valorar si partimos de un relativismo total  de lo simbólico, porque el mundo no existe sino en lo simbólico. No existe un mundo afuera del sujeto que construya ese mundo soñándolo, pues para soñarlo debe haberlo recordado, y para recordarlo debe haberlo bautizado. Por eso es que es tan importante la lógica del detalle. Vamos por la vida bajo la suposición de que el otro ya existe por naturaleza. ¿Cuántas veces le dicen a su madre antes de salir de casa que la quieren, o a su padre?  Bajo la idea de que como han estado toda la vida presentes cuando los han necesitado, entonces ya son completamente naturales, convencionales, y que ya son “eso”. Resulta que uno solo es, cada vez que lo besan, no en el intervalo, uno es cada vez que lo miran, no en el parpadeo. Si ese beso marca, nace el recuerdo,  la memoria del beso. Si esa mirada marcó, el parpadeo se convierte en el recuerdo de lo visto, en el ejercicio de la memoria. Así que hay que reivindicar nuestra libertad de expresión a partir de volvernos barrocos, de estar constantemente obsesionados con el detalle, de saber que no basta con decir una vez “te quiero”, para que el otro se sienta querido. De la misma forma en que no basta con decir una sola vez, “me repugnas”, “maldito fascista”, hay que decirlo ¡todos los días!, para que no se evanesza la identidad del otro, porque la identidad es esa proyección del bautizo que es esa conexión simbólica, hay una materialidad de la significación del comportamiento. Así que revisen un poco  en sus cotidianidades y se darán cuenta... cuando sea demasiado tarde, será demasiado tarde, “solo nos reconocemos cuando ya nadie nos queda”, afirmaba yo en alguna ocasión, enunciados que a veces sí, o a veces no, pero que siempre son contestados por alguien, desde la complicidad, o desde su pseudomoral que se ve afectada por mis enunciados, ahí hay una existencia. Esa es la existencia. Existe ser fuera de sí, para por sobre, en el otro, esa es la revisión que nos formula Sloterdjik al afirmar que debemos recuperar no el Dasein sino el Insein, el dentro que se proyecta hacia el otro. Entonces qué es lo que sucede... vamos a hablar de un salto de la naturaleza a la cultura, que dos individualidades se conviertan en cómplices cuando se permean o se entrecruzan. Que por lo tanto el espacio de lo público no es otra cosa que el entrecruzamiento de las burbujas de lo íntimo. Que en pocas palabras, si es el lenguaje el que nos otorga identidad,  entonces para hablar, hemos de ser hablados antes, de hecho, toda la vida luchamos con la forma como hemos sido hablados por los demás, tratando de reivindicar precisamente en la interpelación comentativa, quiénes somos, o quiénes no somos. ¿Esa parte sementeril queda clara?: Que no seriamos distintos de ningún animal si no consideramos la posibilidad de templar ante la ausencia ajena, o sea de haberla reconocido, y por ello bautizado, y con ello llevarla al territorio del poema, es decir al territorio de la memoria. Todo ser humano  escribe un poema algún día porque todo ser humano quiere recordar, quien más fue.

    Somos la forma como cualificamos el ser. El ser humano es ante todo un repertorio de arquetipos, y un arquetipo es una cualificación, una asignación y un valor. Con ello implícitamente una jerarquización de contenidos. Entonces lo importante no es lo que hacemos, es cómo lo que hacemos, es o no es cualificado en un contexto de interacciones  específico, concreto y determinado. Aquello que puede ser catalogado si lo hago en un taller de semiótica con mis alumnas, seguramente es cualificado por una de ellas de otra forma si lo hago en una fiesta, y así pueden extender ustedes toda su vida. El mismo evento deja de ser el mismo cuando se cualifica de manera distinta. ¿Cómo era que decían las abuelas anteriormente, con esa, ahí sí acertadamente doble moral? “Una mujer debe ser una dama en la calle y una puta en la cama”. Esa era la frase clásica de todas las abuelas. ¿Qué significa ahí eso entonces? Las acciones no son tanto el referente, sino la cualificación de las acciones. Aquello que causa asombro, escozor, escándalo en un contexto determinado, genera absolutamente distintos tipos de interpretaciones y de reacciones en otro contexto determinado. La inteligencia ética de un ser humano  entonces, está traducida en un enunciado clásico ¿no?: “donde puedes, haz lo que quieres”. Eso no significa que imites comportamientos sino que entiendan las reglas que codifican y cualifican las conductas y los comportamientos en ese lugar. Si yo voy a llegar en ropa interior a una exposición de semiótica en un congreso en Irán, probablemente no salga de allí. Esa es la primera actitud ética, sobrevivir. Estoy en total desacuerdo  con el sacrificio personal cuando ello implica la vida misma. Es un acto de estupidez. La vida es muy corta, fugaz y accidental, como para que la desperdiciemos bajo epopeyas que siempre ocultan la egolatría de un dictador, como “muere por tu patria”. O sea muere por mí. Patriotismo es cuando los demás mueren, no cuando muero yo. O cuantas veces han visto ustedes al general patriota yendo al frente de la fila. “Eso me gusta, que den su vida por la patria” ¿Por qué no va y la da usted maestro? Parece usted al frente. ¿Por qué tiene que ser el muchacho que acaban de agarrar por indocumentado? ¿Por qué no es usted, que es tan culto señor general de tres soles?
   

 Cuando uno delega la responsabilidad del patriotismo es muy fácil disponer de las vidas ajenas. Ordenar una guerra es muy fácil cuando no se es el primero que va a tener que estar allí recibiendo los tiros o los machetazos, o, produciéndoselos al otro. ¿Saben por qué se ha inventado la guerra a distancia? Porque el ser humano está hastiado de asesinar mirando a los ojos, lo decía Baudelaire ¿no? “Somos la herida y el puñal”. No considero valido desde ninguna ética formulable, el hecho de que una persona pierda su vida por ningún propósito. Y no me salgan con la estupidez de “entregó la vida por la vida de los demás”, eso es puro cristianismo. Esa es la legitimación... esos cuenticos absurdos de que tienen que sacrificarse... ¿alguna vez han visto que se sacrifique quien pontifica por el sacrificio? Cioran se la pasó toda su vida formulando el suicidio, y no se suicidó, se murió de viejo. Pero sí hubo un poco de imbéciles que al segundo capítulo de Breviario de Podredumbre ya se habían suicidado. Eso se llama medianía mental, mediocridad y falta de respeto con uno mismo. Ya lo he dicho, no hay ningún mas allá, todo más allá está más acá. Por lo tanto, dado que somos tan fugaces, respetemos eso, ese es el axioma fundamental de la ética laica que yo promulgo, el arte de vivir, ¡y del buen vivir! Porque no sacamos nada con sobrevivir. ¡El socialismo no es que todos coman mierda, es que nadie la coma! El socialismo no es la generalización de la pobreza, como ingenuamente lo cree Fidel. Es todo lo contrario de eso, ahí desmontemos otra mitología “Pero es que cuba tiene educación”, miren los reales niveles de la educación, de la salud.  Pero sin embargo el señor Fidel sí colecciona Rolex, ¿alguna vez han averiguado cuanto suma la millonada de dólares que tiene en su cuenta bancaria en suiza el señor Fidel y su hermano Raúl? ¿Alguna vez han visto los trajes que tiene en su armario Chávez? Entonces, cada vez que alguien les exija un sacrificio, reflexionen sobre ustedes mismos, y sobre el valor que poseen ustedes como libertades. La vida es lo único importante, porque es lo único que tenemos. De la gente muy atrevida siempre se dirá, cómo era de atrevida “¡Como era de atrevido!” No, el único heroísmo factible es que ustedes vivan y enseñen a vivir a sus semejantes. Hay una obligación moral: Ser felices. La felicidad es ser reflexivos, ser críticos, ser transformativos, no reiterarnos, no repetirnos, cambiar cada mañana cuando nos miramos la cara en el espejo. Porque si eso no ha pasado hemos perdido un día, mejor dicho, hemos perdido vida.  Ya sabemos que es dramático, ya sabemos que la conciencia de la muerte es lo que nos separa de los animales. No hay un solo animal que entierre a sus semejantes. Así que vivimos en la angustia de la muerte. Nuestra finitud y nuestro gran límite es ese. Esa es la filosofía de lo limítrofe, reconocer que no es que seamos para la muerte, sino que estamos condenados a morir.
    La vida es un instante entre dos eternidades[1], eso nunca lo olviden. Y es también lo máximo que deben recuperar, y tratar de defender. De la misma forma en que no se pueden ir sacrificando en sus vidas por que sí, tampoco pueden ir sacrificando a nadie porque sí. Porque toda gente existe y merece respeto. Cuando se pierden los límites del respeto humano, se supone que rescatar unos secuestrados es entrar y asesinarlos a todos. ¿Hace dos años, no murieron acaso 200 niños en Moscú luego de un secuestro  masivo? ¿Solo por que los sistemas sociales carecen de respeto a la dignidad humana? ¿Los cuales sólo se basan en la egolatría mito-maniaca de los cuasiseudodictadores que determinan las grandes esferas? Y no estoy hablando ni de la izquierda ni de la derecha, estoy hablando de todo fascista por que cualquier persona que se pretenda más importante que el colectivo es un fascista. Ese es el límite, ese es el límite real... Y una vez que sabemos, que en la medida en que estamos condenados a la muerte, también tenemos la obligación de trascender, sin confundir la trascendencia con la reproducción, y que entonces una vida no es digna si no se traen vidas al mundo, lo cual no es más que traer al mundo mano de obra barata. Hay otros estilos de vida, y necesariamente la maternidad o la paternidad no son la realización de nadie. De hecho, puedo aseverar, que hay un oficio que es mucho más brutalmente eterno, el cual es este que ejerzo yo. Porque yo no estoy creando fotocopias de mi mismo. No estoy multiplicando a mis referentes. Estoy proponiendo la revolución real, que es cómo me veo a mi mismo y cómo veo a los demás. La educación: ahí es donde esta la única eternidad.
    Entonces fíjense, cuando nos dejamos permear en nuestras conductas laicas, por ideologías religiosas, normalmente terminamos idolatrando mesías, víctimas, y jugando al sacrificio. El único sacrificio cierto es que deben obligarse a crecer, porque aunque no quieran el tiempo los obligará.  Y en general todo referente de representaciones simbólicas que los interpela y que al interpelarlos los convierte en identidades que los afirma, o, los envanece en ustedes mismos. Ahora, cuando el hombre se enfrenta ante esa finitud, surge inmediatamente pulsión a la trascendencia. Esa pulsión  de la eternidad se manifiesta en dos otros mundos en cuya convergencia brota el ser humano, el mundo de lo interior, el de la muerte propiamente dicha, y esa otra ficción humana: el del sobre mundo, el del paraíso, el de la resurrección. El judeocristianismo ha sido muy claro en implementar esto ¿no? El conocimiento providencial, emanado desde Aurelio Agustín, que es pontificado por Santo Tomas, básicamente nos habla de la providencia y de la resurrección, de ese que todo judeocristiano vive la vida buscando. ¿Y la resurrección para estar donde?, ¿al lado de los buenos, de los santos? Bueno, ¿Y si no triunfa el Cristo, si triunfa el otro, dónde seria la resurrección?
    El destino no es algo como la identidad que esta dado de antemano. Esa la construyen todos los días las personas, caminando. Así pues, la premisa fundamental a partir de la cual vamos a hablar del pecado y del castigo, es básicamente toda construcción de la muerte a través del ejercicio de la memoria,  la adulteración del símbolo y el lenguaje, como fundamentos de la interactibiladad humana, y con ello de la propia dignidad del ser humano. Ahora, dados como seres para la muerte  también es recomendable que aprendamos a enterrar. La nostalgia es un acto de necrofilia. Cometemos dos errores: a veces no recordar, y a veces no olvidar. Son dos caras de la misma moneda. Porque tan necesario como es no olvidar, es aprender a olvidar. ¿Qué sacamos años torturándonos por un amor perdido? Debemos aprender el arte del olvido, aunque el poeta haya dicho que sola una cosa no hay y es el olvido (Borges, en 1964 al final de la primera parte de ese bello y delicioso poema). Pero volviendo, ¿por qué es recomendable y básicamente ético también saber olvidar?: Porque nadie merece el dolor que no le corresponde. El dolor que vimos la sesión pasada es subjetivo, como el sufrimiento: ustedes sufren por que quieren. El dolor tampoco es una substancia, es el efecto de una interacción. A veces es muy  bueno sufrir patologías como la perdida de la memoria inmediata, facilita mucho la vida. Pero no podemos vivir en ello, porque si no la continuidad que exige el ritual y el mito se desvanece, y nos volvemos tránsfugas de nosotros mismos. Si se van a dedicar a la política, asúmanlo, pero si son dignos, nunca sean tránsfugas de ustedes mismos, no se vendan a su otro yo. Mantengan la fijación de sus propias dignidades, del ejercicio de su libertad, y no estoy diciendo que la libertad termina donde empieza la libertad del otro, esa es una frase totalmente maniquea y positivista. Mi libertad termina donde terminan las ganas del otro, que es bien distinto. Estoy haciendo una lectura hedonista si se quiere, del arte del olvido...Así pues, nos veremos luego, para empezar a hablar del infierno.


Agosto de 2010.



[1]  Frase de Soren Kierkegaard, Tratado de la Desesperación.

Mundo de Porquería. Por Camilo Salazar.



   En su corto y denso texto Fragmento teológico-político el crítico alemán Walter Benjamin establece una separación vinculante entre el mundo histórico, el mundo de la vida, y la presencia del Mesías, el mas allá del mundo. "Es el Mesías mismo quien sin duda completa todo acontecer histórico, y esto en el sentido de que es él quien redime, quien completa y crea la relación del acontecer histórico con lo mesiánico mismo. Por eso nada histórico puede pretender relacionarse por sí mismo con lo mesiánico (Benjamin, 2007e: 206). Desde el mundo histórico no hay nada que pueda decir al Mesías, nada dice las letras de su nombre. Por eso no hay relación posible desde este mundo respecto de él; el Mesías no puede ser predicho, no cae dentro del orden geométrico del proceder histórico-astrológico (Cfr. Scholem, 1996: 82). No obstante, tal delimitación de Reinos, lo histórico se encuentra ya pronunciando (quejumbrosamente) su nombre. Y es porque existe esta condición, porque hay una pre-pronunciación del Mesías que ocurre en el mundo, por lo que este puede llegar y completar el orden histórico. Que lo complete no debe pensarse como siendo un proyecto que debe elevarse a través de la causación histórica. Lo completa en cuanto dice lo que ya viene diciéndose en él. Lo completa menos arquitectónicamente que musicalmente. Al Mesías no lo dice el mundo más que, quizás, como mera muerte, como decadencia. Su única presencia en el mundo, si es que de ello puede así hablarse, es lo que es no-vida en él pero relacionado intimamente con ella: la muerte. La muerte como el "ser más (allá) vida" de la vida dentro de la vida misma, pues es su exceso, en ser más vida, en ser otro que la vida de la vida, lo que es la muerte. Por ello este decir no le dice en manera positiva, es mero marco posible y de igual aniquilación en cuanto marco (podría no venir nunca). La muerte no dice otra cosa que a ella misma (y entonces a la vida descentrandose sin dejar nunca su foco), y el ritmo denso de su ocurrir siempre la está diciendo a ella sola. Tal es la autonomía de este mundo. Él puede mantenerse siendo mundo, él no necesita más que su ser, le basta serse lo que es (Cfr. Rosenzweig, 1997: 81-102). Por eso desde él, desde su inevitable autorreferencialidad, no hay posibilidad de relación con el Mesías. Solo cuando éste llega se presenta ahora como presentimiento lo que era mero mundo (se presenta como voz lo que era mero jadeo). El presentimiento es posterior a lo presentido y es aquello que existe antes de lo que llega y le confirma en su ser. El mero ser bruto de las cosas, en su ordenación regular, no puede darle cabida, pero aquél tiene que emerger desde el mismo ser de esas meras cosas brutas, seguir siendo ellas mismas en su bruta ordenación, y sin embargo establecer un reino inmediato que las rebasa, un reino que siendo su ser bruto es él mismo un ser divino. Así, el más allá no se considera un detrás de las cosas sino un en el corazón de las mismas cosas (porque tu Señor Dios está en medio de tí” Deut. VII: 28). Funcionando mediante una tensión intramundana, es decir, que construyen su mundo mediante la autorreferencia infinita de las tensiones, hecho este que establece la unidad de ese todo como tejido autosuficiente que podría subsistir en sí y para sí por siempre (Cfr. Rosenzweig, 1997: 81-102), este mundo autónomo de la tensión, decíamos, en tanto la autonomía es ella misma tensionante pero de posible perduración sin recurrir a nada mas que a su misma tensión, todo esto, en el sentido que la tensión tiene como presupuesto esencial su supresión, haría necesario que dicha tensión se liberara, se satisficiera en otro orden que aquel en el que la tensión ocurre, pues en este no pueden mas que ocurrir eventos tensionados y tensionantes. Pero este mundo tensionado y tensionante, en la autonomía que le gobierna, puede perdurar en ese ser suyo, encontrando satisfacción en la tensión misma. 

    Un otro lugar que es él mismo quiere el mundo, ya que el Mesías no es nada mas que las mismas cosas, él no puede ser cosa entre cosas pues es el cumplimiento de la queja de ellas. No puede ser queja. No penseis que yo he venido a destruir la doctrina de la Ley, ni de los Profetas: no he venido a destruirla, sino a darle su cumplimiento, Mat. V: 17. La relación tensionante se presenta de este modo: Así, pues, lo profano no es por cierto una categoría del reino, sino una categoría (y de las más certeras) de su aproximación silenciosa (Benjamin, 2007e: 207). El Nombre del Mesías no posee pronunciación positiva, pero es la muerte, el sufrimiento, la desdicha (Cfr. Benjamin, 2007e. 207) aquello que le viene diciendo así en negativo, silentemente. Le viene diciendo como queja constante (Cfr. Salazar, 2013), como autorebasamiento, le viene diciendo interjectivamente. Entre estertores se configura la nueva palabra. La mera muerte, que podría persistir en su autonomía, crea el escenario de aparición del Mesías, en cuanto este es el canto que la palabra muerte en su apretujamiento quiere decir y desde cuyo mero ser no puede ser dicho. La frenética muerte tiene como objetivo des-decirse en el Mesías.

    El hecho de esta posible palabra, que el balbuceo de la muerte tenga el objeto de la palabra de Cristo, es lo que coordina, desde esta palabra mas no desde aquel balbuceo, la posibilidad de la desesperación (no es casual que la religión se halla pensado como aquello que permite la redención de las culpas, cfr Benjamin XXXX). Esta debe pensarse bajo el umbral que ella siempre se halla, bajo ser muerte para la vida o ser el morir de la muerte. La desesperacion que es consciente de ser desesperación, consciente por lo tanto de tener un yo en el cual hay algo eterno, y ahora desesperadamente no quiere ser ella misma, o desesperadamente quiere ser ella misma (Agamben, 31). Vista con los ojos del Paraíso, la mera muerte, su furiosa autonomía, es la tartamudez de una palabra que viene diciendose en su negación. Es el marco que estalla y no da cabida mas que a los fragmentos que del mismo emanan en su furia. La multitud genera la fantasía de la plenitud que la muerte quejaba, y el Mesías es trocado por la pluralidad, por lo ostentoso del mundo mismo. La palabra que quería ser dicha solo será entonces queja global y ominosa. En la forma de esta desesperación dicho Verbo se mantiene siempre en el intersticio, siempre a punto de salir y nunca dicho, siempre urgido y nunca satisfecho: un Mesías en perpetuo nacimiento y en constante muerte, una dilatación siempre de la palabra. Es muerte constante en nacimiento doloroso en morir inacabable:

[...] morir eternamente, morir sin poder morir sin embargo, morir de muerte. Pues morir quiere decir que todo ha terminado [una presencia mesiánica en negativo], pero morir la muerte significa vivir la propia muerte; y vivirla un solo instante, es vivirla eternamente[...] En la desesperación el morir se transforma continuamente en vivir. Quien desespera no puede morir; como un puñal no sirve de nada para matar pensamientos, nunca la desesperación, gusano inmortal, inextinguible fuego, no devora la eternidad del yo, que es su propio soporte. Pero esta destrucción de sí misma que es la desesperación, es impotente y no llega a sus fines. Su voluntad propia está en destruirse, pero no puede hacerlo, y esta impotencia misma es una segunda forma de destrucción de sí misma, en la cual la desesperación no logra por segunda vez su finalidad, la destrucción del yo; por el contrario, es una acumulación de ser o la ley misma de esa acumulación. Es ella el acido, la gangrena de la desesperación, el suplicio cuya punta, dirigida hacia el interior, nos hunde cada vez mas en una autodestrucción impotente. Lejos de consolar al desesperado, el fracaso de su desesperación para destruirse es, por el contrario, una tortura que reaviva su rencor, su ojeriza; pues acumulando incesantemente en la actualidad desesperación pasada, desespera de no poder devorarse ni de deshacerse de ser yo, ni de aniquilarse, tal es la formula de la acumulación de la desesperación, el crecimiento de fiebre en esa enfermedad del yo (Kierkegaard, XXX: 28-29).

     La muerte es el único refugio que le quedará al Gesto que quería allí mismo aparecer, pero incluso dicha muerte no es tal (el morir físico es un consuelo demasiado vehemente). Ella misma en su morir se estanca. La muerte no llega. Y por ello su morir es autogestación en la muerte misma. Una gestación maniaca, obsesiva, multitudinaria, pues para satisfacer al Gesto deberá morir innumerables veces en el intento de colmar ese vacío y así traer a superficie el Abismo. La acumulación de gestos, de muertes, de palabras en donde la embriaguez de la multitud se toma por la Unidad del Gesto: los sentidos cansados ven en una multitud de luces el resplandor de un sol. No es casual, tampoco, que el reino del melancólico haya sido el reino de la Cosa Absoluta, de la presencia masiva, asfixiante de las cosas (Cfr, Benjamin, Agamben, Salazar). La Cosa par excellence. Sin Mesías, y sin el simulacro de su morir, fabrica un golem desesperado con la tonalidad múltiple del mundo-cosa.
    Este carácter de la religión como tensión y satisfacción, como satisfacción paradójica pues es el símbolo de muerte aquel que también se alza como símbolo de vida eterna (la Cruz), es el terreno del Golgota el que se convierte en dintel del paraíso (Cfr. Benjamin, 455-456), este terreno que desde el dolor quiere ser montaña de paz, es lo que rige la forma religiosa, y es esta misma forma, aunque truncada, la que se presenta en el capitalismo, y el régimen que funciona en el periodismo (como labor capitalista por antonomasia): él es su evangelio, el que trae la buena nueva de la tartamudez y tristeza a los hombres.
    La desesperación, o mejor, el hombre desesperado tiene en general dos rutas. La presencia del Gesto en una nueva gestualidad, o lo que solemos conocer normalmente como desesperación, el posicionamiento brumoso de dicho Gesto en el horizonte de toda gestualidad natural sin que aquel pueda llegar a tomar lugar en una nueva gestualizabilizacion. El primer camino trae a la superficie lo que siempre ha estado ya ahí, lo que ya allí se encontraba, y por lo tanto es un exceso de mundo, no es su aniquilación ni su superación, es el exceso que a él mismo forma, pero un exceso que, desde el mundo, no puede presentarse mas que como nada en su exceso. Lo que acá nos viene interesando, aun si la anterior aseveración no puede ser ulteriormente desarrollada, es en cuanto se establece desde el mundo, desde su mera muerte, una relación con lo absolutamente otro del mundo (relación establecida, como se dijo, no mediante una causación correcta sino mediante una musicalización). La posibilidad de tal relación es la que abre ese primer camino, la del real y efectivo cumplimiento de la presencia del Mesías, la densidad olorosa de su carne  (Porque en él habita toda la plenitud de la divinidad corporalmente, esto es, real y substancialmente Col, II: 14). No tan solo la mera posibilidad que queda estancada en su ser posibilidad (Cfr, Salazar, 2013), que satisface la urgencia de la sangre con la posibilidad de la misma. Un Mesías, en definitiva, siempre a punto de llegar pero que no se decide a presentarse.
    Justamente esa ruta es la que se lleva a cabo en la desesperación en cuanto que dilatación del Gesto. En cuanto malestar (Cfr, Saal, Freud) constante dicho Gesto se muestra en la única legalidad que la gestualidad natural permite, pues ella se ha construído mediante la imposibilidad de Su presencia (Cfr, Saal). El lenguaje cotidiano descansa sobre un vacío cuya geografía permite la presencia autorreferencial suya. Solo en cuanto vacío, la palabra (excesiva, ostentosa) del lenguaje cotidiano tiene razón de ser (Cfr, Zizek). Y es por ello, porque las condiciones de su existencia se basan en la imposibilidad existente de dicho vacío por lo que en el lenguaje hay un aseguramiento de esas condiciones de imposibilidad. El lenguaje no puede decir lo indecible a riesgo de perderse, a riesgo de perder su propia existencia (el simulacro que él es, Cf Zizek para un re-consideracn delo que es el simulacro). Por eso cada uno de sus gestos es el aseguramiento de la ausencia del Gesto que, sin embargo, es reclamado por cada uno de ellos. Cada gesto reclama ese Vacío y cada uno ratifica la necesidad de su eterna ausencia. Así, no hay posibilidad de poner fin a este movimiento. La desesperación se estanca en sí misma. No hay que asombrarse, entonces, porque en la historia a la melancolía-acidia-tristeza, vinculadas familiarmente con la desesperación como hija-madre(Cfr, Agamben, 2001 27 ss), se le halla dado como uno de sus síntomas acciones de estancamiento corporal: epilepsia, tartamudez (Cfr, Panofsky 58). Como tartamudez, hay una palabra que se ha incrustado en el habla y que quiere ser dicha, que necesita ser dicha, donde el movimiento reiterado de esa tartamudez por decir la palabra muestra tal necesidad. Pero a diferencia de ella, que suele resolverse casi siempre a favor del verbo intersticial, en la desesperación melancólica dicho verbo se mantiene siempre en el intersticio, siempre a punto de salir y nunca dicho, siempre urgido y nunca satisfecho. Muere al morir en el atiborramiento ostentoso de las cosas, de las palabras, de los becerros.
    Mas ese mundo-cosa infinito habla la ausencia del Gesto, la pluralidad de su cuerpo es debida a la nada maleable de su espíritu. Por eso cuando habla su hablar es un hablar lo ya conocido. Todo ha sucedido en tanto que Nada puede suceder. Que quede claro que no se trata de que las particularidades de lo cognoscible son ya conocidas antes de conocerse. Se trata mas bien de que el régimen de su formación, y por ende su existencia como tal, ya son conocidas. Conocidas en cuanto ausencia gestual, conocidas en cuanto carencia constituyente. Para el desesperado, para el melancólico, todo gesto suyo, toda la potencia de sus ademanes conducen y señalan irremediable y profundamente al Abismo. Cada decir es un ya-dicho, o mejor, un no-ya-dicho. Tendría que destruir sus carnes cada palabra, cada sílaba, cada letra quizás en un frote furioso para que el abismo tenga animo de tierra (Sarduy). Por eso del mundo y la vida, de la realidad entera, él ya sabe, al ubicarse en el borde del Ser, todo (Cfr. Kristeva). Ya sabe todo porque es la nada de su saber, y la nada gestual la que le dominan, y su saber, así, es nada. Entre el todo (blanco) multicolor y la nada oscurísima, su saber logra la tonalidad grisácea de lo imposible, de lo mismo, de lo repetible y repetido infinidad de veces. Su cara reposa pesadamente sobre su mano (derecha). El gesto entero de su  rostro, el relajamiento terrible de sus miembros, parecen hacerle poseedor de la mirada tenebrosa de aquel que ya conoce todo, de aquel que sabe que todo es lo mismo desde siempre y para siempre. Ese saber mismo entumece sus miembros, su capacidad de movimiento se ve disminuida, razón esta quizás por la que se le recomienda viajar como terapia. Su participación en el mundo, debido al peso agobiante de su saber, ralentiza su movimiento entre sus congéneres. Si su hacer o no hacer no trae mas que la mismidad (de la ausencia en su famélico gemir), ¿qué podría empujarle a hacer algo? Si la multitud es lo idéntico-nada, ¿Qué diferencia haría cualquier movimiento suyo en cualquier sentido? Un mundo que se ha congelado nace en/con el melancólico. El infierno posee la cualidad azul de lo gélido (Cfr, Benjamin, 370), por eso se crea a su alrededor un reino absoluto de fuego para suplir su calor.  Atlas no se mueve con el peso del mundo en sus hombros, lo mismo este atlas lujurioso[1] que bajo el equipaje infinito solo le queda la cualidad de ser planta (Cfr. Salazar). Este azul paisaje es el azul titular del periodismo.


    La prensa ratifica los hechos en su repetición. Podría pensarse esto de ella en tanto mero juicio analítico, pero aún en su vertiente sintética (el periodismo de crítica presentando, por ejemplo, en los documentales) solo funciona como repetición autoconsciente. Determinado y delimitado hecho se presenta como informable (e informado), y este ser suyo es el único ser que conoce. En el caso del periodismo crítico dicho hecho es relacionado con sus causas, pero tales causas descansan en ser  ellas mismas hechos, en que no pueden, en la lógica periodística y no en cuanto su determinación ontológica, salir de su ser hecho. Lo particular de su información es que la prensa se posiciona, o al menos puede pensarse que esta es su pretensión fundante, como siendo una intervención sobre aquellas circunstancias que generan y hacen posible el hecho (bien sea en su vertiente analítica o sintética). Aunque el régimen de su discurso sea la información, ella pretende ser la aniquilación de dicho hecho, pretende intervenir en su génesis mediante la ostencion de lo generado. Supone que el acto de señalar implica una acción que modifica lo señalado. No solo se justifica este procedimiento en la apelación a un sujeto ávido de conocer (nuestro deber como periodistas es informar), sino que supone que su información es paso previo para una modificación de las causas del hecho, o que esa acción misma del informar es ya la modificación. Sin embargo otro es el panorama que se deja notar con los  reportajes. Mientras los medios de comunicación fundan su productividad en la capacidad de informaciones transmitidas, el índice de acción de los sujetos informados baja en igual proporción. La ostencion, en el doble sentido que ella viene implicando en nuestro contexto, no comporta en ella mas que la evidencia plástica de lo señalado. Pensemos que, en el animo de ganar claridad, la noticia es una fotografía. Una fotografía quiere encerrar en un espacio delimitado un cierto hecho (acción, lugar etc.). Mas su fuerza no reside sólo en aquello que puede ser visto en ella. Las disposiciones de los componentes fotográficos en sus diversas relaciones quieren dar a superficie algo que no se encuentra en su mero ser elemento y que sin embargo es ya ellos mismos. Esta es la distinción de Barthes entre studium y punctum. El primer término puede entenderse como significando

a kind of general, enthusiastic commitment . . . but without special acuity AGUDEZA. It is by studium that I am interested in so many photographs, whether I receive them as political testimony or enjoy them as good historical scenes: for it is culturally (this connotation is present in studium) that I participate in the figures, the faces, the gestures, the settings, the actions. . . . The second element will break (or punctuate) the studium. This time it is not I who seek it out (as I invest the field of the stadium with my sovereign consciousness), it is this element which rises from the scene, shoots out of it like an arrow, and pierces
me. (Barthes citado en Santer 74)

    El punctum no es una realidad que interviene en la fotografía y que le es ajena, sino algo que ya habita en ella pero que solo adquiría densidad en el ordenamiento de esa fotografía particular. No es la fotografía una prosa informativa tan sólo, aunque base su ser en dicha acción primaria. Por otro lado, el punctum de la noticia (de cierto tipo de noticia, veremos que en general se puede dividir en dos tipos) no es otra cosa que la tensión generada por el malestar de una situación injusta. El otra cosa de la noticia no depende de cada una de ellas, como en la fotografía, sino que se estabiliza en la posibilidad en la tensión que ella trae consigo. El ordenamiento de sus elementos, siendo ya de carácter tensionante, en el sentido que muestran la impotencia del individuo ante un grupo de situaciones que le generan el animo de intervenir sobre ellas pero que inmediatamente muestran en su ordenamiento particular y general su imposibilidad (así debería ser entendidolo 'injusto' por nosotros ahora, sin intervenir en su más amplio problema), no da paso a otra cosa que a esa misma tensión en un nuevo nivel. El más allá” de la foto es algo que está ya en ella misma y que, no obstante, ocurre en una realidad totalmente diferente. El milagro es ella misma. En la noticia ese más allá se queda en el ser el ordenamiento renovado de sus meros elementos empíricos, tensionantes, en que eso otro es el mero des-animo en el que cae el sujeto de la información agobiado por la ineficacia de su mera particularidad y por la cantidad excesiva de noticias.  El mas allá de la noticia es la muerte agónica del sujeto.
    Los actuales noticieros de televisión (colombiana) se basan en el manejo del tiempo como unidades discretas de recepción y emisión de contenidos. Cada noticia dura cierta cantidad de tiempo al aire (en general entre uno y tres minutos). Este es el tiempo del sistema informativo particular, y cada sistema informativo tiene diferentes maneras de lidiar con la ex-tensión del tiempo. Cuando una noticia excede con mucho el tiempo general del sistema informativo donde ahora sucede, suele deberse a cierta peculiaridad de la misma mas no a una modificación de la forma temporal en dicho sistema. Las noticias (colombianas) tienen en general dos focos alrededor de los cuales se mueven (con pequeñas variantes): violencia y chismes. En el primer foco debe considerarse como violencia no solo los asesinatos particulares, de actores armados legales e ilegales, sino también las formas mucho mas grandes y diversificadas de corrupción institucional. El segundo foco es el tipo de noticias sobre cualquier acción no violenta, que giran con énfasis entorno a la vida de las personas/instituciones. El periodismo crítico se desenvuelve prioritariamente en la primera esfera, en la cual pueden extenderse relaciones respecto a la vida los personajes (usualmente violentos) para establecer un panorama informativo mas claro en la elipse que ambos fabrican (Cfr. Salazar.). Los noticieros comunes, que son las acciones informativas que tienen mayor impacto sobre la ciudadanía, en la delimitación temporal de cada una de sus emisiones, dan para conocimiento del publico, en su primera y mas influyente franja, una gran cantidad de fenómenos de violencia que luego se ven puestos en su lugar por el otro foco. Violaciones, masacres, pero en lo que a nosotros mas compete, corrupción, irregularidades crecientes en los gobernantes, círculos de robos y  desfondamientos fiscales e institucionales.     Cada noticia de estas llena al televidente con una creciente y agobiante tensión. Todo está mal[2], y allí en el televisor descansa la evidencia de la descomposición. Al menos esto aparece en el primer plano de la reacción de la persona. Pero cada noticia es tan terrible PARA ESA PERSONA, y seguida tan rápidamente de una cantidad ingente de casos similares, que la tensión no logra encaminarse a lo que ella misma quiere, y que es lo que pretendía la informatividad en que se basan: ser final a dicha descomposición. Cada noticia tensiona de manera definitiva al espíritu de los televidentes y les arroja al menos a dos posibilidades. Por un lado, en cuanto que el tono de las noticias va mejorando mientras la emisión avanza, hasta finalizar con la franja del entretenimiento, los fenómenos informados desalojan su ser tensionante y se acomodan como a lo que ya siempre habían venido siendo: partes orgánicas del espectáculo, ídolo precipitado. La tensión generada por la violencia se desvía para satisfacerse descargándose en la risa relajada del chisme. Al fin todo era una simple broma (aunque muy amarga). La tensión que buscaba una aniquilación de lo que le tensionaba, finaliza en la detumesencia de la carcajada. Por otro lado, cuando cierto remanente odioso RELACIONADO CON EL GERMENDE DESCOMPOSICION QUE HABITA EN LA DIALECTICAse vuelve contra la lógica del espectáculo, al individuo la tensión ocasionada por la violencia se le descarga en una homogeneización de la realidad (morir a la muerte). La multitud de noticias, y quizás la descarnada experiencia del sujeto de que efectivamente nada ha cambiado, de que todo lo informado se ha quedado desde siempre en una mera información, siendo que usualmente esta homogeneización sucede a personas que cuentan con un numero significativo de años y que utilizan, no sin cierta grisacea justificación, su experiencia de que todo cambio es imposible, de que el mundo fue y será una porquería, experiencia que se corrobora una y otra noche con los titulares de los noticieros que vienen diciendo lo mismo desde su juventud, le dibujan un panorama político en donde todo es lo mismo pues todo es (mera) información, todo es el mismo (mero) hecho que invoca, convoca una rectificación de su ser hecho que simplemente queda estancada en él mismo, en donde las mismas soluciones a dicha mismidad se ven posteriormente cobijadas bajo ella. Si todo es lo mismo, y aquello que quería ser Otro se posiciona ahora como la Mismidad (si la URSS termina reviviendo el zarismo contra el cual se había presentado como opuesta), ¿qué razón tendría la persona para hacer algo? Solo puede informase e informarnos a través de su monótono Todo esta mal. Su movimiento político en el mundo se detiene hasta el punto que desaparece absolutamente cualquier salida a lo Mismo, e incluso la utopia no puede ser otra cosa que lo ya dado (Cfr. Rawls). Las incontables paráfrasis de Churchill (una mas: el que no sea revolucionario cuando joven esta tan equivocado como aquel que no es conservador cuando viejo) muestran la ligazón de ambas instancias, lo revolucionario y lo conservador, en un mismo sistema, haciendo parte de los dos focos de una elipse predominante (Cfr Salazar, ensayo). Así que la revolución de la juventud se justifica en cuanto conservaturismo futuro. Se queda estancado el hombre en el mero ser empírico de la foto, ya que el punctum colapsa ante el sistema tensionante que se genera, ante la imposibilidad de establecer relaciones no solo informativas que hagan colapsar la satisfacción autorreferencial de lo informado. La tensión no desaparece. Cada que nota una nueva noticia violenta, cada que la información le arroja al animo de su refutación definitiva y a su vez le muestra en el ordenamiento suyo y de sus relaciones la imposibilidad efectiva de su intervención, el fracaso de su ser ante la vehemencia de lo Mismo, al no aceptar ya el chisme, la tensión generada se satisface en el conocimiento absoluto que ahora posee sobre toda empresa humana. Aquello que le salvaba no puede salir a la superficie ya que las condiciones en que es dicho, esas de la información, se vuelven absolutas. Todo nuevo acontecimiento es ya viejo, en el sentido de que es ya conocido, en el sentido en que se basa en la mera informatividad del mismo. Para esta consciencia melancólica no hay nada nuevo bajo el sol. En efecto se informa, pero la información es información de esa Mismidad que se ha apropiado de todo el terreno. Y así el periodismo crítico se sumará a la gran cantidad de noticias que tenían cabida en la televisión, ya que dicho periodismo no es mas que prosa informativa, prosa del hecho, prosa tensionante cuya satisfacción no puede tener lugar en ella pero cuyas condiciones de satisfacción se hayan ya desmembradas.

    Así que tenemos un Gesto siempre desplazado, siempre puesto en el horizonte de toda gestualidad y cuyo ser garantiza ese ser suyo multivoco. Cada noticia, en su ser mero hecho, hace latir las condiciones de su negación, pero para sobrevivir, para asegurar su misma existencia, debe negar esa negación, o de lo contrario ella desaparece como noticia. La negación de la negación le arroja al ser positivamente vacío de su existencia. Pero le niega no entregándole a una nada abstracta, sino permitiendo la existencia de la negación como mudo malestar que inscrito en el movimiento del tiempo periodístico solo puede encontrar satisfacción a la negación en las dos salidas mencionadas. El ritmo informativo frenético de los actuales medios de comunicación no es casual. Ellos funcionan bajo el esquema de este ser del Gesto, es decir, del sutil movimiento del darle e impedírsele la presencia, que es lo que se nota, sobre todo, en la melancolía del televidente. Para colmar el ansia del gesto que les desespera, la noticia se torna lujuriosa, fabricando nuevos espacios sobre sí misma, rozando la piel de sus contenidos en el jadeo continuo de los titulares, siendo así un atiborramiento de un otro que era lo Mismo, convirtiéndose constante e incansablemente en viruta de sí misma. Pero como dicho Gesto no tiene su lugar apropiado allí en ese lenguaje, y como dicho lenguaje para ser sí mismo necesitaba del paradójico ser del Gesto, nunca podía aparecer allí mas que como esa lujuria. La lluvia incansable de titulares noticiosos; la aburrida cantidad de formas de la noticia; las infinitas fuentes de información; la repetición siempre incansable, pero ya cansada de los hechos; la ostencion de protagonistas etc. todo ello configura un ambiente de apretujamiento tal que parece siempre estar queriendo decir otra cosa que sin embargo no podrá nunca decirse en las noticias. Su exceso (cuantitativo) es el mismo exceso, como esperamos sea ya clara la relación, del desesperado que muere de muerte, que muere su muerte y su morir le coloca en la eternidad consciente de la nada. Muere sin morir en cada una de las noticias que le dan la esperanza de un otra cosa y que inmediatamente se la niegan. Muere rodeado por un espacio que se ha hecho infinito real en la densificacion autoparturienta de la pantalla. El cuerpo desmembrado, crucificado engolgotas inacabables, losorganos arrojados a la vida eterna de su desmembramiento continuo. Aquel que no ha sonreído con las noticias del entretenimiento y que se vuelve el ligero observador del mundo de la información (el fatidico ye sperado destino del sumeto Observador), deberá cargar con el peso infinito de millones de noticias (carga en su espalda con lo noticioso), carga en sus hombros con el planeta cerrado de la desesperación que ejerce presión en sus piernas para que sus movimiento continuamente se ralentizen y orgullosamente indique que la lentitud de su cuerpo es la experiencia juiciosa de un verdadero humano, para que la sangre roja con la que había nacido se convierta poco a poco en una sustancia viscosa y negruzca y a su corazón no le quede otra cosa que aceptar que sus latidos son continuos estertores de muerte.




[1] Luxus=exceso.
[2] Como otros problemas apenas mencionados aca, este tema del mal posee una historia que no tiene cabida ahora mismo, por lo que ese todo está mal debe leerse de la forma ya enunciada. Todo está mal, en cuanto todo lo que sucede y que cierta persona o grupo de personas consideran mal se basa en la idea de la ineficacia de su intervención como particulares en la corrección de eso que allí, frente a sus ojos desnudos, se presenta como mal. Todo esta mal no es una mera proposición informativa, es una petición que ha sido derrotada en su animo.